Mísia
Canto para mí porque necesito cantarme. No es algo narcisista, es algo vital, físico que te ayuda a limpiar muchas cosas que tienes dentro.
Susana Maria Alfonso de Aguiar es Mísia. La mujer del flequillo y los ojos amables. Una fadista que canta con una voz que tiene tacto. Sus nueve discos saben de hallazgos, pasiones, conquistas y reconquistas, de terrenos en los que el fado, que muchos consideran que sólo se ha de cantar en portugués y que ella ha trajinado en otros idiomas, cobra trazos que se pegan y que lo mismo dibuja siluetas de ternura y pasión que de desamor y arrepentimiento.
Hay algo en su música que la sitúa en un lugar algo extraño. Su manera de entender, asumir y expresar el fado tiene más que ver con la conciencia de identidad que con el ejercicio respetuoso del género. En cada uno de sus discos, esta mujer ha explayado un sonido marcado por el pulso sanguíneo del reclamo emocional y por una latente sensualidad basculada entre lo distante y lo íntimo. En esos lances ha sabido describir con trazos realmente personales algo tan especial como la saudade.
De eso hablamos con ella, de ese suspiro emocional que estira y contrae lo cotidiano y de su nuevo disco, Ruas (Universal).
“La saudade es un estado difícil de describir. Hay un escritor y ensayista portugués que vive en Francia que dice que no es solo el perfume de las cosas muertas, sino también es lo que queda en nosotros tan vivo, que es como una promesa de resurrección”.
¿Algo así como una melancolía que viaja más allá del alcance de nuestros corazones?
Sí, es algo que está. Nosotros añoramos siempre, no nos abandona, permanece con nuestros sentidos.
Recuerdo un verso de una poeta peruana llamada Blanca Varela que quizás pueda ejemplificar esto. El verso decía querido mío adoro todo lo que no es mío tú por ejemplo.
Sí, es un verso muy bonito…Es un buen ejemplo de lo que estamos comentando. Es como un nexo eterno, en el hola siempre está incluido el adiós.
Viéndote hace unos dos o tres años daba la impresión que sobre el escenario estabas tú, la melodía y nada más.
Mira, en el fondo cuando canto lo hago primeramente para mí. No lo hago en un ejercicio narcisista porque lo que no conviene es escucharse. Canto para mí porque necesito cantarme. Es algo vital, físico que te ayuda a limpiar muchas cosas que tienes dentro. El público está ahí, pero el escenario es como la vida. Estás ahí, en esa soledad.
Pero ¿el ego puede ser una trampa para un artista?
Creo que hay una conciencia de lo que haces. Ser honesto con lo que haces es lo más importante. El orgullo, en mi caso, tiene que ver con cosas que yo sólo se que he conseguido. No tiene que ver con la cantidad de discos que puedo haber vendido o con mis triunfos. Mi satisfacción artística tiene que ver con ser real, verdadera.
¿Alguna vez has estado sobre el escenario cantando y has sentido que esa canción te descubría algo de tu persona?
Sí, sí, pero digamos que no canto mi vida ni lloro mis lágrimas sobre el escenario. Espero que sea algo más trascendental, espero llegar con mis músicos a un sitio que esté más allá de mis lágrimas. Pero también está claro que si no hubiese tenido esos sentimientos no sabría cantarlos, en mi caso es así. Tengo que vivir y poner mi vida en lo que hago.
¿Y cómo se desarrolla tu interpretación?
Yo canto y grabo lo que quiero, independientemente de los demás. Si algo tengo claro es que siempre he seguido mi camino. Dicen que mi primer disco fue importante para lo que se ha dado en llamar como nuevo fado, pero cuando lo hice ni siquiera sabía si había un público y un hueco para lo mío.
Entonces ocurre lo mismo con “Ruas”.
Sí, este disco es el resultado de diez espectáculos que hice en París siendo invitada por Peter Brook. En esos espectáculos hablaba de una fadista, entre comillas, francesa que podía haber nacido en Portugal refiriéndome a Edith Piaf.. De ahí nacieron “Lisboarium” y “Tourists”-refiriéndose a las dos partes que conforman el álbum-, de forma espontánea. Yo no se cómo será mi próximo disco. Mi cabeza ya está en él pero no se por donde iré”.
¿Y en qué proyectos te has embarcado?
Ahora estoy escribiendo un script sobre fado.
