Huérfanos de Lennon. Reportaje especial por el 30 aniversario de su asesinato
Huérfanos de Lennon
Por Pere Francesch Rom
Era una tarde cualquiera de trabajo para John Lennon en Record Plant. Aquel 8 de diciembre había estado centrado en una canción de Yoko Ono, «Walking on thin ice» e incluso habló por teléfono con su querida tía Mimi, tan presente en su vida. Lennon estaba satisfecho con su trabajo. Hacía un mes había publicado su nuevo disco, Double Fantasy, tras un largo silencio paternal de cinco años y estaba recibiendo muy buenas críticas. Lennon había vuelto y ya estaba preparando su nuevo trabajo, que posteriormente sería publicado después de su muerte con el nombre de Milk and Honey.
Pasadas las diez y media de la noche de ese 8 de diciembre, Yoko sugirió que fueran a cenar al Stage Deli, pero John quería ir a su residencia en el edificio Dakota de Manhattan. «El último pensamiento que tuvo», recuerda Yoko, «fue volver a casa para ver a Sean antes de que se fuese a dormir»1. Una noche en la que por desgracia no podría cantarle aquello de «The monster´s gone / He´s on the run and your daddy´s here» que había escrito especialmente para él en la canción «Beautiful Boy (Darling Boy)».
En la esquina de la calle 72, en vez de cruzar por el arco para entrar en el patio interior en el edificio de apartamentos en el que residía, la limusina se paró en la acera. John salió del coche y Mark David Chapman se adelantó con una copia de Double Fantasy que el propio Lennon le había firmado horas antes. Chapman le llamó con voz suave: «señor Lennon» y después sacó un revólver del 38 y disparó cinco veces. John siguió su camino, subió los escalones hasta el vestíbulo de la portería y se derrumbó en el suelo, desparramando a su alrededor los cassettes que llevaba en su mano. Algunos los había grabado esa misma tarde. Yoko irrumpió gritando: «¡Han disparado contra John!».
Chapman, con total tranquilidad, estaba apoyado contra la pared leyendo con mucha calma El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, en el que había escrito: «Ésta es mi declaración» . Cerca de él Lennon estaba tendido desangrándose y el portero del edificio Jay Hastings, intentaba inútilmente aplicarle un torniquete con su corbata.
Lennon fue trasladado en un coche patrulla al hospital Roosevelt, en la calle 59 oeste mientras Yoko lo seguía en un segundo coche. Una vez allí, lo llevaron rápidamente a la sala de urgencias. Pero nada se pudo hacer ya: fue declarado muerto a las 23.07. Murió«pese a los persistentes esfuerzos y a las transfusiones de sangre y otros métodos que se le aplicaron», explicó el doctor Stephan Lynn del centro clínico neoyorquino Roosevelt. Ono no podía parar de repetir con la voz angustiada: «No puede ser, no puede ser». Su foto abrazada al productor David Geffen recorrería el mundo al día siguiente.
La esposa de Lennon jamás olvidaría esa noche, como tampoco los cantos de los fans en el mismo sitio donde fue asesinado, el famoso edificio Dakota en donde residía la pareja. Allí se reunió una multitud de seguidores para recordar al cantante y entonar sus temas más conocidos y emblemáticos como «Give peace a chance». Así lo cuenta en el fantástico documental Lennon NYC, de Michael Epstein. Ono recuerda lo dura que fue esa noche y como agradeció entonces que la habitación del pequeño Sean estuviera situada al otro lado de la casa.
Yoko comunicó a Sean la trágica noticia posteriormente. Así lo cuenta en la nota de prensa enviada a los medios de comunicación el 11 de diciembre: «Le dije a Sean lo que había ocurrido: le mostré la foto de su padre en la primera plana de un periódico y le expliqué la situación. Conduje Sean al lugar donde cayó su padre después de que fuera herido. Sean quiso saber porqué esa persona disparó contra John si le quería. Le expliqué que probablemente estaba confundido. Sean dijo que debemos averiguar si estaba confundido o realmente quería matar a John. Le dije que eso correspondía a la justicia, y preguntó qué era eso. Así era como acostumbraba a hablar con su padre. Eran amigos, compañeros. John se hubieran sentido orgulloso de Sean si lo hubiera oído. Luego, Sean lloró. Dijo también: «Ahora, papá es parte de Dios. Me imagino que cuando uno muere crece mucho, porque es parte de todo»».
