Cuéntame una canción: «Rebel Girl», de Bikini Kill
Auténtico himno por donde se mire, «Rebel Girl» es uno de esos temas que han sobrevivido al devenir del tiempo por su trascendencia como referencia activista, pero también por representar universalmente uno de los episodios más interesantes de la música de los noventa. La canción de Bikini Kill trascendió esa línea temporal y se convirtió en la cabecera de las riot grrrl, un movimiento que, si bien a día de hoy colea a duras penas superado por otras opciones, marcó muchas de las líneas ideológicas en la música de aquella década, sobre todo en lo concerniente a la más pura libertad estilística y reivindicativa de la presencia de las féminas sobre los escenarios.
«Rebel Girl» nunca aspiró a convertirse en una canción melódica o de sonoridad reconocida. No. Esas cosas estaban alejadas de la construcción de la nueva revolución femenina en el rock que querían liderar Bikini Kill y otras tantas bandas y en la que el mensaje y la actitud eran, ya no lo primordial, sino lo único que importaba.
El feminismo y el activismo por los derechos sociales llevaban ya tiempo sobre la palestra, pero en los noventa comenzarían a repensarse en una nueva etapa. A finales de los ochenta, inspirados por la energía punk y con la intención de reforzar un compromiso de acción con la ideología, comenzaron a aparecer formas de expresión que juntaban la eficacia de la guerra de guerrillas editorial del hardcore con la autogestión y la lucha a través de cuantas más expresiones artísticas, mejor.
Así nacería el movimiento riot grrrl, al amparo del fanzine, de la fotocopia efectiva en el mundo underground. Jigsaw fue el primero de ellos. Había comenzado a editarse en 1988 en Olympia por Tobi Vail, reconocida activista y posteriormente baterista y fundadora de Bikini Kill (el grupo), quien comenzaba a trazar líneas teóricas de conexión entre el feminismo y el punk. Un año después llegó Girl Germs, relacionado con otro de los nombres que harían mella, Bratmobile, para llegar a 1990 con la aparición de Bikini Kill, un fanzine en el que una Kathleen Hanna rodeada un caldo de cultivo muy propicio para dar rienda suelta a sus ideas revolucionarias se alía con Vail para canalizar toda la energía y rabia y potenciar así su filosofía de acción.
El éxito de Bikini Kill y de Girl Germs alentó a sus protagonistas a unir fuerzas en Riot Grrrl!, el fanzine definitivo, que vería la luz en 1991 enmarcado por los disturbios de Mount Pleasant, un triste episodio en el que una oficial de policía afroamericana disparó a un ciudadano salvadoreño y que desató una revuelta multitudinaria.
Bikini Kill, como banda, había nacido en el otoño de 1990 en Olympia, una de las ciudades bañadas por el estrecho de Puget, en Washington, coordenadas que los situaban en la influencia de lo que llevaba un tiempo cociéndose en la zona y que años después explotaría en la orgía mediática del grunge. A Kathleen Hanna y Tobi Veil le acompañaron en su primera formación Billy Karren y Kathi Wilcox, y desde muy pronto se convirtieron en la nueva y vibrante referencia del circuito local.
Sus canciones eran cortas, directas y rebosaban proclamas que incitaban a la revolución feminista y llamaban a las mujeres a reclamar un lugar predominante en el mundo de la música, comenzando por subirse a los escenarios (Girls to the front!) desde donde, además, podrían arengar de una manera más efectiva y luchar contra la presencia eminentemente masculina en la industria y en la escena. En 1991, lanzarían el cassette Revolution Girl Style Now!, en cual recogía algunas de sus canciones habituales por entonces, destacando por su importancia «Carnival», un alegato-denuncia a favor de la presencia de las jóvenes riot grrrls en los eventos en formato de temazo acelerado directo al hígado.
A pesar de que tendría que pasar otra referencia discográfica (el EP homónimo, lanzado en octubre de 1992) hasta su registro «oficial», Bikini Kill llevaba ya unos cuantos meses revolucionando sus conciertos con un tema clave por su contenido, significado y que, a la postre, lo sería todo para el movimiento. «Rebel Girl» había sido escupida en el concierto que la banda ofreció el 21 de septiembre de 1991 en Fargo y, desde esa fecha, fue imparable.
«Rebel Girl» apuntaba en su totalidad a despertar las conciencias para actuar en casi todos los conceptos sobre los que Bikini Kill y el resto de grupos riot grrrl luchaban por denunciar y visibilizar, pero también festejar. El recorrido lírico estaba marcado por un, digamos, metaactivismo, en el cual se reconocía el activismo desde el activismo. La figura sobre la que versa este tema, esa chica rebelde, podría ser cualquiera de los nombres que venían liderando la lucha feminista en el rock y que habían construido una valiosa red de propagación de ideas políticas y artísticas. Sin embargo, a pesar de que represente a todas, es la artista multidisciplinar Juliana Luecking, mentora de Hanna en su desarrollo musical y activista, la que parece poner cara a ese título anónimo.
