Aloud Music Festival – Sala La 2 de Apolo (Barcelona)
Si me llegan a decir hace tres años que un festival barcelonés dedicado al rock instrumental iba a llegar a su segunda edición, probablemente hubiera fruncido el ceño y pensado «sinceramente, no me creo ni que vaya a haber una primera». Pero eh, cuando al sello Aloud se le mete algo entre ceja y ceja, trabajan por ello con determinación y, por qué no, testarudez. Y así, como quien no quiere la cosa, ya ha pasado la segunda edición. En la que, de nuevo, Aloud ha vuelto a llevarnos a dar una vuelta por ese sub-mundo que es el rock instrumental, el género que quiere abarcar a todos los demás y que se deja impregnar por el punk, la electrónica, la psicodelia o el metal. Para muestra, las bandas de estos tres días de Aloud Music Festival.
JUEVES
Audiolepsia fueron los encargados de abrir la edición 2014 del AMF. Venían a presentar su disco de debut, Principio de incertidumbre, y aunque el sonido fue potente y certero, y las proyecciones animaban el set, se les notó algo nerviosos sobre el escenario, lo que les hizo mostrarse fríos y cometer pequeños errores. Aún así, los temas de los barceloneses prometen.
Exxasens, una de las bandas puntal del sello Aloud, demostraron que sobre el escenario son arrolladores sin perder la cercanía. Aún con un sonido que no acabó de hacerles justicia (la guitarra demasiado alta y en general todo un poco opaco), presentaron un setlist apabullante, que en los primeros temas quedó algo monótono pero que pronto remontaron con «Eclipse» o «Sky In Red». Abanderados del «buenrollismo» que caracteriza cualquier evento que organiza el sello Aloud («somos de Rusia», bromeaba el batería Oriol Planells a cuento del entusiasmo que demuestran por ellos en esas tierras) gustaron mucho al público, que acabó coreando su nombre. «Satellites», y muy especialmente el final con «Eleven Miles» fueron dos de los momentos más brillantes de un concierto notable.
Pero entonces llegó el huracán Maybeshewill y las letras grandes y gordas que señalan a los cabezas de cartel se quedaron pequeñas y escasas. ¡Enorme arrebato post-roquero de los británicos! Exquisitos en los instrumentos, impecables en el sonido y explosivos en los clímax de las canciones. Recién salidos del estudio en el que están dando los últimos retoques a su nuevo disco, exhibieron un set que juega con voces sampleadas de películas, pianos emotivos, toques electrónicos y guitarras musculosas para construir temas llenos de esa sensibilidad y esa brutalidad que hacen que se te pongan los pelos de punta cuando suenan «The Skies From A Hillside» o «He Films The Clouds Pt.2».
VIERNES
La apertura del segundo día del AMF, el más heterogéneo de los tres, fue tarea de los mallorquines Fura. Sus originales proyecciones dieron colorido a un set robusto y potente en el que presentaron su debut homónimo en petit comité. Concierto sólido, aunque por momentos impenetrable e incluso lejano.
Lo de The Physics House Band es tan sobrado que a ratos es hasta intimidante. Se suben al escenario tres chavales, cogen sus instrumentos y, con una técnica insultante, construyen un caos de escalas, melodías, free-jazz, distorsiones, ritmos imposibles, pianos y preciosas improvisaciones en el que los cambios se suceden a tal velocidad que de pronto parece que la vorágine te engulle y te sientes abrumado. Pero el resultado final es apabullante y magnético, a medio camino entre la jam session impetuosa y el prog rock experimental. Y la sensación es que, a pesar de haberme perdido hace rato, por mi pueden continuar tocando hasta que se cansen. O hasta que me sangren los oídos.
Así que después de este desparrame sonoro, el papelón de los mejicanos Shelter in the Desert parecía mayúsculo. Pero resultó que su post-rock ambiental era lo más adecuado para ese momento y agradecimos su confortable acercamiento al género, al menos en la primera mitad del set. Llegados a cierto punto, las pulsaciones habían vuelto a su estado natural y entonces el concierto acabó sonando monótono. Situados en la zona de confort, les faltó un poco de originalidad y un poco de soltura sobre el escenario.
El espectáculo de Vessels empieza desde el momento en que montan su escenario: cuarenta minutos tardan en esparcir literalmente catorce maletas llenas de maquinitas, instrumentos, dos baterías, teclados, cables, pedales… hasta dejar un espacio minúsculo en el que casi no caben los músicos. Y desde que empieza el concierto, doy fe de que no dejan ni una tecla sin tocar, ni un cacharro sin mover y ni un pedal sin usar. Es un gusto ver como construyen canciones con capas infinitas y todas sus texturas en directo y como los temas crecen con distorsiones que se superponen a los beats y los ritmos. El set giró alrededor de los temas del espectacular EP Elliptic, donde la electrónica experimental se da la mano con el post-rock, pero en el que las guitarras han dejado de ser tanto el centro de atención como el esqueleto sobre el que se construyen los temas. El concierto, brillantemente ejecutado, fue intenso y energético, con momentos para el deleite como su versión de «The Sky Was Pink» de Nathan Fake (que un rato más tarde estaría pinchando en el piso de arriba) o la grandiosa «Blue Clouds». Simplemente magistral.