Ahora al cumplirse 30 años de su muerte. El mundo entero recuerda aquel desgraciado día en que Lennon se apagó. Un día en el que no sólo Sean se quedó huérfano, sino que una y muchas generaciones de alguna forma también.
1 John Lennon, de Philip Norman. Página 773
2 John Lennon, de Philip Norman. Página 774
Así se vivió el fin de una era
Por Pere Francesch Rom
El 8 de diciembre la música popular perdió con el asesinato de John Lennon a uno de sus genios. A una de sus estrellas más grandes. Hoy, 30 años después de su desaparición, recordamos ese fatídico e injusto momento. «Es tan importante como la muerte de Kennedy», dijo un teniente de la policía neyorkina. El asesinato de Lennon golpeó al mundo entero y un testimonio directo de todo aquello fueron los medios de comunicación. Los diarios españoles no se quedaron al margen e informaron bastamente del fin de una era y de toda una generación.
En la portada de El País del 10 de diciembre de 1980 se puede leer: «John Lennon, muerto a tiros por un perturbado mental». El escritor Ian Gibson, en un artículo, en la página 41, recordaba con nostalgia que asistió a un concierto de The Beatles en Belfast: «Y ahora al pobre John le han quitado de en medio. A John, que fue el más filósofo del grupo y, acaso, el más triste, en el fondo ¿Por qué? ¿Por envidia? ¿Por error? ¿Por ninguna razón? Lo cierto es que de Lennon nos deja harto consuelo no sólo su memoria, sino su música, con la cuál él y Paul modificaron la sensibilidad de una época». En la misma página, Jesús Hermida, advirtió que «los siete tiros y muerto John Lennon, pum, son algo visceral y más que serio para toda una, nuestra, generación». De hecho, no hay un consenso sobre el número de balas que recibió el cuerpo de Lennon, que van de cuatro hasta siete.
Juan G. Ciero escribió en un artículo en la página 40 de El País que la canción «Just like starting over» era en ese momento «uno de los grandes éxitos de venta en Estados Unidos» y que «al día siguiente del asesinato, las tiendas discográficas» estaban «abarrotadas para comprar la última obra musical de John Lennon, convertida ya en fetiche para sus seguidores». En otro texto, José F. Beaumont recordó que en el concierto que dieron los Beatles en Las Ventas de Madrid el 2 de junio de 1965, ante unas 5.000 personas, Lennon no se quitó un sombrero cordobés que lucía.
En la portada del diario ABC de ese 10 de diciembre se podía ver una foto de Lennon y Ono en Nueva York (con las torres gemelas de fondo) con el titular: «John Lennon, toda una época». En otra página dedicada a Lennon, aparecen varias fotos del cantante entre ellas una de los cuatro de Liverpool y un titular muy expresivo: «Una generación está de luto». «John Lennon, «el alma de los Beatles«, que en compañía de Bob Dylan había aportado una mayor influencia en la música de los sixties, murió en el momento en que rompía con cinco años de prolongado silencio», se lee en el texto.
«El más consciente de los Beatles ya no existe. Murió como la época a la que perteneció: los jóvenes seguidores de su famoso grupo son hoy respetables padres de familia que están pasando a ser cuarentones. De pronto nos damos cuenta de que una época ha terminado (…)», escribió Ignacio Martínez en el artículo «La época beatle ya no existe» en la página 29 de ABC Sevilla del 10 de diciembre.
En la portada de La Vanguardia de ese 10 de diciembre destaca un titular: «John Lennon, un ídolo asesinado». En la página 80 un titular reza: «La incrédula Liverpool llora hoy a John Lennon» y en un despiece en la misma página el diario reprodujo en castellano la letra de «Imagine». Otro texto, cuenta que Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr estaban conmovidos con la noticia. «John era un gran tipo y todo el mundo lo va a echar de menos», dijo McCartney, después de conocer su asesinato.
El periodista Alber Mallofre escribió en la página 68 de La Vanguardia que «un punto final absurdo ha cerrado su carrera en el momento en que su reciente despegue hacía augurar un nuevo vuelo majestuoso, a raíz de la acogida que estaba obteniendo su último disco Double Fantasy, que había empezado a circular en Norteamérica a partir de la tercera semana de noviembre último, y a tenor de lo que se adivinaba de sus proyectos inmediatos». En el artículo señaló que el regreso del cantante con nuevo disco abría de nuevo los rumores sobre un regreso de The Beatles.
