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Las grandes canciones de Fernando Alfaro. Repasamos su trayectoria

Con motivo de la reciente resurrección de Surfin Bichos y la publicación de Saint-Malo (15), el segundo disco en solitario de Fernando Alfaro, desde MZK queríamos hacer un pequeño homenaje a toda la carrera del manchego a través de un conjunto de canciones -elegidas por su trascendencia ventricular en el que les escribe- que recorrieran todo su periplo.

Una por disco, fogonazos de un universo personalísimo, esta es una mini-biblia de desastres emocionales a cargo del mayor apóstol del denominado Albacete Sound.

«Malaventuranzas» (La luz en tus entrañas).

El desparpajo salvaje y adrenalítico del debut de Surfin Bichos llevaba consigo un latido subterráneo de urgencia vital que aún nos sacude la espina dorsal cada vez que lo escuchamos. «Malaventuranzas» es un relicario fantástico de distintos tipos condenados a la llaga supurante de elegir morir viviendo.

 

 

«¿Qué clase de Animal?» (Fotógrafo del Cielo).

Contrariamente a la opinión de muchos, este es sin género de duda mi disco favorito del cuarteto. Absolutamente radiantes de emoción, ímpetu y filo, «¿Qué clase de animal?» es una de las salvajadas más logradas capaz de convertirlos en nuestros The Pixies hispanos.

 

 

«Mis Huesos son para ti» (Hermanos Carnales).

Con una dosis de pop adicional que ya, de una forma u otra, no abandonaría jamás el cancionero de Fernando, Hermanos Carnales es un disco equilibrado, quizá más pensado y aseado, pero poseedor de una de sus confesiones más desnudas y conmovedoras, «Mis huesos son para ti».

 

 

«El final de una quimera». (El amigo de las tormentas).

El amigo de las tormentas tiene el aroma inequívoco de las bandas desmembradas, ese encanto trágico de las grandes ideas desenfocadas en su resultado por las tensiones y el agotamiento. Buena muestra de ello es la visionaria «El final de una quimera», epitafio perfecto a una carrera asombrosa e irrepetible.

 

 

«El ángel inseminador» (78).

78, el debut largo de Chucho, es el disco de la carrera de Alfaro más sangrante, vísceras volando por todos lados chocando contra todos. «El ángel inseminador», quizá el escupitinajo más eléctrico y afilado salido nunca de su guitarra.

 

 

 

«Revolución» (Tejido de Felicidad).

Y tras la tempestad, viene la calma. No exagero si digo que Tejido de Felicidad es mi disco español preferido desde que lo escuché hasta que me muera. Nunca se le cantó más encendido e inspirado al amor, con todas sus aristas y bondades. «Revolución» debería ser estudiada por los marcianos cuando haya desparecido el ser humano como ejemplificación perfecta de lo que significa estar enamorado.

 

 

 

«Tocado, hundido». (Los diarios del petróleo).

Los diarios del petróleo es la obra más ambiciosa que ha afrontado nunca Alfaro. Y, para mí, el resultado final no está a la altura del planteamiento, una suerte de recorrido reflexivo por la vida que nos pasa por dentro y sus distintos episodios. Lo mejor lo encontrábamos en sus fragmentos fuera del principal. «Tocado, hundido» es una de esas maravillosas muestras de épica bastarda deslumbrante a las que nos tiene acostumbrado el albaceteño.

 

 

«Qué condenadamente negra». (Koniec).

Koniec es sin duda el disco más infravalorado de Chucho. Su sonido espartano y seco como reacción al anterior trabajo no gozó del entendimiento de público y crítica. A mí, me parece fabuloso, otra colección heterogénea y genial de canciones. «Qué condenadamente negra» es una doliente revelación de ocaso anunciando, quién sabe, futuras brechas insalvables.

 

 

 

«Problemas de sueño» (Carnevisión).

La única aventura de Alfaro con sus Alienistas no es precisamente, a mi juicio, su trabajo más conseguido. Algo disperso y fallido en el intento de aunar canciones personales con otras dedicadas al desastre del Holocausto, las piezas no acaban de casar. «Problemas de sueño» es quizá donde encontrábamos al Fernando más reconocible y disfrutable en esa pugna eterna entre el amor y sus desvelos.

 

 

 

«Extintor de Infiernos». (La vida extraña y rara).

Su primera aventura homónima es un trabajo irregular y con un sonido muy alejado del que asociamos a su discurrir, sin embargo, contiene algunas de las mejores canciones de toda su carrera. La brutal y descarnada «Extintor de Infiernos» destaca de forma evidente y siempre acojona escucharla.

 

 

 

«Saariselkä Stroll». (Saint-Malo).

Peleado de nuevo me encuentro con la opaca y apagada producción de su reciente trabajo, que no con las canciones. Recopilando heridas y deseos de ocaso, el Fernando más crepuscular brinda por la victoria en el último minuto, agónica, bonita y ganada a pulso: todos merecemos un «Saariselkä Stroll».

 

 

 

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