Especial: Cruel World Festival. Parque Rose Bowl (Pasadena, LA – California)
Año 2020, la promotora Golden Voice anuncia un festival con cartel de ensueño. De esos en los que te restriegas los ojos y debes consultar otras fuentes por si es una broma, o como se dice un “fake”. El caso es que por fin podíamos asistir al festival angelino que, por razones obvias, se había tenido que suspender en su fecha primigenia.
Ver en un mismo recinto a leyendas como: Morrissey, DEVO, John Lydon (PIL), The Damned, Blondie, Bauhaus, Violent Femmes, The Psychedellic Furs, o bandas más actuales como: Cold Cave, Automatic, o Drab Majestic, parecía un sueño imposible. Pero a veces estos se cumplen y allí nos plantamos bajo el sol californiano, a disfrutar de un festival cuyo cartel era en un 80% de bandas siniestras, post-punk o similares. Como si las palmeras fuesen a salvar del sol a los vampiros asistentes al recinto de Rose Bowl. En Estados Unidos el festival ya ha sido rebautizado como “Gothchella”, bromeando con Coachella.
Era nuestra primera experiencia en un festival de tal magnitud en tierras norteamericanas, por eso lo primero que chocaba a los espectadores europeos, era el tener que pasar por arcos de detectores de metales (por el tema de las armas) para acceder al recinto.
Una vez pasados esos controles, un segundo encontronazo con la realidad norteamericana, tan lejos – a veces – de la nuestra. Tener que presentar tarjeta identificativa o pasaporte, para verificar la edad y que te pongan la pulsera para poder beber alcohol. Como si a uno no se le notara que tiene más años que Barrio sésamo.
Cosas muy a favor: se sirve la cerveza en latas grandes de casi un litro, no ves una lata en el suelo ni en ningún sitio que no sea su respectivo contenedor. Ni que decir que ninguna lata la ves volando. Me gustaría saber qué pasaría si tuviésemos ese formato de continente en la cerveza, en cualquier gran festival español. Que no me malinterpreten, esto no es el típico discurso de “lo que hay fuera es mejor”, pero es la realidad. El público es más respetuoso con depende qué aspectos. De las armas en otros contextos no hablamos, lo dejamos para otro día.
Organización perfecta en todo, generoso número de servicios públicos asequibles en todo el recinto, multitud de fuentes portátiles de agua para poder beber o rellenar tu botella de agua fresca y caminos perfectamente señalizados para dirigirse a todas partes.
En contra y que choca directamente con nosotros: Apertura de puertas a las 11:00 de la mañana, comienzo de conciertos muy temprano y finalización de estos antes de las 23:00, algo inexplicable para nuestra cultura nocturna. Hablando con gente de por allí, nos contaron que eso es lo más común en la gran mayoría de festivales en U.S.A.
Pero vamos al lío. Una vez pasados los controles pertinentes nos dirigimos a la bella explanada del impresionante recito. El Rose Bowl es un estadio de beisbol, aunque es multiusos, en cuya parte posterior se sitúa un parque repleto de palmeras, multitud de zonas verdes y hasta un lago con sus ocas, que compartieron alegremente y por dos días su espacio, con variopintas gentes de todo colorido.
Las actuaciones de las bandas eran en tres escenarios: dos grandes situados enfrente el uno del otro y en el que los conciertos se solapaban solo al principio y al final de cada bolo, por lo tanto; si eras rápido podías ver a la mayoría de las bandas consideradas más importantes. Claramente una utopía, teniendo en cuenta que el sol de aquella zona no concede treguas. Y finalmente un escenario más pequeño, situado a la entrada del recinto y a la espalda de uno de los grandes.
Llegamos justo a la hora de una banda legendaria y autoproclamados inventores de aquello que se vino a llamar Psychobilly. Hablamos de The Meteors, procedentes del Reino Unido, cuya jubilación está viviendo momentos de gloria en tierras californianas. Y es que Paul Fenech (vocalista, guitarra y único miembro fijo de la banda) y los suyos hace años que trasladaron su residencia a L.A, quizás sabedores de que en el Reino Unido están a otras cosas en lo tocante a lo musical y que en U.S.A hay un generoso circuito musical para la nostalgia.
