Así fue nuestro paso por el In-Edit 2014
Otra edición, otra sobredosis de música. Es lo que tiene el In-Edit: te sientas en una butaca durante un par de horas y te dejas llevar por las imágenes que te llevan a comer con Warren Ellis y Nick Cave, que te acercan al quiosco del Sheffield de Pulp, que te acompañan por el mundo junto a Pete Seeger y Toshi o que te descubren la faceta más freak del coleccionista de música. Y durante dos semanas las horas se llenan de música en formato película. No se puede pedir más.
Pulp: A Film About Life, Death and Supermarkets
Florian Habicht, UK, 2014
Raquel García
Pulp dejaron de ser una banda en 2002. Oficialmente nunca se separaron. Pero en 2012 hicieron una gira de reunión que sería la despedida que una banda como Pulp merecía. Y como guinda del pastel, la última fecha iba a ser en Sheffield, su ciudad. Lo fácil hubiera sido coger la cámara, plantarse en Sheffield y montar un documental sobre ese último concierto. Lo bonito, lo que ha hechoFlorian Habicht, es irse a Sheffield y descubrir a Pulp a través de los ojos de sus propios habitantes: los dependientes del mercado donde Jarvis Cocker estuvo trabajando de pescadero cuando era estudiante, el quiosquero, la fan americana que ha venido a verlos desde Atlanta. La realidad de una banda es distinta para cada fan. Y ahí radica el interés de esta película.
El entorno gris e industrial de una ciudad que modela a sus habitantes es también el que modela la música de Pulp. Y tanto sus habitantes como los propios miembros de la banda descubren en este documental su visión de la música a través de Sheffield. Y su visión de cómo vivieron el auge y fama de Pulp, el brit pop, y el posterior regreso para la gira de despedida. Verdadero homenaje a la common people en una película tan poética como la propia banda. Y con su buena dosis de realidad… como la propia banda.
Finding Fela!
Alex Gibney, UK, 2014
Sonia Galve
Sección Oficial en Sundance 2014, participó en la categoría «Excedlents» del Inedit. Gibney, reconocido director de atractivo estilo introspectivo, actualmente produce para la HBO un documental de cuatro horas sobre Frank Sinatra, con anterioridad ha editado, entre otros títulos, We Steal Secrets: The Story of WikiLeaks.
Turno para el nigeriano Fela Kuti (1938-97), o según su biógrafo “The black man of the Nile”, padre del “afrobeat”; sofisticada mezcla de highlife, tradición yoruba y jazz. En orden cronológico, esta cinta de factura impecable intercala los principales pasajes de un musical de Broadway sobre su biografía con imágenes de archivo, algunas de ellas inéditas, comentadas por su entorno. Las reflexiones del director de escena nos adentran en el mosaico de complejo encaje que fue Fela, un excelente músico cuya kamikaze trayectoria política de defensa de los derechos civiles a menudo entró en contradicción con su modo de vida poco ortodoxo.
Kuti, hijo de activistas y de formación musical anglosajona (trompeta y piano), creyó por encima de todo en el poder transformador de la música como una fuerza para el cambio social y político. Uno de los momentos más interesantes del film corresponde al testimonio de Sandra Isidore, una de sus primeras compañeras a la que conoció en su estancia en LA, quien le introdujo a la literatura y política de Malcolm X, Eldridge Cleaver y otros partidarios del Black power y Afrocentrismo. En otro corte Paul McCartney relata como le marcó de por vida una de sus actuaciones en el famoso The Shrine (nightclub/local social regentado por Fela), por su virtuosismo y la energía de su formación, los Koola Lobitos (posteriormente Africa 70). Detenido 200 veces, ante las adversidades Fela resurgía para dar un nuevo impulso a su música. Zombie, una mofa a la policía local, tuvo como consecuencia el incendio de su comuna/estudio de grabación Kalakuta Republic y la muerte de su madre defenestrada, incidente que inauguró el periodo más sombrío de su trayectoria. Estafado por un gurú pasó por la cárcel. Su incondicional compañero Tony Allen ilustra como Fela en los 90 continuó con su producción, cada vez más rica y experimental, alargando la duración de sus composiciones a niveles sinfónicos. Antes de enfermar de SIDA se embarca en una gira por las principales capitales europeas. Finalmente somos testimonios de su anecdótico y sentidísimo entierro multitudinario.
