Entrevistamos a The Killer Barbies
Hay bandas que parecen hechas para sobrevivir a la erosión del tiempo, a los excesos, a las resacas morales y a los silencios incómodos; grupos que se vuelven leyenda no por la cantidad de discos, ni por las fiestas, ni por los golpes de suerte, sino por la obstinación animal de seguir adelante incluso cuando el corazón se rompe, cuando la industria da la espalda, cuando el público migra a otro género, cuando la vida te obliga a reinventarte desde cero. The Killer Barbies es una de esas criaturas.
Un monstruo hermoso de la vieja escuela, una banda que nació en la mugre dorada del punk, que creció entre guitarras afiladas y fanzines fotocopiados, que vivió la movida underground española como si fuera una trinchera de placer y caos, que viajó del punk al horror pop sin pedir permiso, que devoró películas de serie B mientras escribía himnos sudorosos para generaciones que no sabían que necesitaban ser salvadas.
The Killer Barbies regresan sin disculpas, sin miedo, sin pedir permiso. Y lo hacen desde un lugar profundamente humano, lleno de cicatrices, pero también de luz. No buscan convencer a nadie: se limitan a existir de nuevo, con más fuerza que antes, con más verdad. Y mientras los escuchas hablar, te das cuenta de que eso es precisamente lo que siempre los convirtió en una banda real: no las anécdotas, no las colaboraciones, no los años de carrera, sino la capacidad de mirar al abismo, atravesarlo, y regresar con una sonrisa torcida un libro y disco nuevo en la mano.
Esta conversación con Silvia y Billy no es solo un viaje por su historia, sino por su resistencia. Por su manera de entender la música como un pacto de vida, incluso cuando todo lo demás se desmorona. Y mientras el mundo corre detrás de tendencias efímeras, ellos siguen aquí, recordándonos que el rock and roll —el verdadero— no envejece: muta, se adapta, arde, se reinventa. Igual que ellos.
“Vivimos en una sociedad adormilada, donde nadie se escandaliza por nada”
Han pasado de cantar en inglés a hacerlo en castellano. ¿Es un regreso al origen o un ajuste de cuentas con la lengua en la que crecieron?
Billy: Yo creo que es algo natural. Silvia y yo hablamos bien inglés, nos defendemos, pero el castellano es nuestro idioma, es como mejor nos sabemos expresar. Es la forma en la que pensamos. Teníamos muchas ganas de hacer un disco así, de probar cómo el grupo seguía sonando. Nuestras influencias siempre han sido anglosajonas, pero queríamos ser fieles al gusto que fuimos creando. Estoy muy contento de que hayamos sido capaces de hacerlo y de llevar adelante el proyecto. Creo que suena muy bien, muy fresco.
El regreso de The Killer Barbies llega en un momento donde la música pop domina el discurso. ¿Creen que el punk sigue siendo necesario como acto político, más que como estilo musical?
Silvia: Siempre hemos tenido pinceladas de cultura pop. Andy Warhol no tiene nada que ver con Britney Spears, lo lleva a otro terreno, y nosotros siempre hemos jugado con esas capas. Estéticamente, aunque siempre hemos estado ligados al horror, la serie B, la cultura basura y un poco a los cómics, la influencia pop está ahí.
Billy: Yo creo que nunca ha dejado de serlo. El punk nunca ha dejado de ser necesario políticamente y como aportación cultural. Esa parte combativa que tiene el punk es muy necesario; culturalmente, musicalmente, pues creo que tiene muchas más cosas que decir. No es solo música, pues tiene algo más que la parte de entretenimiento. Hay una parte de actitud, hay una parte social y de conceptos que son muy importantes para una transformación de cultura.
En “El pop se autodestruirá en 4, 3, 2, 1”… hay una crítica feroz al consumismo. ¿Cuándo sintieron la necesidad de disparar contra esa cultura de la inmediatez y “el like”?
Silvia: Ahora mismo hay mucho más acceso a la música. Puedes escuchar cualquier grupo en un segundo; antes era mucho más complicado. Billy siempre cuenta que si alguien iba a Londres, le pedía discos porque aquí eran difíciles de conseguir. A mí me parece genial que ahora se pueda consumir tanta música, descubrir cosas nuevas, que las plataformas te recomienden. Es una herramienta útil si sabes usarla. Antes grabábamos canciones de la radio en casetes… ahora todo es mucho más fácil. Para mí eso está bien. Billy lo ve distinto.