Reticente y suspicaz iba uno al escenario Lost Boys a ver un rato a Paul Fenech, pensado que iba a ser el clásico concierto de solo aptos para fans del género. Lo cierto es que lucieron un potentísimo y compacto sonido, con una voz rugiente y musculosa por la que no han pasado los años. Repasaron algo de su arsenal clásico como: “Maniacs Rockers From Hell”, “Graveyard Stomp” y también la versión de Anti Nowhere League; “I Hate People”. Me alegró ver un frontal del escenario abarrotado para una banda de las que se presuponía menor en el festival.
Se acercaba la hora de las angelinas Automatic, que actuaban en el escenario Outsiders ante una afición quizás algo escasa pero muy entusiasta. El trío acaba de anunciar la salida de su segundo álbum, que llevará de título Excess y saldrá a la venta el 24 de junio. En este trabajo prometen seguir la estela de su primer gran disco, Signal (Rough Trade 2019) con grandes dosis de Synth Pop, Post Punk y Dark Wave.
El caso es que, Izzy Glaudini, Lola Dompé, y Halle Saxon dieron un corto pero preciso concierto en el que no cupieron ni las paradas, saludos u otras interrupciones que cortaran temas como: “Signal”, “Venus Hour”, “Too Much Money”, o “Suicide in Texas”. Después de verlas en vivo no es extraño que todo el mundo hable de ellas, bueno, quizás que Lola Dompé sea hija de Kevin Haskins (Bauhaus) puede que les haya dado un empujoncito en sus comienzos, nada que objetar. Por cierto, las tenemos en el Primavera Sound en junio.
Regresábamos al escenario Lost Boys para ver a unos clásicos de la escena gótica angelina y mundial. No en vano a Christian Death se les atribuye el nacimiento del Death Rock en Estados Unidos y es una de las bandas precursoras del Goth Rock por allí. Ahondar en la historia de la banda hasta llegar a nuestros tiempos, bien merecería un único artículo, pero para estar en precedentes: la formación actual está liderada hace años por el guitarrista Valor Kand, que fue miembro de Christhian Death desde 1982, junto al malogrado cantante original, Rozz Willians. Llegó a haber hasta dos bandas con el mismo nombre a finales de los ochenta, una con Rozz Willians y otra con Valor Kand, hasta llegar a solucionar este dislate en los juzgados. Con todo esto, no es de extrañar que haya gente que no considere a los Christian Death actuales los legítimos, sino una mera copia de la banda original.
Sea como fuera, Valor Kand y los suyos han seguido todo el legado de la banda, llegando a sacar trabajos más que dignos. Sus directos se debaten entre la genialidad, para unos y la pantomima para otros.
Una puesta en escena gótica a más no poder, proyecciones de cementerios, paisajes desolados etc. en dura pugna con un sol resplandeciente, dio paso a la intro y a un concierto que comenzaba bien. Sin embargo, si Christian Death tenían media hora escasa para hacerse valer, hicieron todo lo contrario, tirando por la borda una oportunidad única para atraer nuevos fans a su culto y para reconciliarse con otros. Problemas de sonido en el bajo por un cable ¡un cable! Incomprensible no parar un minuto y cambiar este y preferir seguir con un sonido deficiente durante toda la actuación para sorpresa de los presentes. Actitud de grupo amateur a tope ante estos problemas, golpeando partes del escenario y enfadándose con el técnico de sonido. La guitarra de Valor no es que sonase mucho mejor, la verdad. En cuanto a la elección de los temas, “New Messiah”, “Blood Moon”, o una larguísima y pesadísima “Abraxas We Are” no levantaron una actuación olvidable.
Primera actuación del día que veíamos en uno de los escenarios grandes, el Sad Girls, con Dave Wakeling y sus English Beat, que no son ni más ni menos que el mítico grupo británico del sello 2 Tone, The Beat, con el nombre que se pusieron para sus giras americanas y con el que se quedaron para siempre. Posiblemente la formación más abundante vista en los escenarios de Cruel World, con hasta 8 músicos sobre el escenario. No fueron pocos los que se preguntaron en redes sociales y grupos que, qué pintaban The English Beat en un festival con tendencia a la oscuridad, afortunadamente viendo la pradera del escenario repleta de gente bailando ska, las dudas quedaron despejadas. Mención especial al final del concierto con: “Ranking Full Stop”, su éxito indiscutible “Mirror in the Bathroom” y la versión de The Pioneers; “Jackpot”. The Kids (ejem) are all right.