La historia, que se narra en primera persona, alude obviamente al activismo, sí, pero también a la sexualidad, a la libertad de elección y a la identidad, a la vez que a la adolescencia e, incluso, a cierta sentimentalidad que no solían prodigarse en ninguna expresión punk. Sobre ese aporreo de batería casi de batalla de Tobi Vail, Hanna eleva al máximo cierta admiración sobre lo que las chicas mayores que ella estaban consiguiendo y como, de alguna forma, la acogieron y su aspiración de llegar a ser como ellas (That girl, she holds her head up so high / I think I wanna be her best friend, yeah).
La personificación en la protagonista como símbolo es una idea que se repite en el estribillo (Rebel girl you are the queen of my world), pero no hay que perder de vista la extraña crudeza adolescente con la que se recitan las estrofas. Llenos de símbología y contexto (When she talks, I hear the revolution / In her hips, there’s revolution / When she walks, the revolution’s coming), los versos no solo instigan, sino que también muestran el camino hacia la visibilización de la identidad y de, por qué no, cierta camaradería (como el posterior Soul sister, rebel girl) que, en deseos, van más allá del apoyo mutuo (In her kiss, antes de que casi desaparezca en una explosión deliberada la primera persona que delata I taste the revolution).
Pero sí por una parte está el contenido, la forma de «Rebel Girl» fue también tremendamente exitosa, más por dotar de identidad al movimiento en su aspecto musical a través de una fórmula que comenzaba a despuntar (el grunge ya había llegado para quedarse) que por su complejidad (en el fondo, todo era punk y la estética tampoco era muy relevante). La guitarra rasgada de Billy Karren y el bajo incesante de Kathi Wilcox se alían perfectamente en la aspereza que acompaña esos primeros toques de percusión antes de explotar en el estribillo, resultando en una de las combinaciones más interesantes de todo el fenómeno underground de los noventa. Esa intensidad y marcialidad instrumental acogen (o acompañan) de manera excepcional la parte lírica. El resultado permitió a las riot grrrls lograr uno de sus objetivos: meterse con nombre propio en la actualidad y liderar una parte muy importante de la escena.
«Rebel Girl» tuvo tres vidas discográficas iniciales. La primera vez que apareció registrada en una referencia fue en Yeah Yeah Yeah Yeah / Our Troubled Youth (Kill Rock Stars, 1993), un elepé compartido con Huggy Bear, banda que había ya sido consolidada como una de las referencias riot grrrl en las islas británicas. El sonido de esta primera grabación es el más rudimentario de todas y la versión que menos velocidad tiene. La escasa producción, la cadencia menos elaborada de Hanna en su interpretación vocal y un mayor descontrol de los instrumentos hacen de esta primera edición una auténtica joya sin pulir.
Versión 1: La de Yeah Yeah Yeah Yeah
(A colación de su mención, viene al caso contar una anécdota sobre Huggy Bear, Bikini Kill y «Rebel Girl». Ese mismo año, en un concierto en Gales, en un tumulto provocado por noticias confusas sobre una amenaza de bomba, el público masculino comenzó a arrojar objetos sobre el escenario y a insultar a la banda telonera. Tal fue la tensión que Bikini Kill, encerradas en su camerino, temieron por su integridad física. Sin embargo, cuenta Hanna, la audiencia femenina empezó a corear «Rebel Girl» al unísono, lo que dio fuerzas y confianza a la banda a saltar al escenario y, con ello, fusionarse y comulgar en comunidad con las riot grrrls allí presentes).
La segunda grabación, cronológicamente hablando, fue producida para incluirla en el elepé Pussy Whipped, grabado en 1992. En ella se observa una producción más depurada, fruto de la colaboración con Stuart Hallerman, orientada ya a un producto más refinado o, por lo menos, a limar, sin perder su esencia ni la abrasión, ciertos aspectos de la primera grabación que, aún con las reminiscencias románticas del lo-fi, podían llegar a no ser tan válidos a un público cada vez más amplio.
Versión 2: La de Pussy Whipped
Sin embargo, la publicación de Pussy Whipped se produjo en octubre de 1993, y, un mes antes, la banda había lanzado el sencillo New Radio, que contenía la versión de «Rebel Girl» más comúnmente aceptada. Así, esta tercera grabación es, cronológicamente, la segunda en su discografía. No obstante, una audición a esta propuesta te hará saber inmediatamente que la versión del álbum, todavía con cierta aspereza, fue grabada con anterioridad: la producción no engaña. Joan Jett, de Runways, es el nombre detrás de esta versión, una colaboración que tuvo tanto de significado como de simbolismo, ya que ese edulcoramiento que rebaja la crudeza rocía de cierta inocencia adolescente el grito de rabia.