Billy: Tener acceso a todo es una ventaja, pero también hay un peligro: las plataformas manipulan mucho los gustos de la gente. Las listas y los algoritmos enfocan qué es lo primero que te aparece. Cuando no tienes el gusto hecho, te llevan a donde ellos quieren. Eso es muy peligroso. Y el exceso de información, al final, es desinformación. Es una ventaja y un inconveniente.
En los 90, su estética era tachada de “provocadora” y “escandalosa”. Hoy vivimos en una era de sobreexposición. ¿Qué significa provocar en 2025?
Silvia: Provocar es hacer lo que quieres y mantenerte al margen de las tendencias. Tener tu propia identidad. Ser tú mismo.
Billy: La actitud tiene que ser hacer lo que sientes y no tener reparos. Pero provocar, como tal, ya es casi imposible. Vivimos en una sociedad adormilada, donde nadie se escandaliza por nada. Estamos acostumbrados a verlo todo, incluso lo más bestia.
Silvia, tu presencia siempre fue bandera de libertad, erotismo y rebeldía. ¿Qué cambió para las mujeres que quieren encarnar eso hoy?
Silvia: Tiene que estar respaldado por algo, si no es solo un cliché. Debe haber ideas, una forma de ser, de mostrarse. Si no, es una carcasa vacía. Hay que saber defenderlo en el escenario y fuera de él. Siempre me han gustado las mujeres fuertes: las guerreras de cómics, las pin-ups, las superwomans. Para mí son mujeres con discurso.
Billy: El rock and roll es sexo también, y no solo con mujeres. Piensa en Elvis y ese movimiento de caderas. Hay un componente sexual inherente.

También regresaron con un libro autobiográfico. La biografía los desnuda: fiestas, excesos, luchas, fragilidades. ¿Fue más difícil contar esas cicatrices o seguir mostrando una actitud invulnerable en el escenario?
Silvia: Yo cuento cosas que nunca había dicho. Un episodio en la India con LSD… cosas que solo sabía mi psicóloga y mis amigos más cercanos. Me apetecía contarlo. Desnudarse un poco no está mal, aunque no me gusta hacerlo en las letras. Lo más personal fue lo más difícil. Y ojo: no contamos todo. Hay cosas que aún prefieres guardarte.
Billy: Yo me sentí muy cómodo con Luis León Luri. Charlábamos durante horas durante un año. Al principio tienes reservas, pero luego te abres. Él lo transcribió muy bien. El libro es ágil, está perfecto.
El feminismo actual, radical cuestiona muchos códigos del rock y el punk clásico. ¿Cómo han navegado esas tensiones?
Silvia: Todo lo radical no me gusta. Siempre he hecho lo que he querido y me he comportado como he querido. El rock es un mundo de hombres, sí, pero muchas veces eso lo aproveché. Nunca he tenido que lidiar con las feministas; siempre me sentí respetada. El radicalismo, en cualquier vertiente, no me gusta.
Billy: El punk abrió muchas puertas. Fue de los primeros espacios donde veías mujeres tocando instrumentos, no solo cantando. En nuestro mundo eso estaba naturalizado, pero fuera todavía hay brechas. No quiere decir que no haya problemas ni que no haga falta seguir empujando. Pero el radicalismo extremo… a veces pierde sentido. A mi me gustan muchas cosas radicales.
En “Voy a ser millonaria” hay sarcasmo y también un deseo universal. ¿Se puede cantar sobre dinero y poder sin ser absorbido por el sistema?
Silvia: Siempre fuimos una banda underground. Vivir de la música es difícil si no eres mainstream. Siempre hemos tenido otros negocios ligados a la música. Te puedes mantener al margen, pero necesitas cierta base económica para vivir la vida que quieres. No hablo de grandes sumas, sino de lo suficiente para moverte.
Billy: Es difícil, pero hay que intentarlo. Mantener el espíritu combativo y no dejarse arrastrar. El éxito te vende que siempre necesitas más y más dinero.
El punk actual vive muchas veces en las redes: memes, fast fashion, estética prêt-à-porter. ¿Es vulgarización o una nueva forma de disidencia?
Silvia: Recuerdo una canción de La Polla Records que decía: “Moda punk en galerías, muy punk, punky de postal…”. Ya en los 80 criticaban que el punk llegara a los grandes almacenes. Ahora es aún más evidente. Ya no tienes que ir a una tienda especializada por tu camiseta de Metallica, Nirvana, Blondie; ya las compras en H&M. Antes tu chamarra de cuero con tachuelas hablaba de ti, de tu tribu, de tus ideales. Ahora cualquiera puede llevar una. Aunque Billy la lleva estupendamente.
¿Qué significa para ustedes que nuevas generaciones los descubran en un mundo donde el rock ya no es la lengua dominante?