Llegaba la hora de una de las bandas no cabezas de cartel a las que más ganas tenía de ver, Cold Cave. El grupo unipersonal del angelino Wesley Eisold, procedente de la escena hardcore de LA, se ha convertido con tan solo dos LPs en prácticamente una leyenda y lo han hecho no solo por sus composiciones redondas, también por sus directos apabullantes.
Para el corto set del Cruel World, Wesley Eisold y los suyos no escatimaron en puesta en escena, oficio y ganas para convertir un escenario con 35 grados a la sombra, en un excitante club nocturno a punto de estallar. La selección de temas fue mayoritariamente de sus dos únicos álbumes, Loves Comes Closes (Heartworm 2009) y Cheris the Light Years (2011 Matador) con temas como: el que da el título al primer disco, “Glory”, “People are Poison”, “Underworld USA”, o “Promise Land” con el que terminaron un excelente concierto de rabioso Post Punk que no dejó prisioneros. Increíbles.
No eran ni las cuatro de la tarde y ya habíamos asistido a algunos conciertos memorables. Me dio pena ver apenas tres temas de Missing Persons, la clásica banda ochentera de Los Ángeles, que fiel a su estilo y fundamentos musicales y estéticos convirtió el escenario Lost Boys en Sunset Boulevard circa 1982. Rindieron pleitesía a otros de su época, The Knack con la versión de su clásico “My Sharona”, para continuar con “Destination Unknown” y finalizar con su hit “Walking in L.A” con el que pusieron a bailar a medio festival. Jugaban en casa y son profetas en su tierra.
Nos acercábamos peligrosamente a las 16:40, momento en el cual iba a comenzar uno de los cabezas de cartel, John Lydon y sus PIL, Public Image LTD, la banda que formó justo después de la disolución de los Sex Pistols. Por lo tanto, era menester irse a coger un lugar coherente para ver el bolo, al escenario principal Outsider. No todos los días se ve a un pedazo de historia viva del Rock a pocos metros de ti.
Ataviado con su estrambótica y habitual vestimenta, con el pelo rapado por las sienes y siempre haciendo gala de sus malas formas– a todas luces impostadas –, luego tuvimos la oportunidad de estar cerca de él y es un tipo la mar de simpático – salió al escenario acompañado de su banda y gritando: “¡qué os jodan, qué os jodan, putos estúpidos, qué os jodan!”. Pues vaya manera de saludar, Johnny.
Nada mejor que comenzar con el pildorazo que da nombre a la banda, “Public Image”, para comprobar en propios oídos que la voz de John Lydon sigue siendo la particular voz de Rotten, a pesar de haber pasado más de 45 años. Con un sonido perfecto y una ejecución sublime, encabezada por su inseparable Lu Edmonds a la guitarra y mandolinas. Lu estuvo también en The Damned, por cierto, durante la grabación y gira de Music For Pleasure (1977).
Siguieron con su tema más conocido y celebrado, por supuesto “This Is Not A Love Song”, no sin antes obsequiarnos el viejo John con el numerito de sonarse los mocos al aire y lanzarlos al escenario, diciendo: “lo llevo haciendo toda la vida y lo seguiré haciendo”.
“Death Disco”, “I´m Not Satisfied” y “Shoom” fueron las siguientes de la lista en ser tocadas, hasta llegar a “Open Up”, una versión del dúo electrónico Leftfield, en su vertiente más experimental. Ya para acabar se despacharon con otro tema con solera de su repertorio, “Rise”, con un Lydon en estado de gracia vocal y físicamente, dando votes y vueltas por el escenario sin perder un ápice la voz. Incombustibles.
