Discos

AMA – Nada dos veces (Jabalina)

 

Así que pasen otros quince años. Cuando el proyecto AMA echó a andar lo hizo más como un divertimento que tenía más visos de ser pasajero que de pretensiones de futuro sólido, aunque las bandas que confluyeron en la aventura (El Joven Bryan, Daily Planet y los imprescindibles La Buena Vida) fueron quedándose por el camino y cediendo fuelle al primo lejano que llegaba para instalarse definitivamente. No obstante, la trayectoria ha sido algo errática y hasta ahora fructificada en cuatro discos largos, amén de un par de magníficos EPs. Con esta nueva grabación persisten en la fórmula naïf -aún no hemos adivinado el significado exacto del término- perfeccionándola y centrando los textos para convertirlos en los mejores de su carrera.

En contra de lo que puedan inferir los ambientes y el tono general del álbum, títulos como «Los turbulentos» son claramente optimistas e inundados de suaves corrientes de aire pop, de la misma manera que en «Memorias pálidas» se bañan en un cántico de esperanza y arrastran la melodía hacia un mar de dulce nostalgia que en absoluto es sinónimo de tristeza. Es más, se diría que han dedicado largas y pausadas escuchas a discos «menores» de los 90 en los que el rock empezaba a entenderse de otra forma. Tampoco se quedan ahí, pues como buenos sibaritas prefieren moverse entre diferentes menús sonoros, y a nadie que haya seguido mínimamente su evolución debe escapársele que siempre han tenido un elocuente toque francés y que han sabido, y saben, utilizar las palabras para recrear situaciones y emociones a placer. Ambos rasgos conviven en la espléndida «Aquí Paz y después Gloria» (sí, así, jugando con nombres propios y comunes) sin necesidad de renunciar a su identidad melódica. Puede que influya su regreso a Jabalina, la escudería que los vio nacer, o la sencillez de una producción casera que transforma las canciones en radiantes edificios de pop en los que insertar riffs eficaces («Rayos de borrar» subraya las intenciones de este trabajo) o reafirmarse en la belleza de lo espontáneo («Tierra y sol» juega con esa habitual falsa inocencia de sus letras).

El armazón básico de «Nada dos veces» se consolida en otros compartimentos tan acogedores como el de «Cuánto tiempo», donde la eterna espera se torna en gozo, o en la lozanía sesentera de «No hay dos iguales». La prueba definitiva de que la obra les ha quedado más que decente se encuentra en el acabado casi perfecto de «Verdadero o falso», con sus preciosas borlas rítmicas, y finalmente pueden sentirse orgullosos de clavar el acento irónico entre líneas sin que se note demasiado en «El salvaje de mediana edad», radiografía certera del tiempo de madurez, temido y deseado a partes iguales. En el balance que todo juicio de valor debe reflejarse, los nuevos tiempos que a AMA les ha tocado vivir parecen serles benévolos en valores musicales e ímpetu creativo. De prodigarse más, podrían convertirse en la verdadera joya del pop español. Si no lo son ya, claro.

 

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