20,000 Days on Earth
Iain Forsyth, Jane Pollard, UK, 2014
Raquel García
Cuando Iain Forsyth y Jane Pollard decidieron hacer un acercamiento a la figura de Nick Cave, tenían muy claro que no querían seguirle cámara en mano y firmar el enésimo ensalzamiento de un músico. Su propuesta iba a ser mucho más original: Forsyth yPollard se inventaron un día en la vida de Nick Cave, le introdujeron en cada una de las escenas que habían creado y, a partir de ahí, dejaron que los numerosos diálogos de cada escena se desarrollaran libremente siguiendo la pura improvisación. El resultado es excelente: mitad ficción y mitad realidad, pero mezclados de tal forma que uno nunca sabe qué es qué de lo que está viendo. Ni siquiera cuando la voz en off del propio Cave habla entre escenas podemos estar seguros de cuánta verdad nos está contando.
Si a esta original idea le añadimos la fuerza visual de una producción cuidadísima y una fotografía de gran belleza, además del propio poderío del personaje, el resultado es una película excelente que no solo busca tocar el corazón del fan acérrimo, sino entretener (que no convertir, ojo) al que no lo es. Nick Cave se muestra como una persona elocuente que duda de su propio personaje y de la fama, que tiene sus ratos malos y sus momentos de genialidad musical, que se acuerda de sus amigos y que se ríe mucho de sí mismo (el Museo de la Mierda Importante – Museum of Important Shit- es simplemente cojonudo, si se me permite la ordinariez). Esto lo hace vagamente cercano pero sin perder el aura de singularidad que lo caracteriza.
La película está plagada de momentos para la posteridad, desde la escena en casa de Warren Ellis hasta la visita al ¿falso? psiquiatra o las charlas con imaginarios amigos en el coche. Y en general es un ejercicio de exquisito gusto estético y minuciosidad creativa.
American Interior
Dylan Goch, Gruff Rhys, UK, 2014
Raquel García
En 2012, Gruff Rhys se embarcó en una gira por Estados Unidos con la excusa de seguir los pasos de John Evans, explorador galés que en 1792 puso rumbo a la Américas para encontrar una mítica tribu de indios nativos americanos que, sorprendentemente, también hablaban galés. Ah, y con el que además Gruff Rhys comparte algún tipo de parentesco lejano. Rhys planteó la gira como un experimento didáctico y musical en el que crearía las canciones a medida que el viaje se desarrollaba y además daría a conocer el personaje de John Evans, reencarnado en una simpática marioneta que le acompaña en su ruta, a través de sus aventuras en cada una de las ciudades de la gira.
De este periplo nace American Interior, una película-documental tan colorista e imaginativa como el propio Gruff Rhys a la que acompaña una banda sonora en la que Rhys se impregna del sonido americano. Una película cercana y con mucho humor en la que, con la excusa de la música y John Evans, el galés profundiza en temas como las raíces, las etnias, los idiomas minoritarios y el espacio de cada persona dentro del pasado cultural que le ha tocado vivir. Y en la que Rhys despliega todo su encantador frikismo para convertir esta especie de road-movie en un ejercicio artístico donde música, cine, ilustración y diseño se alían para conectar con el corazón y también con la cabeza del espectador, haciendo reír, echar alguna lágrima y, también, pensar.
Brillantísima película que, no en vano, le ha valido el premio al mejor documental de esta edición. Completamente merecido.
