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Jimmy Reed, el gran jefe del Blues

No hay luces de neón en el Olimpo de los bluesmen para Jimmy Reed. ¿Quién? ¿Jimmy qué? Su nombre no es de cultura general. No es un titular en nuestra consciencia colectiva musical. La historia, caprichosa y tendenciosa, preserva en formol a algunos músicos, mientras que relega a otros a ser carne de frikerismo ilustrado. A pesar de ello, su estilo de tocar el blues es el más influyente y reconocible de lejos. Demos a nuestro protagonista la luz, brillo y contraste que se merece.

Mississippi-Chicago-Reino Unido. El itinerario de la vida de Mathis James Reed es de manual de bluesman. Tras la Gran depresión, muchas familias del sur de EE.UU emigraban al norte en busca de oportunidades laborales. La música de los artistas que viajaban de sur a norte, fue absorbida al otro lado del atlántico por las bandas británicas, quienes, tras la gran explosión sixties, la trajeron de vuelta a América.

Mississippi. Antes de subir al norte, el joven Jimmy Reed ya se había iniciado en la música de la mano de uno de los pilares de su carrera; Eddie Taylor. Fue quien le enseñó a tocar la armónica y la guitarra y se convertiría después en su fiel escudero. Formaron una dupla, con Eddie a la guitarra rítmica y con Jimmy a la guitarra, voz y armónica, que pronto se hizo un nombre en el área del Delta.

Jimmy Reed y Eddie Taylor

Chicago. En 1943 decidió moverse a “la ciudad de los vientos”, pero antes de poder introducirse en su vibrante escena musical, fue llamado por la marina estadounidense para servir en la 2ª Guerra Mundial. Dos años después, ya de vuelta, pasó brevemente por Mississippi para casarse con Mary o Mama Reed, otro pilar fundamental en su vida.

Los tortolitos se instalaron en Gary, Indiana, donde Jimmy Reed encontró trabajo rápido en industrias varias. La cercanía con Chicago, le permitió empezar a tocar por clubes de la ciudad hasta que se encontró con su amigo Eddie, quien también había decidido emigrar. Inevitablemente, formaron de nuevo un dúo y se prepararon para una audición en Chess Records. Parece ser que su amigable blues no casó bien con el enérgico estilo que gustaba en el mítico sello discográfico, por lo que fueron rechazados.

Por suerte, en la propia Gary, donde vivían, la DJ de radio y propietaria de tienda de discos Vivian Carter, junto con su marido Jimmy Bracken, acababan de bautizar (sin hacer un brainstorming estresante) un sello discográfico; Vee-Jay records.

Ni con el primer, ni con el segundo, si no con el tercer single, «You don´t have to go», es cuando se abrió la veda del éxito. Se encaramó en 1953 al Nº1 de la Billboard R&B Chart, inagurando una década sembrada de hits. Entre ellos, «Ain’t that lovin’ you baby», «Big Boss man», «Bright lights, big city» o «Honest I do», llegando a ser cerca de 20 las canciones que subieron a la parte alta de las listas.

 

Su carrera, aunque bastante exitosa, estuvo marcada por un profundo alcoholismo. Era de tal calibre, que hay un gossipeo muy amplio sobre sus anécdotas bajo los efectos del alcohol: pasar la noche en la celda de los borrachos en días de grabación, orinar en el vestido de una cantante en el backstage del  Apollo, desplomarse completamente beodo en plena actuación en varias ocasiones…, y un no parar. Sus ángeles, Eddi y Mama Reed, hicieron esfuerzos titánicos para que no se echase todo a perder, como cuando su amigo le indicaba cuando había que cambiar de nota o soplar la armónica en sesiones de grabación, o cuando su amada, le susurraba al oído las letras que tenía que cantar.

Hay que destacar la figura de Mama Reed, que nunca se llevó crédito, pero fue importante, no solo en la labor de apoyo a su marido, sino también en la implicación directa en su música. Dio color con su voz en numerosas canciones y formaron un tándem a la hora de escribir letras muy diferente a lo habitual. Lejos de la perspectiva machoman predominante, las canciones hablan de la vida y del amor, pero con la naturalidad y honestidad de una conversación de pareja. Incluso en algunas ocasiones, el nivel de la lírica alcanza cotas poéticas, como en «Little rain».

 

La última etapa de su trayectoria estuvo condicionada fuertemente por el delerium tremens provocado por el alcohol y el desarrollo de epilepsia, que fue en un principio achacado también a la bebida. Casi como un recluso en el ocaso, hizo una de sus ultimas apariciones en 1968, cuando se unió a la mítica gira American Folk Blues Festival, haciendo las delicias de los fans europeos. En 1976 moriría en California tras un fallo respiratorio.

Su música es simple, repetitiva y honesta. Entra dentro de la fina linea de artistas que consiguen convertir la monotonía en algo hipnótico y trascendental. Su riff es indestructible, una apisonadora que ha resistido el paso del tiempo hasta convertirse en el standard de los standards del Blues. Sobre esta férrea estructura, cimentó el segundo de sus secretos; su voz. Influenciado por Mushmouth Robinscon, le caracterizó esa manera de cantar perezosa, descuidada, de borrachín sonriente y bonachón que era. De hecho, el alcoholismo agravaba aún más la entonación, ya de por sí desalineada.

Reino Unido. Cuenta Charlie Watts, batería de los Rolling Stones, que recién incorporado a la banda, él no era tan fanático del Blues como sus compañeros. Remarca cómo en las primeras quedadas, Keith Richards y Brian Jones no paraban de hablar y escuchar a Jimmy Reed. Fue un gran modelo para desarrollar su sonido y han tocado varias de sus canciones desde sus inicios. Cuando en 1964, la banda visitó Chess Records, grabaron, ironías del destino, una canción del gran Jimmy: «Ain’t that lovin’ you baby». Aunque nunca fue lanzada, ha sido rescatada en algún bootleg.

 

No solamente los Stones, el digerible y accesible Blues de Jimmy Reed llenó la cabeza de ideas a numerosas bandas británicas que, posteriormente, protagonizarían la British Invasion, poniendo el sello de inmortalidad a la música de nuestro protagonista.

Fuertemente enraizado en el blues más primitivo, pero dándole un toque fresco, sirvió de nexo de unión entre la vieja y nueva escuela, para convertirse en un referente del Blues eléctrico. Para convertirse en el gran jefe del Blues.

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