Había que salir volando al escenario Sad Girls si queríamos ver a otras figuras claves del U.K Punk 77 en particular y por extensión de la historia del Rock & Roll. The Damned ya habían anunciado que se presentarían sin el Capitan Sensible en Estados Unidos por problemas con el visado. Lo cual no hizo sino alimentar las teorías en foros y redes sociales, acerca de la posible militancia antivacunas del Capitan Sensible. Verdad o no, lo cierto es que no estuvo allí y fue sustituido por Troy Van Leeuwen, de Queens of the Stone Age.
¿Pudo este hecho afectar a su concierto? Vayan ustedes a saber, pero a mí los primeros temas me sonaron muy atropellados y la elección de las canciones, un error total. Solo había que ver la reacción del público un tanto aburrido en la primera parte del concierto.
No vamos a negar que Dave Vanian siempre es un valor en alza en el escenario, aunque una larguísima versión de “Alone Again Or” puede matar de un disgusto a cualquiera que haya ido a disfrutar de los clásicos de The Damned, las cosas como son. Su versión de Paul Ryan, la archiconocida “Eloise” tampoco estuvo muy acertada en lo musical. Ya cuando parecía que los británicos habían consumido su escaso tiempo para demostrar lo que fueron, se vinieron arriba con una batería de canciones que salvaron lo que parecía insalvable: “Born To Kill”, “Love Song”, “Neat Neat Neat”, “New Rose” y “Nasty”. Monty Oxymoron llegó a abandonar los teclados más de una vez para saltar por el escenario y confraternizar con el público. Pero de “Smash It Up” ni rastro. No te lo perdonaré jamás, Dave Vanian, jamás.
Los australianos The Church hace tiempo que fueron adoptados por la comunidad Goth de Estados Unidos como uno de sus referentes, aunque su sonido, cancionero y discografía en general vaya mucho más lejos de cualquier estilo musical. Ni que decir tiene que estética y líricamente tampoco están muy emparentados con el género. Cosas que pasan.
El poco tiempo que pude ver a The Church (cosas de tener tres escenarios con artistas todos grandes) me sirvió para constatar que siguen en plena forma, desde la última vez que pude asistir a un bolo suyo, hace años en la madrileña sala Moby Dick. “Reptile” de su álbum de 1988 Starfish fue con la que arrancaron, para seguir con “Metropolis”, en la que cobró protagonismo la guitarra de doce cuerdas que portaba para la ocasión Ian Haug. Continuaron con un tema inapelable de Heyday (1985) su disco más psicodélico con el que obtuvieron gran notoriedad en Europa, hablamos de “Myrrh”. Lamentablemente el rigor de los horarios me hizo alejarme del escenario, para ver a unas leyendas vivas.
Y es que Violent Femmes no son fáciles de ver en directo, al menos en Europa. Si no me equivoco llevan sin visitar el viejo continente desde el 2014, gira en la que recalaron en España en el Azkena. Su set fue de podría tratarse de impecable. A sabiendas de que tenían poco más de cuarenta minutos y al contrario que otros (ejem, The Damned) decidieron no dar tregua, empalmando unas canciones con otras al más puro estilo “Ramone”, en versión acústica, claro.
Apoyándose mayoritariamente en su disco homónimo de 1983, el – ahora – quinteto de Wisconsin decidió ir al meollo de la cuestión desde los primeros segundos que pisaron el escenario Sad Girls. Así comenzaron a cantar a capela con un público desgañitado, “Blister in the Sun”, para al minuto desplegar ese cargamento sonoro inconfundible, capitaneado por el bajo acústico de Brian Ritchie y las cuerdas de Gordon Cano. Cuando estaban tocando “Kiss Off” aquello parecía una esplanada de gente en trance, menos mal que el tercer tema fue “I´m Nothing”, bastante menos celebrado, si no; no sé lo que hubiera sido aquello.
Inmediatamente tocaron otros dos de sus clásicos, “Prove my Love” y “Promise”. Por supuesto que, a sabiendas de lo que el respetable quiere en un festival, no pudieron faltar: “Add It Up” y “American Music”. Como nota negativa achacable únicamente al festival, los primeros 20 minutos de concierto fueron un infierno de sonido para los que nos encontrábamos al lado derecho del escenario. Los que tocaban al lado, Jay Aston’s Gene Loves Jezebel, colaban su sonido por todas partes. Incomprensible en un festival así.
