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AMFest 2018 (Fabra i Coats) Barcelona 12-14 de octubre

Soberbio. Las expectativas, con semejante cartel, eran elevadas, pero en la práctica, el AMFest de este año, en su séptima edición, estuvo más que a la altura. Que como pega solo se pueda hacer referencia al calor que hacía en el recinto (la antigua fábrica de hilo Fabra i Coats, en Sant Andreu) habla de los logros de una organización cuasi perfecta, meticulosa, cuidadosa con los escenarios y las bandas y que pecó, incluso, de excesiva puntualidad. Todo un lujo para ver a 27 artistas, ni más ni menos, repartidos en tres días de música experimental, electrónica, post metal y rock instrumental.

La primera jornada  estuvo marcada por el potentísimo directo de Amenra, estremecedor por momentos. El reloj marcaba las 20,30 horas cuando los belgas empezaron a hacer sonar los tubos de metal de la intro de Boden, de su álbum Mass V (2012), dando inicio a hora y cuarto de música desde el abismo. Colin H. Van Eeckhout cantó casi siempre de espaldas, como suele ser habitual, arropado por el resto de la banda y unas sugerentes proyecciones que evocaban ritos mágicos en una naturaleza oscura. Pusieron los pelos de punta temas como Razoreater, del Mass III (2008), en los que el grito inicial de Van Eeckhout se proyectó con un foco de luz para invadir toda la sala. Amenra lució ese particular estilo que mezcla unos arranques a veces muy suaves, cercanos a Mogwai, para luego ir in crescendo, rollo Neurosis, con bajos que vibran en el pecho, hasta reventar y llevar a su público a la catarsis. Catarsis como la experimentada en cada recital por el líder del grupo, que a mitad de concierto se despojó de la camiseta para lucir el impresionante tatuaje que cubre su espalda.

Destacaron también el viernes los luxemburgueses Mutinity on the Bounty, con su math rock escorado al dance que puso a botar a media fábrica. Pero su concierto no estuvo exento de emotividad, ya que hubo tiempo también para una dedicatoria a un amigo de la banda recientemente fallecido.

Unos de los cabezas de cartel, los británicos 65daysofstatic, estrenaron su performance Decomposition Theory Show, con un particular sonido electrónico fusionado con vídeos para configurar un proyecto envolvente.

Este día de arranque también tocaron otros artistas como Thermic Boogie (un aire con el dúo gallego Bala, pero en chicos), la holandesa Eevee (con un set inclasificable) y los catalanes Playback Maracas, que cerraron la noche con ritmos tropicales.

El sábado, los platos fuertes empezaron pronto con el acústico de Owen, exlíder de American Football. Tranquilo, fue desgranando una sucesión de canciones tiernas en las que su voz fue protagonista, al desnudo, solo acompañada de una guitarra. Owen se mostró, además, muy cercano con unos seguidores con los que conversó entre tema y tema, momentos en los que también aprovechaba para darle un sorbo a su copa de vino. Tanta emoción, que terminó vitoreado.

Desde Australia, Caligula’s Horse dieron la nota de metal más progresivo al festival. Sus integrantes salieron muy motivados y los asistentes respondieron haciéndoles los coros en alguna ocasión. Uno de los picos de su actuación se produjo con «Songs for No One», de In Contact, su último disco, y siguió con «Fill my Heart», del mismo trabajo. Hacia el final tocaron «Bloom», del homónimo (2015), en la que los dos minutos melódicos del comienzo, con tonos bastante agudos, dejan paso después de un par de minutos a una batería más rápida y solos de guitarra de lo más old school.

El metal se hizo más pesado con A Storm of Light, una tormenta pero de sonidos oscuros. La batería sonó un tanto a su bola pero las guitarras estuvieron brillantes en su creación de paisajes y también en las distorsiones. Una vez más, en este concierto sobresalieron las imágenes en pantalla, ilustrando escenas de alienación y represión en las calles de grandes y no tan grandes ciudades.

Y entonces llegó Mono. Los de Tokio, que anunciaron nuevo disco para principios de 2019, empezaron en Barcelona con el reciente y magistral «After You Comes the Flood», tema compuesto para el corto del director francés Julien Levy y que parece una marcha militar: batería súper seca y cada vez más ruido. Boom. Así se empieza un concierto épico. Elegantes, minuciosos, no perdonan. Sus actuaciones (como sus álbumes, pero, lógicamente, más) gozan de una profundidad que parece imposible, ayudadas por la duración de sus canciones pero sobre todo por las cúspides sonoras que alcanzan.