Billy: Es maravilloso. Que conectes con un chaval te hace sentir que lo estás haciendo bien.
Silvia: Y que tienen buen gusto, claro. No está todo perdido. Es difícil que las nuevas generaciones te escuchen porque les empujan hacia otra cosa. Que nos descubran me llena de esperanza: todavía hay gente curiosa.
Treinta años de rock también son treinta años de deseo. ¿Cómo ha cambiado esa pasión dentro y fuera del escenario?
Silvia: Sigo teniendo nervios antes de salir, y me encanta. En los primeros shows todo era más inocente y más bestia. Ahora me siento más tranquila porque me siento respaldada, cómoda, segura. Tantos años te dan otras tablas. Pero sigue siendo una vorágine.
Billy: Coincido. Sigo sintiendo la misma emoción de los primeros conciertos. Los nervios siguen ahí. Antes de salir siempre hay tensión, aunque conozcas el escenario. Y es bueno que siga así.
Si pudieran borrar un capítulo de la banda, ¿cuál tacharían?
Silvia: Una gira que hicimos en 2002. Esa la quitaría.
Billy: Yo no borraría nada. En la vida aprendes más de la adversidad. Si todo sale bien, no evolucionas. Le tengo mucho cariño al principio, cuando dormíamos en la furgoneta porque no teníamos dinero. Esos recuerdos pesan mucho.
Y si pudieran repetir uno, ¿qué noche vivirían de nuevo?
Silvia: Los comienzos: ir a tocar, escuchar por primera vez una canción nuestra en la radio. También compartir escenario con Iggy Pop o Foo Fighters. Momentos que te hacen sentir afortunada.
Billy: La de Iggy Pop. Fue algo muy, muy super bestia para nosotros. Era prácticamente el inicio de todo y, joder, fue un “wow” enorme. Y encima ser invitados por un miembro de los Ramones… Nosotros siempre fuimos superfans. A la hora de componer, mis mayores referentes han sido ellos. Y esas cosas te marcan: de pronto pasa algo que jamás imaginaste, te llega como un golpe y piensas “joder… qué pasada”. Momentos que te estallan en la cara y dices: “esto es la hostia”.
De tantos años juntos, ¿qué los ha unido más: la rabia creativa o las derrotas compartidas?
Silvia: La rabia creativa.
Billy: Sí, sin duda. Lo que nos ha unido siempre es tener proyectos en común, compartir gustos y esa emoción de crear cosas juntos. Cosas positivas, cosas que nos llenan.
Silvia: Fuimos pareja muchos años y era guay porque éramos un tándem, como un yin y yang creativo. Componer, girar, tomar decisiones… todo era fluido, muy llevadero. Siempre tuvimos el mismo modus operandi y nos ha ido fenomenal. Teníamos muy claro qué queríamos. Ese empuje lo compartíamos. Y las derrotas… bueno, no eran derrotas: simplemente proyectos que quizá no salían como esperabas. Pero no pasa nada, todo suma, todo aporta.
A nivel personal: ¿qué aprendieron de “envejecer” juntos dentro de un proyecto artístico? ¿La banda los salvó como pareja o la pareja salvó a la banda?
Silvia: La pareja nos destruyó como banda en un momento dado, honestamente. Dejamos de ser pareja y eso afectó, claro. Las separaciones siempre son complicadas. Hay que dejar reposar las cosas, como el tequila, para que vuelvan a su sitio. En ese tiempo hicimos proyectos por separado; la banda no es que se desintegrara, pero sí se detuvo. Y era necesario.
Billy: Más que disolverse, lo que necesitábamos era parar las vidas. Respirar. Recolocarnos. Cada uno tenía que reconstruir partes de sí. Y, cuando eso se asentó, empezó a surgir la idea de volver a tocar.
Silvia: De seguir haciendo cosas. Porque siempre nos ha gustado muchísimo The Killer Barbies. Es algo demasiado importante.
¿Qué aprendieron del silencio forzado de la pandemia? ¿Hubo un cambio real en su forma de escribir o solo una pausa antes de volver a gritar?
Silvia: Yo tenía unos temas para un proyecto nuevo y se los enseñé a Billy. Él les hizo letras y volvimos a juntarnos. Sacamos un disco que pasó un poco desapercibido porque, en plena promoción, llegó la pandemia mundial y todo se detuvo. Pero creo que ese tampoco era nuestro momento. Por el disco que acabamos de hacer. Por cantar en castellano. Por la vibra. Por las canciones. Por el punto vital en el que estamos ahora. Nuestro momento es este.
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