¿Son DEVO la mejor banda del mundo en directo? Después de verlos en el Cruel World me despierto todas las mañanas preguntándomelo. El escenario principal Outsiders se vio teñido por un mar de gorros típicos “cupulas de energía”, que portaban los fans, demostrando autentica “DEVOción”. Eso en sí ya fue parte del espectáculo, aunque proviniera de los seguidores. Mientras la banda salía a escena la pantalla gigante iba caldeando el ambiente con proyecciones de la banda.
En eso que prácticamente sin darnos cuenta los de Ohio, siempre con Mark Mothersbaugh a la cabeza, comenzaron con “Don´t Shoot I´m a Man”, haciendo coreografías muy locas con los dibujos de la pantalla. El concierto se dividió en dos claras partes, una primera más orientada en directo a los sintetizadores y una segunda más eléctrica hasta con tres guitarras sobre el escenario.
En la primera parte destacaron: “Going Under”, “Girl U Want” y “Whip It” en la que Mark Mothersbaugh emuló su vídeo de 1980, azotando con el cable del micro a sus compañeros, a modo de látigo. Las luces del escenario se apagaron, dando lugar a un mini corto de pocos minutos en los que relatan la llegada de DEVO a la Tierra, para rápidamente salir con sus clásicos trajes de color amarillo e interpretar su histriónica versión del “Satisfaction”. Trajes que fueron quedando hechos trizas a medida que iba avanzando el set. “Uncontrollable Urge”, “Mongoloid”, “Jocko Homo”, “Smart Patrol”, o “Gates of Steel” fueron sonando implacables hasta llegar a un final apoteósico con los propios DEVO en la pantalla gigante, mientras sonaba “Corporate Anthem”. Mientras tanto nos mirábamos preguntándonos si aquello a lo que habíamos asistido era verdad. Apoteósicos.
Muy poco puedo contar de The Psychedelic Furs que no sea que salieron todos de riguroso negro, que Richard Butler y su voz rota están en plena forma y que solo me dio tiempo a disfrutar de la archiconocida “Pretty in Pink” y de “You´ll Be Mine”. Y es que los escenarios se volvieron a solapar y comenzaban uno de los cabezas y reclamos del cartel; Bauhaus.
La banda que más expectativas despertó al grueso del público del Cruel World fue Bauhaus, por mucho que Morrissey fuera el cabeza de cartel oficial. Cabe destacar que Bauhaus es de las pocas o quizás la única que conserva todos los miembros originales de su formación, de todo el line up del festival, entendiéndose que hablo de las bandas veteranas, claro.
Peter Murphy y los suyos no solo atrajeron a todo el público con aspecto gótico del evento, también a la gran parte del público asistente. Asistimos así a la mayor concentración de personas en el escenario Outsiders, en dura pugna con el set de Morrissey.
Peter Murphy pulsó el botón de “mode vampire on” y lo dejó encendido hasta el final del show, esgrimiendo un bastón plateado amenazante a la par que elegante. Y eso que el día anterior sufrió un accidente en el mismo escenario, tropezando con un monitor y a punto de suspender su actuación. Con un sonido siempre perfecto, la profunda voz de Murphy fue cabalgando sobre la afilada guitarra de Daniel Ash y la marcial base rítmica de David J (bajo) y Kevin Haswell (batería). Todo perfectamente unido como un pegamento vampírico, dando a lugar a auténticos momentos mágicos como: “A God in an Alcove”, “Spy in the Cab”, o la maravillosa “She´s in Parties”, en la que Peter Murphy tocó la melódica, ese instrumento mezcla teclado y vientos, que solo Bauhaus supieron englobar en una composición tan siniestra.
El punto álgido de su set fue la interpretación de casi diez minutos de “Bela Lugosi´s Dead”, con un Peter Murphy ya casi fuera de sí y un púbico ídem. Aún resuena en mi cabeza “Bela Lugosi’s dead Undead undead undead Undead undead undead”, mientras una legión de fans lucía sus camisetas con la leyenda “Undead” a sus espaldas.
Otra vez a correr, a la edad que tiene uno, esta vez al escenario Sad Girls a dar cuenta de parte del concierto de Blondie.
