Discos

Frog Eyes – The Folded Palm (Absolutely Kosher/Touchme)

Frog Eyes es el proyecto musical de Carey Mercer, Michael Rak, Grayson Walker y Melanie Campbell. Son de Victoria (British Columbia), una ciudad situada en la isla de Vancouver, en el oeste de Canadá. ¿Qué le echarán por allí al agua para que últimamente aparezcan grupos hasta de debajo de las piedras?. Evidentemente el sesgo de toda esta (supuesta o no) agitación musical está en que ahora todos estos grupos lo tienen más fácil para salir a la luz; antes puede que se murieran de asco antes de ser conocidos y, ahora, la prensa musical no deja de mirar al norteño estado en busca de la “next big thing” (o el “efecto Arcade Fire” para el caso). Sin embargo, estos Frog Eyes no son unos recién llegados, ni mucho menos. Conocidos –es un decir– por estas tierras como banda de acompañamiento del excelente Daniel Bejar (aka Destroyer), The Folded Palm (Absolutely Kosher/Touchme Records, 2004) –sí, la fecha de publicación es la correcta– es su tercer álbum tras The Bloody Hand y The Golden River.

Producido por el propio grupo (Carey Mercer, frontman, también se coloca a los mandos), The Folded Palm es media hora de música que se demuestra reveladora. A pesar de la escasa duración, les da tiempo a soltar trece canciones urgentes, alocadas y retorcidas a partes iguales. Suenan como Captain Beefheart pasados por un filtro punk, o como la colaboración de unos Tom Waits y Nick Cave –los de los años ochenta– encerrados juntos en una cabaña de montaña para crear música. De abigarradas letras, The Folded Palm no funciona mal en conjunto, pero se hace difícil penetrar en la esencia de cada pieza. Todo el disco se mueve a la misma velocidad (demasiado deprisa, demasiado caótico), hay pocos contrastes entre unas canciones y otras. Es un álbum que impacta, pero en el que la impresión queda a nivel de la piel, pocas veces llega más allá. Es visceral y “arty”, pero parecen habérselo pasado mejor ellos grabándolo que nosotros (al menos yo) escuchándolo. En cualquier caso, tienen toques de genialidad y absurdidad –mejor no obviar alguna frase como “Even cancer needs a home” que sueltan en “Russian Berries But You’re Quiet Tonight”–. Tremendos –en el sentido literal de la palabra–.

Habrá que esperar al directo para tener una idea más completa de lo que pretenden (o para que me descoloquen del todo). Raro, raro, raro lo estos canadienses.

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