Versión 3: La más popular, la de New Radio
El movimiento riot grrrl, como tantos y tantos, comenzó a sufrir las consecuencias de sus devaneos con la popularidad y la exposición. No era fácil luchar por la visibilización de las causas y no caer, aunque nunca fuera voluntario, en las redes de la máquina mainstream. Lejos de llegar a ser un estilo (hablo ahora de música) que saliese mucho del underground -más allá de las megalomanías de Courtney Love en los últimos discos de Hole, la persistencia de bandas pioneras como L7 o en la influencia que tuvo en formaciones como Elastica-, a mediados de los noventa comenzaría cierto declive. Entre 1994 y 1996, las principales bandas desaparecieron o grabaron sus últimos discos, como fue el caso de Bikini Kill y su Reject All American, pero «Rebel Girl» seguiría ahí, permaneciendo entre los altares de una generación como símbolo de su lucha y proyectándose y renovándose en las oleadas posteriores.
Dentro de todas esas acciones que expusieron este tema a las generaciones del siglo XXI caben destacar, sobre todo, dos, agarradas de la mano de otras disciplinas del entretenimiento. En 2008, «Rebel Girl» fue incluida para usarse en el videojuego Rock Band, en lo que fue la primera gran renovación de su fama e importancia, y el primer contacto con una generación de jóvenes que estarían llamadas a renacer una nueva praxis feminista. La segunda nos lleva al cine. En 2013 se estrenó The Punk Singer, un documental dirigido por Sini Anderson que recorría la figura de Kathleen Hanna y en cuya banda sonora, por descontado, el tema tenía un lugar preferente. Este film actualizó y reivindicó, no solo la figura de la vocalista de Bikini Kill, sino también de la banda.
Tanto fue así que, cosas de la indecencia y del poco decoro político, John Podesta compartiría en 2016 en sus redes sociales un videoclip de «Rebel Girl» de producción casera con el objetivo de hacer campaña a favor de Hillary Clinton. Al verse cierta tergiversación, y cuando aquello empezó a oler a que los autores del vídeo se encontraban entre los propios propagandistas de la candidatura, Toni Veil interpuso una reclamación que acabó con la retirada del vídeo. En unas declaraciones a Death and Taxes, sección de Spin, la baterista acabó zanjando la polémica: «Nunca autorizamos el empleo de nuestras canciones en anuncios así que esto debería poner el punto y final ya».
La acción de Toni Veil acabaría siendo una nueva proclama, o, por lo menos, la enésima acción de un activismo sincero y real, desde la base y el underground, sin la mediación del establishment, y que devolvería la canción a su terreno y tarea principal una vez convertida en himno: alentar y recordar que queda mucho por hacer, pero que tú eres una pieza fundamental empezando desde la base. Y, por supuesto, si necesitas guía, no mires hacia arriba: dirige tu admiración mejor a esa que, cuando habla, en ella escuchas la revolución.
Ficha técnica:
Compositores: Tobi Veil, Kathleen Hanna, Kathi Wilcox y Billy Karren.
Productores: Ian MacKaye (primera grabación), Stuart Hallerman (segunda grabación), Joan Jett (tercera grabación)
Sello: Kill Rock Stars
Fecha de grabación: 1992
Fecha de lanzamiento: En el LP compartido Yeah Yeah Yeah Yeah, en marzo de 1993; la versión que aparece en New Radio, en septiembre de 1993; la contenida en Pussy Whipped, en octubre de 1993.
Letra:
That girl thinks she’s the queen of the neighborhood
She’s got the hottest trike in town
That girl, she holds her head up so high
I think I wanna be her best friend, yeah
Rebel girl, rebel girl
Rebel girl you are the queen of my world
Rebel girl, rebel girl
I think I wanna take you home
I wanna try on your clothes, uh
When she talks, I hear the revolution
In her hips, there’s revolution
When she walks, the revolution’s coming
In her kiss, I taste the revolution
Rebel girl, rebel girl
Rebel girl you are the queen of my world
Rebel girl, rebel girl
I know I wanna take you home
I wanna try on your clothes, uh
That girl thinks she’s the queen of the neighborhood
I got news for you, she is!
They say she’s a dyke, but I know
She is my best friend, yeah
Rebel girl, rebel girl
Rebel girl you are the queen of my world
Rebel girl, rebel girl
I know I wanna take you home
I wanna try on your clothes
Love you like a sister always
Soul sister, rebel girl
Come and be my best friend
Will you, rebel girl?
I really like you
I really wanna be your best friend
Be my rebel girl
El documental the punk singer , deberia de ser de obligado visionado en los colegios, crucemos los dedos para que en el primavera sound 2022, las bikini kill puedan dar ese concierto que el puto covid nos ha quitado el pasado verano.
Excelente artículo. Gracias.
Espectacular, muy bien documentado! respecto a lo del primavera sound citado antes…lástima