«La música pop pierde a uno de sus «monstruos sagrados»», se puede leer en la portada de Mundo Diario el día 10 de diciembre. En la página 18 un titular señala: «Murió por no firmar un autógrafo». Una información que posteriormente fue negada, ya que Lennon sí le firmó un autógrafo a Chapman en su ejemplar de Double Fantasy. Lo irónico fue que le firmó un autógrafo por la tarde. Horas despuésChapman le respondió con cinco balas.
En un artículo titulado «Cantarle a la paz y morir a balazos», Xavier Sardà escribió en Mundo Diario: «(…) Entre este 9 de diciembre y la formación de The Beatles, que cada cual sitúe lo que John Lennon ha significado para su historia personal. (…) Hace miles de años que diariamente muere gente y, por la cuenta que nos trae, siempre nos parece algo insólito. Lennon sabía lo costoso que resulta normalizar esos pequeños detalles absurdos que tiene la vida; detalles absurdos como la muerte». Mientras, Carles S. Costalamentaba: «Te llevas una época, John».
Varios periodistas españoles coincidieron en destacar la paradoja que significó que uno de los últimos éxitos de Lennon antes de morir fue su precioso tema «Just like starting over» que trata sobre el paso del tiempo y el envejecimiento, pero con un mensaje positivo de vuelta a empezar: «Vamos a arriesgarnos y a volar a algún lugar solos (Let´s take a chance and fly away somewhere alone)» y «será como empezar de nuevo, empezar de nuevo (It´ll be just like starting over, starting over)».
Las primeras reacciones
Las primeras reacciones un día después de la muerte de Lennon
Mark David Chapman: «No tenía nada contra él; no sé porqué lo hice»
Yoko Ono: «El futuro todavía es nuestra responsabilidad: los (años) 80 florecerán sólo si la gente acepte paz y amor en sus corazones. Lo trágico sería que esto apartara a la gente del mensaje en la música de John. Pero la música prevalecerá».
Sean Lennon (a su madre Yoko): «Ahora papá es parte de Dios. Me imagino que cuando uno muere crece mucho, porque es parte de todo».
Paul McCartney: «John era un gran tipo y todo el mundo lo va a echar de menos»
Un portavoz de la oficina da George Harrison: «Aquí estamos profundamente conmovidos y creo que George, donde sea que se encuentre, estará muy triste ahora».
Ronald Reagan: «Su muerte ha sido una gran tragedia»
John Peel (presentador de discos de la BBC): «John influyó en la vida de los pueblos más que ninguna otra persona famosa de los últimos treinta años. Su muerte es más trascendente que la de un político de relieve, y si Miguel Ángel no fue olvidado nunca, tampoco lo será John».
John Schick (teniente de la policía de Nueva York): «Es tan importante como la muerte de John F. Kennedy«.
Brian Southall (director de publicidad de EMI): «John Lennon tenía un talento inmenso como compositor y cantante y todavía tenía mucho que ofrecer al mundo de la música pop».
James Ross (el que fuera alcalde de Liverpool): «La muerte de John es una gran conmoción porque él brindó muchas satisfacciones a mucha gente en muchos países».
Ramoncín: «Es uno de los autores más importantes que ha dado la música. Los Beatles, sin él, no hubieran sido lo que fueron en su última etapa. Su último álbum era fantástico» .
Ana Belén: «Para mí, había un tema especialmente significativo: «Ticket to ride». Su desaparición es un golpe. Todo un golpe. Lennon era el cerebro, el intelectual de los Beatles. No sé… es horrible».
Víctor Manuel: «Que te voy a decir… que fue uno de los tíos fundamentales de la música de nuestro tiempo».
* La opiniones de Ramoncín, Ana Belén y Víctor Manuel fueron recogidas por Mundo Diario, página 19, 10 de diciembre de 1980.
Canciones para recordar a Lennon
Por Pere Francesch Rom y Fidel Oltra
John Lennon ha recibido desde su muerte múltiples homenajes, con versiones de sus temas o canciones dedicadas a su figura. Los homenajes más significativos fueron los de sus excompañeros en The Beatles. Paul McCartney le dedicó la preciosa “Here today” y George Harrison, «All those Years Ago».
Otro de los homenajes más potentes hacia su música fue el doble álbum Make some noise: The Amnesty Internacional Campaign to Save Darfur, presentado en 2007 por Amnistía Internacional (AI), donde grandes artistas versionean los temas de Lennon y consiguen darle una nueva perspectiva.
