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Robin Fox (Condeduque) Madrid 04/10/2024

El australiano Robin Fox fue el encargado de abrir el fuego con el que, desde su iniciativa SoundSet Series, el Condeduque madrileño invita a explorar las más arriesgadas y vanguardistas puestas en escena de la música electrónica y artes avanzadas. Dejando a un lado el eterno debate sobre la primacía de un área sobre otra, al oceánico hay que reconocerle las ganas en su trayectoria que se va reconociendo y consolidando.

Un auditorio que se presumía al completo, quedaba algo mermado por, presumiblemente, el virus jobo. Y es que el estreno en España de Triptych, la última propuesta sonora y visual de Robin Fox, había acarreado expectación por su puesta de largo en nuestro país, sí, pero también por ese regreso al formato de concierto como tal, algo que, dada su prioridad, también se convirtió en aliciente. Por supuesto, definamos su concierto como tal entendido desde los parámetros correspondientes.

Troceado en cinco partes bien diferenciadas, Fox desplegó con más éxito su mecánica audiovisual, más impactante, que su propuesta musical. Tampoco es de extrañar, ya que su producción se dirige más hacia el impacto visual que el sonoro, un área que transitó a distintos ritmos y cadencias, siempre con la sincronicidad de los láseres que, a medida que dibujaban madejas y haces, también iban planteando la pregunta de si de lo que uno era testigo era de música generativa o arte generativo.

Dentro de esos capítulos, el primero pareció pillar frío en cuanto a lo sonoro, levemente sincopado, incluso, por lo que la audacia temporal del uso de estructuras de láser fue acertada para conformar ese producto que vende el australiano y que fue tomando forma en un segundo bloque mucho más intenso, cáustico, y que encontró en su puesta piramidal y volumétrica una buena aliada para resaltar esas fallas programadas y que derivan hacia nuevos paisajes, a pesar de los momentos de intensa reverberación que pudieron deslucir mínimamente.

Hubo algo, no obstante, que pudo dilapidar parcialmente el concepto de vanguardista. Es complicado mantenerse siempre en el filo de lo novedoso, pero, a veces, involuntariamente (o no), se hace más patente. Es decir, el empleo de una herramienta u otra puede llevarnos a una misma imagen, hecho que quedó patente en la parte sonora más orgánica, central en el concierto, que llevaba más hacia tiempos pretéritos de los icónicos directos jarreanos y sus láseres a pulso de reposo cardiaco que a lo que vino y vendría después a cada uno de los laterales de esta parte central.

Para entonces, la propuesta devino en una parte sonora que acentuó más su traslación mecánica, lejos de esa organicidad que parecía haber calmado unas aguas que volvieron a su cauce con la máxima intensidad, tanto en ese plano ruidista como el generativo, produciendo imágenes de altura y profundidad que cada uno afrontaba a su manera, desde ojos cerrados, gafas de sol o tapones para los oídos, elementos a veces básicos en este tipo de aquelarres.

Triptych se despidió por los derroteros de una exaltación y vigor terminal. Sí, asumamos que el elemento creado por Robin Fox para dotar de sonido sus líneas y geometrías o dotar de respaldo visual su propuesta sonora es el que cobró vida, el protagonista real, como muchos otros en estas propuestas, que comienza poco a poco a tener entidad cuasi jurídica para desplazar el protagonismo del músico conceptual.

Foto Robin Fox: Lachie Douglas

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