Karl Bartos – Off The Record (Green Ufos)
Karl Bartos no necesita presentación, o no al menos debería. Componente de Kraftwerk durante su época dorada, su nombre puede encontrarse en los créditos de algunas de las canciones más famosas y comerciales del grupo: «The model», «Pocket calculator» o «Computer love» son un buen ejemplo. Ahora nos hemos enterado de que, en paralelo a su trabajo con el grupo, Karl Bartos iba componiendo temas, grabando ritmos y diseñando melodías en su estudio casero, sin un fin concreto, simplemente como una especie de diario de ruta musical de aquellos años. Algunas acabarían formando parte de las canciones de Kraftwerk, pero otras ideas quedaron en el olvido de su estudio. Parece ser que animado por un vecino, Karl Bartos se ha decidido a recopilar todo ese material perdido, pasarlo a su ordenador y empezar a jugar con las piezas con la idea de componer algo que pudiera utilizarse en una canción. Y al final no ha sido sólo una, sino todo un álbum.
Off The Record se abre a lo grande, con una pieza ampulosa y sofocante llamada «Atomium» (dedicada al famoso edificio de Bruselas) que se lanzó como primer single. Reconociendo su fuerza, he de decir que me parece demasiado gruesa, forzadamente industrial, como queriendo adaptarla a los nuevos tiempos. Si había miedo a parecer desfasado, me parece un error: hablamos de Kraftwerk, con ellos el tiempo no existe, el pasado era futuro y ahora el futuro tal como ellos lo intuían es más pasado que presente. Las siguientes canciones me dan la razón: «Nachtfahrt» retiene todos aquellos aspectos que hacían de los alemanes un grupo de éxito (una bella línea de sintetizador, agradables melodías, ese minimalismo que conseguía que sintiéramos nostalgia de algo que todavía no había ocurrido), como también lo hace «International Velvet» y, aunque algo más vulgar, «Without a trace of emotion». La pieza «The Binary Code» es exactamente eso: un sonido amorfo extraído de una secuencia de números binarios. Recuperados del susto, vuelve la normalidad con «Musica ex Machina», que me recuerda por qué algunos afirmaban, y se sigue afirmando aún, que Kraftwerk hacían funk (¡?).
«The tuning of the world» supone un pequeño bajón, renunciando al ritmo y dejándolo todo a una letra demasiado «new age». En esta segunda mitad del álbum empezamos a pisar terreno resbaladizo, porque hay demasiados momentos que recuerdan más a Alan Parsons o Vangelis que a los propios Kraftwerk (aunque «Instant Bayreuth» recicla algunas partes de «Neon lights»), sin que ello signifique que aquellos fueran malos músicos, pero no es lo que prometía la primera parte del disco. «Vox humana» funciona como experimento, pero le falta la chispa de «Pocket calculator», por ejemplo. La sensación de estar ante un disco de descartes se va intensificando. Finalmente, tras un espacio de silencio, «Hausmusik» cierra el álbum dejando un mejor sabor de boca de lo esperado, gracias a una pegadiza melodía sintética que suena muy europea, muy clásica, como en un baile de salón para robots.
En fin, un disco que va de más a menos y que contiene algunos momentos que compensan el largo silencio del grupo madre, junto a otros que podrían haberse quedado en el sótano de Bartos sin que nadie los hubiera echado en falta.