Drive-By Truckers – It’s Great to be Alive! (ATO Records)
Lo habitual es que los discos en directo se conviertan en meros vehículos de promoción comercial encaminados a forrar las arcas de la discográfica de turno, explotando y revisitando el catálogo de sus eslavos artistas. Y si no es así, la peor de las maquinaciones para malgastar las grabaciones en directo suele ser la ideada para editarlas como señuelo junto a un DVD, construyendo las pistas a base de copy/paste. Y así acabamos en el salón de casa con un pastiche musical en el que cualquier similitud entre lo vivido por los asistentes al concierto y el producto en cuestión es mera coincidencia.
Pero el arte es arte, y si quien lo factura es un artista de verdad y la edición del trabajo adolece más a una intención del artista que a la de un magnate de la discográfica, en ocasiones tenemos la suerte de toparnos con el extremo opuesto. Hay unos cuantos discos grabados en directo que supusieron el espaldarazo final a la carrera de algunos ilustres músicos, como lo fue el Made in Japan (1972) de Deep Purple; el Alive (1975) de Kiss, (sus seguidores se quintuplicaron tras su edición); o en tiempos más recientes el Unplugged (1994) de Nirvana, que convenció a propios y extraños tras la propuesta acústica de la ruidosa banda. Pues bien, este que nos ocupa con sus más de tres horas de duración, sí, sí, más de tres horas de duración, se convierte en la mejor carta de presentación que se me pueda ocurrir para disfrutar de la distinción y el buen hacer de una de las mejores bandas de rock actualmente en activo. Una grabación que cumple de una manera fiel, clara y concisa con el cometido de trasladar las impresiones de lo que se supone sentir en vivo durante un concierto rock del grupo de Georgia, pero que lejos de dejar al oyente al otro lado de la cuarta pared, triunfa en su cometido de impregnar tensión y arrojar emoción en cada segundo a las paredes de tu habitación. Su larga duración permite además adentrarse en el personalísimo mundo de la banda. Plagada de historias sobre drogas, desolación, whisky y las mayores tragedias cantadas al amor.
Todo ello con una rocosa, dura, áspera y fantástica tormenta árida de calidad musical. Cada cuerda, cada pulso de bajo, cada brillo del charles de la batería se transforma en un todo pensado, estudiado, ensayado y muy sentido que por méritos propios prolonga la diversión más allá del empaquetado sonido. El propio Patterson Hood introduciendo a su personalísima manera las canciones, hablando del KKK y del presidente Carter, mientras se nos permite oír el tintineo de los hielos en la barra del fondo del bar ayuda a que visualicemos casi el letrero de neón que posiblemente adornara el local de San Francisco en el que durante tres noches seguidas agotaron el papel para ofrecer esta inconmensurable obra de portento guitarrero y acidez lírica. La actual alineación de la banda, con cinco miembros sobre escena, ofrece un largo recorrido a su último disco, hasta seis canciones son rescatadas y mejoradas de English Oceans (2014); pero para demostrar que no se trata de un mero acto de promoción, sin aspavientos se ventilan todos y cada uno de sus años de carrera. Su último disco en directo se publicó hace veinte años ya. Incluso se atreven a recuperar algún tema de cuando los Drive-By Truckers ni siquiera se llamaban así, cuando se les conocía por el nombre de Adam’s House Cat. Y así diseccionando, reinventando y mejorando en todo los casos, le toman el pulso a la historia del rock, demostrando en directo, sin trampa ni cartón que no sólo de Wilco beben hoy en día el buen rock y el blues con tintes de Americana. Una joya del género al que pertenece, sin duda. Pero también una hermosa ocasión para conocer de una sola atacada la gran obra de sus autores.
Una grata sorpresa de este 2015. Tras un flojo English Oceans me vuelve a enamorar de DBT. Y es que siempre están ahí, cumplidores y fieles. Una propuesta que no defrauda.