Discos

Paddy McAloon – I Trawl The Megahertz (EMI)

Tras la grave enfermedad de McAloon, las deserciones y quizá el hastío concretaban la subterránea pero inexorable desintegración de Prefab Sprout. La posterior maternidad y abandono de Wendy Smith certificaron la defunción del espíritu de la magnífica banda, si bien un fantasma de la misma publicó el irregular The Gunman And Other Stories (01), disco que encendía diversas luces de alarma: las relativas al bajón de calidad con respecto a la media y las que le emplazaban como el disco crepuscular que resultó ser.
I Trawl The Megahertz se sitúa como una obra cuya génesis es anterior al mencionado trabajo y que, según el propio McAloon, ha tardado cinco años en terminarse. Este disco puede ser muchas cosas, pero ante todo es desconcertante. Desconcertante para los tiempos que corren: no es habitual encontrarse trabajos tan complejos formalmente ni tan valientes. Porque este álbum no va a trascender de los incondicionales del indiscutible talento de McAloon, y, desde luego, no va a llenar estadios con él. Adelantemos que el disco no cuenta ni con guitarras ni con bajo, y que la percusión –básicamente, xilófono- es residual en algunos temas y directamente inexistente en otros. La electrónica, por su parte, tiene muy poco sitio en esta obra, de modo que ¿qué queda? Pues bastante, la verdad.

La estructura del disco es simétrica: dos densos temas (“I Trawl The Megahertz” y “Sleeping Rough”) de más de veinte minutos: concretamente, 22 y 33, respectivamente. A su vez, “Sleeping Rough” se divide en varias partes: una introducción de dos temas (“Esprit De Corps” y “Fall From Grace” y el tema principal, dividido en seis partes, que a su vez aportan otra simetría narrativa y hasta formal: de los seis temas, los dos únicos temas con voz son el tercero y el cuarto, “I’m 49” –por cierto, nada de autobiográfico: McAloon acaba de cumplir 46- y “Sleeping Rough”. En esta estructura, dos protagonistas se alternan para dar cuerpo a la singular propuesta de Paddy: el magnífico saxofonista Julian Argüelles y el arreglista David McGuiness, responsable, por cierto, de unas exquisitas secciones de cuerda ejecutadas por el violín de Greg Lawson y el cello de Rober Irvine. El paisaje lo completa la trompeta de Gerard Presencer (colaborador habitual en los discos de Brand New Heavies y US3), la comedida percusión de Corky Anderson y la voz de Ivonne Connors, responsable del recitado de “I Trawl The Megahertz”. Músicos poco conocidos en los terrenos pop-rock (tan sólo Lawson, por su violín en temas de estudio de Belle & Sebastian y The Delgados), provenientes del mundo del jazz, donde gozan de una gran reputación, especialmente en el caso de Argüelles. Y en este trabajo es evidente que demuestran una solvencia admirable.
Así, el papel de McAloon ha sido el de compositor y director de orquesta. Ahora bien, a pesar de su aparente clasicismo, I Trawl The Megahertz está más emparentado con las bandas sonoras menos accesibles de Bernard Herrman o las más accesibles de Nino Rota que con cualquier compositor contemporáneo al uso. Se trata de un álbum denso, posiblemente incómodo por su insólita ubicación, pero de una belleza indiscutible. Directamente dirigido a las minorías muy minoritarias por su vocación intimista y poco habitual, es quizá el disco del que el de Newcastle se sienta más satisfecho, por lo personal. Temas arduos pero muy bien acabados, donde los escasos instrumentos se dan la vez para subrayar diversos pasajes de los temas narrativos de ambas partes y donde el resultado coquetea con el lounge instrumental y el jazz atmosférico sin llegar a quedarse en ninguno de ellos. Se trata, en fin de un álbum que hay que considerar en su conjunto como una obra compacta y sin fisuras, con melodías impecables (“We Were Poor…”, “Ineffable”) que demuestran de nuevo el asombroso talento de Paddy McAloon para la composición, aunque nos prive aquí de su otra gran habilidad, como son las letras.

Infravalorado y muchas veces olvidado, Paddy demuestra con este original disco que es un Artistazo con mayúsculas, un músico de los pies a la cabeza y en sentido literal. Es evidente que este trabajo nace con vocación perdedora, la misma que el británico ha asumido en sus infructuosos intentos de abordar el mercado americano, por ejemplo, pero eso no debería ser óbice para valorar la calidad y valentía de este I Trawl The Megahertz, un disco tan singular e inteligente como su padre.

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