Llegué a tiempo de su clásico “Call Me” con una intro de batería fuera de lugar de Clem Burke (también miembro de The Romantics entre otros) tratando de demostrar que es un gran baterista. No hacía falta, pero bueno, a la vejez AOR. No es que la voz de Debby Harry haya sido nunca un prodigio, pero durante el set del Cruel, al menos de lo que fui testigo, sonó bastante desafinada y sin llegar prácticamente a ningún tono adecuado.
La banda más que correcta, pero con un sonido – como comentaba – más bien AOR, que choca frontalmente con los principios musicales primigenios de Blondie. Nadie es perfecto. Aun así, escuchar en directo: “Rapture”, “Dreaming”, o “Heart of Glass” y ver a la siempre elegante Debbie Harry contoneándose, me puso los pelos de punta.
Quizás Peter Murphy y sus fans nunca perdonen a Morrissey que ese fenómeno de eclipse de luna – llamado “luna de sangre” – se produjera durante la actuación del mancuniano en lugar de la actuación de Bauhaus. Quién sabe si la luna en L.A sabe que Morrissey tiene un día oficial en la ciudad (10 de noviembre) y Bauhaus no.
Que Morrissey es un personaje que levanta pasiones y ampollas a partes iguales es innegable y él mismo lo alimenta a menudo con sus declaraciones y comentarios. Entiendo que escuchar de su boca, a colación de la luna: “mirad lo que está pasando detrás de vosotros, la luna, es tan extraña y bella como lo que tenéis enfrente de vosotros, en el escenario”, pueda enfadar a sus “haters”, a mí me hizo gracia.
Guste o no, Morrissey es un profesional que cuida todos los detalles de sus conciertos y una vez más lo demostró en todos los aspectos, dando un show impecable. “Irish Blood, English Heart” fue la primera que, como una exhalación, entroncó con una “Satan Rejected My Soul”. Por ese extraño e inexplicable fenómeno, por el cual hay toda una comunidad de ascendencia mexicana que adoran su figura, Morrissey saludó con un “Somos familia, todos somos familia”, en imperfecto español.
“Knockabout World” y la primera de la noche de The Smiths; “How Soon Is Now”, dio lugar a otra broma del cantante que casi propicia un patatús a más de uno y es que dio las buenas noches e hizo ademan de retirarse, pero no. “Have-A-Go Merchant” y “First of the Gang to Die” dieron lugar a la segunda y celebrada de The Smiths; “Half a Person”.
Para ese entonces ya se había tratado de subir un fan a abrazarlo, produciendo una situación graciosa en la que Morrissey trató de ayudarle, siendo bloqueada la acción por el personal de seguridad.
“Everyday is Like a Sunday” fue el preludio de otras dos de The Smiths; “I Know It´s Over” y “Never Had No One Ever”, para continuar con “Let Me Kiss You” y la novisima “I Am Veronica”, todo un trallazo pop como en los mejores tiempos de Viva Hate, su debut en solitario.
Duele decir que la ausencia de su guitarrista y supuesta espina dorsal, sobre la que se sustenta el sonido de la banda en directo – Boz Boorer – no se notó en absoluto. El británico avisó de que no atenderá esta gira, al estar grabando disco con su propia banda.
Para finalizar una sorpresa, un tema que llevaba sin tocar en directo desde el 2012 y que en este 2022 ha sacado a pasear; “Sweet and Tender Hooligan”. Todos quedamos un poco planchados cuando vimos que lo de irse esta vez iba en serio, la hora escasa de concierto supo a muy poco, pero al parecer eran exigencias del festival.
Morrissey volvió a brillar en lo que es ya su ciudad, ante un público que le ha encumbrado como cabeza de cartel de multitud de festivales.
Así acababa la primera edición del Cruel World, un festival que primigeniamente iba a ser único, pero que, debido al éxito, los organizadores; Golden Voice ya han anunciado que habrá segunda edición en 2023. El listón de artistas ha sido demasiado alto, estaremos pendientes de las noticias por parte de la productora y habrá que preparar más crema solar y algo de eyeliner.
Fotos: Esther Brasero / Cruel World Festival
Espectacularísima y muy completa esta crónica de Fernando del Río, desde California.