“Here today”, de Paul McCartney
«All those Years Ago», de George Harrison
«Empty garden», de Elton John
“Instant Karma”, por U2
“Working class hero”, por Green Day
“Nº9 Dream”, por R.E.M.
“Grow old with me”, por The Postal Service
“Cold Turkey”, por Lenny Kravitz
“Isolation”, por Snow Patrol
“Imagine”, por Anthony and the Johnsons
“Jealous Guy”, por Roxy Music
«One Day At A Time», por The Raveonettes
Double Fantasy (1980)
Por Fidel Oltra
No cabe duda alguna: el asesinato de John Lennon supuso un tremendo trauma en general, y para el mundo de la música en particular. A pesar de que Lennon llevaba semiretirado bastante tiempo, y de que el público ya no estaba pendiente de todos sus movimientos como una década antes, su muerte tuvo una enorme repercusión mediática. Fue una tragedia en todos los sentidos, una tragedia magnificada por la dimensión del personaje, pero también por la simbología que le acompañó en sus últimos días de vida. Examinando aquellas semanas desde la distancia, parecía que alguien hubiera ido sembrando de detalles sombríos y malos presagios su camino hasta el maldito momento en que cayó sobre la acera, frente al Edificio Dakota, soltando de sus manos ya flácidas las cintas recién grabadas de su último LP en vida: Double Fantasy.
Seguramente el revuelo hubiese sido mucho mayor si Lennon hubiese sido asesinado en 1968, en pleno apogeo de los Beatles. No tanto, posiblemente, si el horrible crimen hubiese tenido lugar en 1974, durante su famoso “Lost weekend”, o en los años siguientes en los que estuvo prácticamente desaparecido de la vida pública, dedicado en cuerpo y alma a su familia. Ocurrió, sin embargo, justo en el momento exacto en el que la dimensión humana de la tragedia podía hacerse más visible. La paradoja es que dicho aspecto humano tenía mucho que ver con su última aventura musical en vida.
A finales del verano de 1980 John Lennon fue entrevistado para la revista Playboy. Por aquellos días mucha gente se preguntaba qué estaba haciendo y por qué llevaba tantos años retirado. El mundo le necesitaba en primera línea de batalla, dando guerra con sus canciones, sus mensajes y su propio ejemplo de vida, y no cambiando pañales, haciendo la compra y paseando un cochecito de bebé por Central Park. Lennon sonreía durante la entrevista. Sabía que las cosas iban a cambiar. Durante todo el verano había estado grabando demos y conversando con Jack Douglas, que ya trabajó con él (y con Yoko) en sus primeros álbumes en solitario. Pero este no iba a ser un álbum más de Lennon: las circunstancias lo convirtieron en su disco más estremecedor.
John Lennon no quería hacer otro disco de rock. Estaba harto del rock. Era sólo un tipo que había cumplido los 40, casado y con un hijo, y quería cantar sobre ello. Su idea era dar a conocer al público cómo era su vida y lo que sentía al respecto, y hacerlo como mejor sabía: con sus canciones. Pero no quería hacerlo sólo, por supuesto, contaba con Yoko para aquel álbum. Como siempre, pero esta vez más todavía: se trataba al fin y al cabo de un proyecto familiar. Por su parte Yoko Ono, incapaz de escapar de sus impulsos vanguardistas, sus gritos primarios y toda su parafernalia oriental y espiritual, veía como en parte el punk y sobre todo la new wave (Nina Hagen, Lene Lovich, Ian Dury, B52s, Talking Heads, Kate Bush y tantos otros) hacían suyos bastantes de sus postulados musicales. Era, todo parecía indicarlo, el momento de volver.
Lennon y Yoko pertenecían a dos mundos. Dos mundos que habían ido de la mano al principio para luego separarse temporalmente y más adelante anularse uno al otro. Dos mundos que, finalmente, estaban preparados para colisionar y fusionarse en uno. En la práctica, no obstante, las cosas no eran tan sencillas: probablemente no hay otro disco en el que la diferencia de enfoque entre las canciones de John y las de Yoko sea tan grande. La temática, siguiendo la idea de John, es la misma: la familia. En realidad, más que un álbum temático o conceptual, Double Fantasy es una butaca privilegiada desde la que asistir a las canciones y confidencias musicales que John y Yoko se dedican uno al otro. El oyente se convierte así en espectador privilegiado de su intimidad. Un asalto consentido a su alcoba, en la que se desarrolla un pulso casi invisible: la actitud relajada, sentimental y madura de él contrasta con las canciones más arrebatadas y desquiciadas de ella. Podría decirse que Lennon ha interiorizado la importancia y el valor de la familia tradicional, mientras que Yoko siente cualquier cosa menos apego por las tradiciones convencionales. Su idea de una canción de amor para John se ve ejemplificada en “Kiss, kiss, kiss”, repleta de jadeos, grititos, sensaciones orgámiscas y balbuceos infantiles (¿en japonés?). Otras veces evita exponerse más de la cuenta, por ejemplo cuando se guarece tras la fachada cabaretera y despreocupada de “I’m your angel”. Más directa, sincera y accesible es “Beautiful boys”.
