Lambchop – Sala BBK (Bilbao)
Definir la música de Lambchop no es tarea sencilla. Como tampoco lo es, el intentar explicar lo vivido y escuchado, o mejor lo vivido dentro de lo escuchado, el pasado sábado en la sala BBK.
Un concierto en el que prácticamente no se canta, donde reina la austeridad instrumental a pesar de los siete músicos en escena y donde los tempos de los temas son de muy baja intensidad nos llevarían a estados cercanos a la somnolencia, el bostezo y el aburrimiento. Pero este concierto lo dirige un portero de los silencios, de los fraseos, de los susurros, que se llama Kurt Wagner, que coloca a sus músicos en semicírculo para que todos se puedan mirar a los ojos, enfrentados al público como queriendo terminar con nosotros su puesta en escena de ese maravilloso disco que es Mr. M, grandioso homenaje al no menos grandioso Vic Chesnutt.
Envueltos en el manto sonoro que salía desde el escenario, a los allí presentes no nos quedó otro remedio que rendirnos a la evidencia, respeto máximo y silencio sepulcral para apreciar en toda su extensión las caricias de las escobillas, ese piano minimal, los coros de Corney Tidwell, la base jazz, los fraseos vocales, a veces hipnóticos otras cadenciosos, siempre conductores de los temas, alejados de los adornos orquestales del disco y llevándolos a terrenos más íntimos, más cercanos.
No sólo disfrutamos de Mr. M, enormes “Gone Tomorrow” y “Nice Without Merci”, también tuvo un momento más rítmico y festivo con “Up With People” y el rescate de un par de temas de álbumes anteriores, que encendieron la sensación de grandeza de su último disco. Remataron la faena visitando a Dylan con “I Threw It All Away” totalmente personalizada pero aún así reconocible, quizás más, que si la hubiera ejecutado el viejo Bob.
Kurt Wagner, nombre de sonido rotundo y recio que, también reciamente, por lo austero, y rotundamente, hace magia con los tiempos, los silencios, las intensidades, los equilibrios como un director de orquesta con la batuta en la mirada, en las inflexiones de su bella voz, y en un lugarteniente como su pianista Tony Crow.
Una auténtica delicia, ser felices sin hacer ruido, difícil de explicar, fácil de sentir.