Pete and Toshi Get a Camera
William Eigen, USA, 2013
Sonia Galve
1957, Pete Seeger, su mujer Toshi y sus tres hijos celebran haber recuperado su pasaporte (retirado por no incriminar a otros colegas durante la caza de brujas) con un viaje por 28 países con el fin de documentar su folklore. Se trata también de un proyecto de intercambio cultural. La familia prepara unas sencillas maletas y una buena dosis de autosuficiencia educativa. Recuerdos de un anciano Seeger e imágenes en blanco y negro se suceden.
Lo mejor: el blues de los labradores de un penal de Texas marcando el ritmo a golpe de azada, la historia del hombre de negocios japonés que lo deja todo por tocar la flauta espiritual wagon shakahuhachi, la vivencia de la liberación de Kenia, el episodio de los tambores parlantes en Nigeria, las caras de incomprensión de los moradores de una tribu guerrera tanzana sedienta de acción durante el recital de banjo de tono pacifista con el que les obsequia Seeger, la visita a una familia de emigrantes yemenís en Israel y la cálida acogida de la familia Seeger en un Moscú en plena guerra fría, donde Pete ofrece un concierto en el teatro Charkoska en el que tiene que interrumpir tras cada frase la actuación para dar paso a la traductora al otro lado del interminable escenario. La correspondencia de Seeger con Woody Guthrie y la sagacidad de Toshi como directora de la expedición.
Lo peor: la calidad de la imagen rodada en 16 mm y del audio, eran otros tiempos..
Tubular Bells: The Mike Oldfield Story
Matt O»Casey, UK, 2013
Raquel García
Los documentamos musicales se hacen por dos motivos: o bien por el puro propósito artístico de crear una película sobre un personaje, género o ítem musical, o bien porque toca celebrar o promocionar algo. En el caso del documental que nos ocupa, el motivo es clarísimo: Tubullar Bells cumple 40 años y es la excusa perfecta para encender la cámara y que el propio Mike Oldfield nos venda el disco. Uno entra en la proyección con la duda de si aún queda algo por contar sobre este archifamosísimo disco. Sesenta minutos más tarde, cuando están pasando los títulos de crédito, resulta que no. Tanto por la magnitud del artista y la obra, como por la relevancia del sello que lo editó, ya no debe quedar nada por contar que no se haya contado ya antes. O al menos aquí no cuentan nada nuevo.
Planteado como un documental al uso, el propio Mike Oldfield junto a Richard Branson y Simon Drapper (creadores de Virgin Records) y Simon Heyworth y Tom Newman (productores de Tubular Bells) nos recuerdan cómo un jovencísimo Oldfield entraba en su estudio rodeado de instrumentos para alumbrar una de las obras más innovadoras y geniales de la historia. Cómo Branson yDrapper apostaron por él para crear su discográfica. Como acabaría formando parte de la banda sonora de El Exorcista, para ser más tarde rechazado por el movimiento punk y personajes underground. O como formaría parte de la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Londres. Con aportaciones de los propios hermanos de Mike Oldfield, el documental hila la historia personal que llevó al británico a expulsar sus demonios en este disco para comprender más tarde que, hiciera lo que hiciera, nunca volvería a crear nada tan grande.
En resumen, un documental blando, poco original y con poca sustancia, que sería más adecuado para acompañar a la próxima reedición del Tubular Bells que se vaya a publicar.
Supermensch: The Legend of Shep Gordon
Mike Myers, USA, 2013
Sonia Galve
Myke Myers (Austin Powers), director de este documental, le debe mucho a su protagonista, Shep Gordon, él le refugió en su casa dos meses durante una crisis personal, cuando iban a ser solo unos días. Así de generoso y familiar era Shep con sus representados (Alice Cooper, Teddy Pendergrass, Pink Floyd, Blondie, un Groucho Marx tardío, etc.) a la par que ambicioso. El film abre con una frase demoledora del estilo «si hago bien mi trabajo voy a forrarme y tú vas a morir». A continuación, un surtido de anécdotas memorables, dignas de película de Billy Wilder que no os voy a destrozar (podéis repescar el documental en in-edit.tv), solo la imagen de Alice Cooper y Gordon paseando en su carrito «disfrazados» de golfistas ya vale la pena.