Mientras, Lennon se centra en el aspecto más sentimental de su relación con los suyos, para los que graba dos grandes himnos de amor en Double Fantasy. El primero de ellos es “Woman”, una de las más grandes canciones románticas de la historia, seguramente magnificada porque la mayoría la escuchamos por primera vez cuando ya estábamos informados del terrible suceso, pero a pesar de ello enorme en todos los sentidos. Todavía pone la carne de gallina escuchar a John repitiendo “I love you, now and forever” hasta la saciedad, como si intuyera lo que le esperaba. El segundo es “Beautiful boy (darling boy)”, dedicada a Sean, su hijo. Algo tan sencillo como cantarle una nana a su hijo antes de dormir, esas eran las cosas que a John le apetecía contarnos en aquel momento de su vida. Una canción de cuna, en apariencia banal e intrascendente, que sin embargo contiene una famosa frase que ha pasado a la posteridad: “la vida es lo que te ocurre mientras estás ocupando haciendo otros planes”. No me atrevería a calificar de himno amoroso “Dear Yoko”, pero no cabe duda de que Lennon había alcanzado un estado de paz y sosiego interior que le libera de reparos a la hora de proclamar públicamente, sólo con su música y sin demasiadas coartadas artísticas, su amor por Yoko.
John aprovechó también para mandar una puya a los críticos y agoreros que calificaban sus años de “amo de casa” como “baldíos” y “desaprovechados”, considerando al exBeatle una figura perdida ya para el arte. Para ellos Lennon desplegó todo su arsenal de ironías con la pretensión de hacerles saber lo poco que le importaban sus opiniones; él disfrutaba no haciendo nada, viendo la vida pasar, simplemente “Watching the wheels”. No necesitaba nada más para ser feliz ni tenía ningún interés en seguir siendo un ídolo musical. En cualquier caso, fuera cierto o no, el mensaje era que a nadie le importaba lo que había estado haciendo con su vida. Curiosamente aquello que empezó como una respuesta sarcástica, incluso como una oda a la pereza, acabo siendo una de sus mejores canciones de su etapa en solitario. Así de genial era Lennon.
Finalmente, es imposible no sentir la piel de gallina cada vez que suena el inicio de “(Just like) Starting over”. Ya no sólo porque esas tres campanitas se nos antojasen una llamada al funeral de John, sino porque la canción entera resume sus últimos cinco años de vida y, sobre todo, la esperanza que tenía puesta en el futuro. Una canción llena de ilusión y de optimismo, un canto repleto de vitalidad que, por desgracia, acabó sonando como un epitafio. Una oda a la vida que se convirtió, por culpa de un loco, en el testamento de un hombre arrancado brutalmente de su existencia justo cuando esta, tras tantos vaivenes, se había vuelto plácida y estable.
Dos imágenes aclaran perfectamente los sentimientos que produce este disco y las circunstancias que lo rodean. La primera, la icónica portada del primer número de Rolling Stone que salió tras el asesinato de John. En ella, como todos sabréis, aparece la famosa fotografía tomada por Annie Leibowitz en la que Lennon, pocas horas antes de morir, aparece desnudo, con los ojos cerrados y en posición fetal abrazado a una Yoko Ono vestida de negro, con la mirada perdida y una actitud totalmente pasiva y fría. Es difícil no pensar en una despedida, incluso en Lennon abrazándose a su madre ausente buscando consuelo. A su vez, Yoko está perfecta en su papel esquivo, controlador y dominante.
La segunda imagen es la propia portada del disco. El beso de Yoko y John. Un beso cariñoso pero aparentemente frío, con los labios apretados y actitud escasamente apasionada. Lo que realmente sobrecoge es pensar que tal vez fuera su último beso.