Owen Pallett – Island (Domino Recordings)
Con una larga instrucción en conservatorio el canadiense Owen Pallett se ha ido fraguando una carrera avanzando con sigilo por los meandros de la narrativa pop indie -violinista de grupos como Arcade Fire, o colaboraciones con Robbie Williams o The National avalan su currículo- para ir reescribiendo su idiosincrasia desde dentro. Cada vez más apartado de lo que es la instrumentación típica de la música pop rock, el de Toronto da volantazos a un discurso adocenado, y está más cercano a la visión de un John Cale o de un Neil Hannon. Postergando los arreglos de guitarra a un segundo plano, y haciendo que las cuerdas cobren un protagonismo preponderante, edifica un anguloso pentagrama entre ensoñador y esteticista, afectado y siempre detallista al extremo.
Si el anterior, y obra mayor, titulada In Conflict (Domino 2014) tenía a Brian Eno como chaman, en este no menos meritorio Island (Domino, 2020) parece que el tiempo se haya detenido ahí donde la aguja crepitaba al girar el vinilo hace seis años. Si en el anterior álbum había referencias al Cale de cámara de discos como Words For The Dying, a los ecos de David Sylvian, y hasta al afectuoso homenaje a The Human League, en este encontramos a un autor que parece que está de vuelta de todo ya. Huele a clásico. Parece que haya encontrado la esencia de la intemporalidad.
La entrada con un piano cuyas notas quedan suspendidas en el aire a la manera del minimalismo de Brian Eno de Music For Airports, le siguen dos preciosas canciones –“Transformer, con guitarra acústica y Pallett declamando casi susurrante, y “Paragon Of Order”, esta concebida bajo un manto de cuerdas y una solemnidad catedralicia-, que se encuentran entre los mejor de su repertorio. Hasta la fecha.
Los arpegios de la London Contemporary Orchestra acunan la preciosa y, casi, pastoral “The Sound Of The Engines”, “Perseverance Of The Saints”, cuyo andamiaje es un florido piano, es pura introspección, mientras que “Polar Vortex” es como viajar a través del tiempo y los fantasmas del pasado hasta atisbar la figura de Nick Drake.
Temas más enérgicos también se nutre este hermoso tratado a la sensibilidad. contenida. “A Bloody Morning” me sugiere un guiño a los Tears For. Fears más barrocos, y “Fire-Mare”a The Divine Comedy. Se cierra el trabajo con “In Darkness” en donde Pallett sigue haciendo uso de su heterónimo Lewis -que le acompaña en todas las letras a modo de gesto conceptual- cuyos recovecos me hacen instalarme en las esquivas sonoridades de Tim Hecker, aunque aquí con más algodón de azúcar.
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