Causalidades de la vida convirtieron al recién licenciado en sociología Shep Gordon en un manager visionario. Su energía desbordante le permitió conducir a su rebaño de celebrities durante giras agotadoras cual pastor implacable, sorteando los peligros de la fama. Shep dio status legal a su negocio creando Alive y sacó partido de los beneficios y su de ingenio para identificar aquello que entretiene al público para crear más adelante una productora audiovisual, Island Alive, con éxito también en el circuito independiente (véase, Los Duelistas o el Beso de la mujer araña).
Las estrategias que utilizó para hacer alcanzar la fama a sus representados fueron incontables, desde, con el fin de ocupar Wembley, pasear por Picadilly la foto de Alice Cooper adornado únicamente con una serpiente, utilizar fotógrafos sin carrete para hacer visible a un debutante, crear el concepto “celebrity chef”, hasta enfundar el vinilo School’s out de Cooper en unas braguitas. Myers le define como uno de los mejores showmans del planeta, un hedonista ético, un capitalista progresivo y filántropo (montó una productora y se la confió a una excolaboradora al enterarse que había sido despedida).
El film profundiza en las entrañas de la fama, Gordon ha disfrutado del lado más superficial pero también sufrido la cara más oscura (renuncia a una vida personal completa y a tener hijos propios). No fue hasta conocer al chef Roger Vergé que vislumbró que fama y honestidad pueden ir de la mano. Su casa en Hawai ha sido un centro neurálgico del showbis respetado por los paparazzis, donde vive semiretirado y reconvertido a budismo JewBu (Jewish Buddhist), por culpa de Sharon Stone. Un vacío infinito le invade al despertar solo en el hospital tras un infarto, su secretaria se descompone en lágrimas. En la actualidad Gordon exprime su optimismo con un profundo poso de melancolía.
Spandau Ballet: Soul Boys Of the Western World
George Hencken – United Kingdom – 2014 – 106’
Raquel García
Cuando Spandau Ballet se hicieron famosos, yo era una cría de 10 años. No tenía ni idea de qué significaba la fama, lo que eran las drogas o lo duro que puede ser pasarse la vida de gira. Por aquel entonces, para mi, sí que era oro todo lo que relucía. En esos años,Spandau Ballet estaban en las portadas del Superpop y en las carpetas de mis compañeras de clase, y toda la peculiaridad arty y creativa quedaba engullida por su fama como banda para adolescentes, más preocupadas por saber el color favorito de Tony Hadleyque las influencias musicales del compositor de las canciones Gary Kemp. Ahora, treinta años más tarde, de la mano de este documental descubrimos que detrás de Spandau Ballet había cinco músicos con ambiciones creativas musicales de verdad.
Soul Boys Of the Western World es un documental sobre la vida de Spandau Ballet: desde que nacieron cada uno de sus miembros en esa Inglaterra que luchaba por salir adelante, hasta su descubrimiento del movimiento new wave, la formación de la banda, los primeros conciertos, la fama mundial, el posterior cansancio creativo y, finalmente y de forma inevitable, las peleas en los juzgados y la posterior reunión (de la que parece que saldrá un nuevo disco). Es un documental que deja de lado la nostalgia sensiblera y el sentimentalismo, para poner en contexto y dar profundidad a una banda que, al margen de la estrategia comercial que decidieron utilizar, tienen un puñado de temas y un par de discos, que resisten muy bien el paso de los años.
A pesar de su estructura básica y bastante lineal, no en vano es puramente cronológica, la película es entretenida y ágil, con imágenes de los inicios de la banda y las voces narrativas de los propios miembros. Y, aunque el final con “Gold” en directo es realmente emocionante, el documental está muy dirigido a esas fans que entonces, como yo, no entendían nada sobre la realidad diaria de la banda.
Jingle Bell Rocks!
