Explosions in the sky + The Drift – Sala San Miguel (Madrid)
La serie de conciertos Imperdibles San Miguel tenía su segunda cita con el post rock este viernes en Madrid. Tras la extasiante actuación de Mogwai la semana pasada, en el mismo escenario tuvimos una ración doble de rock instrumental con The Drifts y Explosions in the sky que le fue poco a la zaga en cuanto a majestuosidad sonora.
Abrió el trío de San Francisco The Drift con una árida propuesta que mezclaba drone, kraut, ambient y pinceladas jazz, recordando a nuestros anhelados Viva Las Vegas en sus pasajes mántricos. Pese a un incómodo murmullo generalizado en las partes más sutiles del show, conseguimos dejarnos llevar y quedar dispuestos para la lírica belleza elevada que nos esperaba con la banda de Texas.
Si con Mogwai quedamos prendados por su impecable colección de canciones imperecederas, con Explosions in the sky lo haríamos por su inherente capacidad de crear una atmósfera intransferible, de posicionar en un plano de excelencia lírica y emocional a la audiencia desde el primer segundo. Su portentosa exhibición de punteos, desarrollos instrumentales y redobles de batería, nos introduce en un bosque frondoso donde adentrarnos en su riqueza nos embriaga con desarmante facilidad.
El inicio con “The only moment we were alone” fue uno de los momentos más emotivos que recuerdo haber vivido en directo a lo largo de mi vida: la armonía plástica con la que tocan es el broche definitivo para quedar a merced de una gestación artística tan limpia que, con pasmosa sencillez, va calando dentro de uno hasta impedir desviar la mirada y los oídos del fulgurante ente sensorial que nace ante los congregados a esa celebración mística. Sus cuerpos se balancean presas de una poesía muda que conmueve abrigando su cálida humildad tan cercana.
Puede que Take care, take care, take care (11), el disco que presentaban, tuviera demasiado protagonismo y que, igualmente, suponga lo más prescindible que Explosions in the Sky han grabado hasta la fecha –sólo estuvo a la altura del resto del recital “Last known surroundings” y, en menor medida, un cierre –sin bises- con “Let me back in”; pero conseguir la simbiosis inmortal artista-audiencia al rescatar joyas primerizas como “Greet death” y “Yasmin the light” y, a título íntimo, rememorar la silueta y la voz de alguien que perdí hace cuatro años mientras rompía el cielo la elegía celestial de “The birth and death of the day”, son privilegios que mi corazón se llevará a la tumba, pese a dejar siempre alguna esquirla abandonada entre los restos del naufragio, cuando sólo el silencio y el vacío ocupan el receptáculo donde el ritual termina, como todo, desvaneciéndose.