Con «Death in Rebirth», de Requiem for Hell (2016), el ambiente siguió tomando forma y entrelazándose de forma intensa, tanto musical como espiritualmente. Si mirabas a tu alrededor, cada uno vivía los guitarreos y el ritmo constante de la batería a su manera, pero los vivía. Cierto bajón supuso, quizás, Breathe, con órgano y voz dando el pistoletazo de salida, pero es que los dos anteriores habían sido verdaderos zambombazos. Con «Nowhere, Now Here», Fabra i Coats volvía a ser una sauna, pero la consigna parecía ser sarna con gusto no pica. Es difícil combinar como lo hace Mono perfección a los instrumentos y una emoción tan máximas: la suma arroja belleza por los cuatro costados.

El xilófono al principio de «Dream Odyssey», del disco For my Parents (2012) y el piano que le sigue presagiaba que la cosa aún iría a más: gentes, preparen sus pañuelos. Continuaron con «Meet us Where the Night Ends» para incrementar el trance y con «Halcyon (Beautiful Days)» para reconciliarse con el mundo. En esta última, la batería se aleja para ceder el papel principal a la viola. La música te mece, el ritmo se reduce para, de repente, generar la mayor de las explosiones. Los aplausos fueron prolongadísimos antes y después del último tema, «Ashes in the Snow», en la que los reyes del post rock se sobraron haciendo regates, buscando el sitio por el que colar la melodía eufórica que es ya para muchos un verdadero himno.

My Sleeping Karma tenían en el AMFest la tarea no menor de hacer de puente entre Mono y Toundra. Y lo hicieron de la mejor manera posible: sin descanso, con un rock muy melódico que ronda el stoner y la psicodelia.

Pero la cantidad de camisetas dejaba a las claras quiénes eran los favoritos entre una gran mayoría en este segundo día del festival. Y llegaron bajo varios luminosos con forma de V, en alusión a su último disco, el quinto de su carrera, Vortex. Toundra trotaron y galoparon por el escenario, como es norma en ellos. Tocaron cinco de las ocho canciones de su trabajo más reciente: «Cobra», «Tuareg», «Kingston Falls», «Mojave» y «Cruce Oeste». Después de un buen número de bolos, se les vio más rodados que nunca. Tocan de carrerilla sin dejar de disfrutar, algo que con especial fuerza transmite Esteban Girón, siempre animando, riendo y saltando. No faltaron ya clásicos como «Magreb», «Bizancio» (del II) y «Kitsune» (del IV) y, ya hacia el final, el «Cielo Negro» (del III).

El domingo hubo menos afluencia por razones logísticas, pero no pocos pudieron escuchar, atentos, ya sentados, la interesantísima propuesta de Lisa Morgenstern. Piano a un lado y mesa con sintetizadores al otro, esta hija de músicos de orquesta alemana búlgaro estuvo entre las grandes revelaciones del evento. Mención para la canción tradicional búlgara, preciosa a la par que triste. Por momentos, Morgenstern parecía desdoblarse con una mano tocando cada teclado y girándose para cantar a un lado y a otro. Dejó hueco a la experimentación en directo y muy buen sabor de boca.

Después era el turno de Giardini di Mirò, italianos en activo desde 1995 que mantuvieron un nivel alto durante todo su concierto, en el que destacaron trompeta y saxo, que dan un empaque especial a su sonido.

Emma Ruth Rundle, otra de las grandes esperadas entre el auditorio del AMFest, firmó un directo magnífico, que incluyó un buen repertorio de su último disco, On Dark Horses. «Control», la propia «Darkhorse»… Son canciones que irradian dolor, desde la oscuridad y la delicadeza. Fue un concierto redondo, con el grupo acompañándole también muy acertado, aunque en estos asuntos hay gustos para todos y hubo quien habría preferido que la actuación fuese en solitario. Terminó con «Heaven», de Marked for Death (2016) y el bis correspondió a «Shadows of my name», de Some Heavy Ocean (2014), ahora ya sí ella sola ante el peligro.

The Notwist se encargaron de echar el cierre a este AMFest con aroma electrónico y una nota más que sobresaliente.

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