Mitchell Kezin, Canada – USA, 2013
Raquel García
Cualquiera que en algún momento de su vida se haya sentido avergonzado por reconocer que es un friki de la música navideña, debería ver esta película. Mitchell Kezin, el protagonista y director, descubre que hay un buen montón de coleccionistas y fetichistas de la música navideña en el mundo, y decide conocer personalmente a algunos de ellos en una especie de cura a su obsesión patológica por coleccionar discos de villancicos. La primera escena promete: Mitchell Kezin entra en la tienda de discos más grande que vuestra mente sea capaz de imaginar (sí, es Amoeba en Los Angeles), y descubre emocionado su sección de música navideña a solo diez minutos de la hora de cierre. Hilarante escena de sudor frío y un carro lleno de portadas de discos a cuál más kitsh.
A partir de ahí, la película es un paseo por la historia de la música navideña y las motivaciones que llevan a los músicos a crearla y a la gente a comprarla, y que se hilvana siguiendo la obsesión de Kezin por el anti-villancico “Blue Christmas» de Miles Davis. Run DMC,Wayne Coyne de Flaming Lips o Alan Sparhawk de Low son solamente algunos de los personajes que se pasean por este documental tan insólito por el frikismo de sus personajes, como cálido por el acercamiento a la hora de contar su historia en primera persona. «Ahora ya no me da tanta vergüenza este hobby», reconoce Mitchell Kezin al acabar la película. Más de uno seguro que se siento identificado.
The Kate Bush Story: Running Up That Hill
Adrian Sibley, UK, 2014
Sonia Galve
Si alguien se quedó en que Wuthering Heights (1978) era la música del anuncio del perfume de Gloria Vanderbilt aprenderá mucho con este film. Típico documental estilo BBC, 60 minutos de impactos revisando la consistente, personal y ecléctica carrera de Bush.
A los 15 ya había compuesto 100 canciones, justo después David Gilmour (Pink Floyd) la descubre a través de la banda de su hermano y ficha por EMI. En tiempos de punk y disco, pacta recibir una preparación de 3 años de clases de mimo, danza y canto para aventurarse por el camino del “art pop”.
En el documental Elton John confiesa como un álbum de Bush rescató su fe en la música. Steeve Cogan (24hours party people) aproxima un retrato incluyendo imágenes de las múltiples parodias televisivas que el lado más histriónico de la artista ha dado pie. Las entrevistadas femeninas, Tori Amos, Annie Clark (St. Vincent), y un largo etc. además de sus calidades vocales (capaz de alcanzar un rango de cuatro octavas), admiran su creatividad y expresión polifacética. Bush ha explorado y reivindicado los diferentes planos de la condición femenina a lo largo de su trayectoria; la imagen sexy de «Babooshka» transmuta y conmueven historias bayo el prisma femenino como «Breathing» y «Army dreamers» (Never Forever, 1980) (el punto de vista de una madre con un su hijo en el frente). Se ha logrado también el respeto de algunos escritores por sus adaptaciones de textos literarios. Sorprende cuando Tricky explica como sus temas, que surgen de historias exteriores a ella, logran transportarle y evadirse como pocos. Lo consigue a menudo intercalando cuidadas grabaciones de elementos naturales en su música. Mujer, imaginación y naturaleza.
Una obra que se cocina a fuego lento, Bush se ha permitido largos periodos de silencio hasta que editar un trabajo y volver al plano público, especialmente tras las críticas a The Dreaming por excesiva producción, cuando desapareció tres años para preparar Hounds of love, que disecciona brevemente Brett Anderson, recomendando la segunda parte «The Ninth Wave» ( la historia de una mujer perdida en el océano). Cierra el archivo de imágenes del clip “Don’t give up” su estremecedora colaboración con Peter Gabriel.
Parece como si Kate estuviese por encima del bien y el mal; tras 12 años de ausencia Aerial fue nominado a dos premios Britt en 2006 y, aún hoy, ante sus peticiones al respecto, ningún fan osa darle al play de la cámara durante su última gira Before the Dawn (sold out).