Justamente esa necesidad de avanzar parece haber llevado a Mísia a una especie de tierra de nadie dentro del fado. En un lugar donde el purismo y la heterodoxia titubean en busca de calificativos que valgan para situarla en su contexto. “Ruas” no va a contribuir a acomodarla en el sofá del estilo. Porque a ver cómo encajan su contacto con el “Hurt” de Trent Reznor o el “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division, entre aleteos certeros sobre texto poéticos y un dueto con la mítica diva francesa Barbara. Afortunadamente no estamos frente a una propuesta tan empalagosa y poco febril como la de Nouvelle Vague, por citar algún referente de aparente arrojo. No, aquí hay carne, arañazo, lamento, gozo, contacto y talento.
Mi camino ha sido un camino muy solitario. Es curioso, a muchas personas a las que les gusta lo que hago no les gusta el fado y lo mismo pasa con muchas que son completamente tradicionalistas. Eso me da un espacio. Empecé sin pedir ayuda a nadie, protección, sin nadie en el supuesto negocio que pudiese echarme una mano. En el fado es complicado encontrar gente que no haya tenido un padrino. Soy como una bastarda, aún no he sido bautizada. Eso me costó mucha soledad. Al principio fui muy atacada en mi país, pero creo que eso ya cambió pero claro, yo estoy sola, en un punto que puede estar entre la propuesta de Amalia Rodrigues y la nueva generación. Recuerdo que el primer artículo que se escribió sobre mí se titulaba “La fadista que viene de ningún lugar”. Eso me va bien.
Pero esa tensión en el arte suele ser buena. Es mejor hacer lo que sientes que ver la vida pasar.
Sí, pero yo no me di cuenta de nada. Todo era mucho más prosaico, tenía que pagar el alquiler y mandarle dinero a mi mamá todos los meses, entonces tenía que trabajar. Por eso no quise ni tuve tiempo de ir a buscar ayudas. Lo que hice fue ir a buscar poetas, de puerta en puerta. Les decía “hola soy Mísia, no soy solo este flequillo ni esta minifalda, escúcheme”. Esto lo hacía porque de mi decían de todo, que era posmoderna, que no era de verdad y cosas así. Pero yo tenía una visión de lo que quería y tenía que ir a por ello”.
¿Cuál es el estado de esa visión?
Esa misión está cumplida. Ahora podría cerrar la puerta o podría estar declinando mi primer disco de fados como el primer día, como aquellos que siempre escriben el mismo libro y lo hacen bien. Pero se que lo que he conseguido me lo he buscado y me ha costado. He trabajado con grandes poetas, con los mejores músicos y he abierto una pequeña brecha para que las nuevas generaciones puedan avanzar mejor.
Trabajar con poetas quizás tenga la virtud de permitir que los versos puedan ser, digamos, más flexibles a la interpretación.
Hay un poeta que me dijo una vez que escuchándome cantar entendía cosas que había escrito cosas que él nunca había comprendido que las había escrito. Eso quiere decir que lo bonito está, lo único que hay que hacer es acercarse, encontrando tu propio espacio interpretativo.
Es como la magia del verso libre.
Exacto, eso mismo, el verso libre, belleza, magia.
Y si a eso le sumas un escenario, las luces y el ambiente…
Sí, pero no lo pienso, soy una mujer que canta. Estoy más tranquila en el escenario que en la vida. Soy parte de la tercera generación de artistas de mi familia.
En el disco fácilmente podría haber vasos comunicantes con otros géneros. Por ejemplo con el rock. El fado, con su saudade, el lamento y sus alcances, bien podría acercarse a los modos y trasfondos de gente como Nick Cave, por ejemplo.
Claro, por eso “Tourists” tiene esa coherencia. Canto ese mismo tipo de sentimientos. En mi música siempre hay un lado negro y esos vasos comunicantes a los que te refieres tienen que ver con la apertura de sentimientos y de oído. Mientras más música escuchas descubres que hay más conexiones de lo que pensabas.
Escuchándote cantar da la impresión que los silencios son primordiales para ti.
Sí, el silencio tiene su sonido, es un sonido también, es un lenguaje, es sentimiento. La música debe ser directa y sutil, carnal y espiritual, debe de tener eso que te hace sentirte único y el silencio es único.
¿Te reconoces en tus discos?
Bueno, procuro no escucharlos nunca, pero no se qué decirte porque no tengo noción de cómo es mi voz. El pasado es pasado y se que cambiando. Ruas ya es un poco parte del pasado.
Como ella dice, este disco va de calles. Calles de vida, de amor, ausencia y saudade. Con “Lisboarium” como mapa de destino en el que cabe la mirada del poeta Vasco Graça Moura, y “Tourists”, con la presencia de composiciones de gente que, dice, podrían haber nacido en Portugal y podrían haberse dedicado al fado. Gente de sentimientos duros, extremos y poéticos que, remata Mísia, “se quedan solos mirando directamente a los ojos del destino”.