That Fucking Band pondrían la nota animal a la noche con su terremoto sónico, con su volumen peligrosamente nocivo y su math rock que está a un paso del punk en actitud y en sonoridad. Batería y guitarra le sirve a este dúo inglés para tirar abajo la sala, para hacer mover el suelo, para despeinar los pelos de la nariz. Una bestialidad basada en la fuerza bruta que aún sonaba más áspera en contraste con la floritura que les había precedido.
Poco a poco la noche había ido fundiendo a los asistentes, pero los que aguantamos hasta el set de IEPI nos vimos largamente recompensados. El último fichaje del sello Aloud es una bestia desbocada sobre el escenario: guitarras que no dan tregua y un brío contagioso que les hacen tremendamente divertidos en directo. Gran descubrimiento personal.
SÁBADO
Si el viernes fue un día complejo por la variedad de sus propuestas, el sábado se presentaba como el día para el amante de las guitarras más ásperas. Para la ocasión, abría la banda de Madrid El Páramo (con miembros de Adrift), que acaba de estrenar su segundo trabajo y que aprovecharon para presentarlo en directo ante una sala que, para ser la primera hora, presentaba una bonita entrada. A pesar de algunos problemas técnicos, su stoner hizo disfrutar a los asistentes, que venían con ganas de sonidos pesados y sofocantes.
Minor Empires, la banda formada por exmiembros de Nothink y Toundra, fue la única de todo el festival con cantante («ya le puedo decir a mi madre que hemos sido la banda que mejor ha cantado de todo el festival», bromeaba al respecto Juan Blas), aunque su propuesta sonora encajaba perfectamente con el espíritu del festival. Presentaban su disco de debut con la sala llena y las expectativas muy altas, y aunque su planteamiento es intenso y con brío, el resultado final peca un poco de conservador y se echa en falta esa chispa que caracteriza a las bandas de las que provienen sus miembros.
Jardin de la Croix van sobrados de técnica, eso nos queda claro en disco. Pero cuando los ves desplegar su híbrido de math y progresivo encima del escenario, queda absolutamente confirmado. Enérgicos y con un sonido muy bueno, presentaron su último EP 187 Steps to Cross the Universe, consiguiendo un set excelente sin dispersarse en desarrollos infinitos. Muy, muy buen concierto de los madrileños a los que les falta, por poner una pega, acabar de redondear los temas.
Tras un pequeño respiro (bocata, aire fresco y un poco de descanso para los oídos), fue el turno de los alemanes Kokomo, que venían con su tercer disco bajo el brazo, para hacer descender las pulsaciones tras la descarga de Jardín de la Croix. Post-rock tonteando con post-metal, con un sonido granítico y compacto, en el que los temas proyectaron una atmósfera lúgubre, etérea y pesada. Sobre el escenario la banda presentaba una buena presencia escénica, con maneras propias del metal. Y a todo esto hay que sumar un sonido perfectamente nítido y demoledor.
Si de una cosa peca el rock instrumental, en general, es de ser serio y circunspecto. Así que es un placer cuando uno se encuentra con una banda como los alocados Unicornibot. Con estos gallegos, el escenario se llena de cascos de aluminio, humor, gamberrismo y caos. Pero pronto te das cuenta que el desgobierno no es tal y que los temas funcionan como complejos engranajes donde todo cuadra. Hacen bromas con el público (muchos paisanos que han querido acercarse a verlos), hacen crowdsurfing, bailan y montan lo que se llama un auténtico espectáculo. Así que resulta que es verdad que hay una banda de rock instrumental con sentido del humor sobre el escenario. Me lo habían dicho, pero no me lo creía.
Y así, a lo tonto a lo tonto, llegábamos al último artista de esta edición. Se me ocurren pocas cosas mejores para cerrar el Aloud Music Festival que unos bailoteos de la mano de Umberto. Este es el nombre que sirve al americano Matt Hill para construir música electrónica a partir de bandas sonoras de los setenta de la tradición del giallio (thriller y películas de terror), y que suena a analógico y a retro. Una mezcla interesante que muchos encontraron un poco fuera de lugar pero que yo entendí como la forma que tiene el rock instrumental de dar la mano a géneros tangenciales pero con los que, por qué no, puede congeniar perfectamente. ¿La sesión de Umberto? Entretenida, hipnótica y curiosa.