Recordamos a «Layla». 40 aniversario de la mítica canción compuesta por Eric Clapton
Intro
Este mes de marzo se cumplen 40 años desde que se editó en single una de las canciones de amor más desgarradoras de todos los tiempos: “Layla”, de Eric Clapton. Una canción que pasó desapercibida en un principio, pero que con el tiempo se abrió paso hasta convertirse en un himno atemporal y en uno de los temas más radiados de todos los tiempos. De hecho es una canción tan archiconocida y ubicua que acaba pasando prácticamente desapercibida. La mayoría de gente ya ni siquiera gira la cabeza cuando la escucha en la radio, de forma que se ha convertido en una especie de “muzak”, un sonsonete de fondo, casi un mueble más de la casa. En este pequeño reportaje intentamos aportar nuestro pequeño grano de arena para intentar cambiar esa situación y situar a “Layla”, y al excepcional disco que la contiene, en el lugar que a nuestro juicio merece.
Antecedentes
Seguro que todos conocéis la historia. En los 60 Eric Clapton era Dios a los ojos de sus fans. Sin embargo, a pesar de la opinión de sus fieles seguidores, Clapton era un simple mortal, un hombre con sentimientos que se enamoró de la mujer de uno de sus mejores amigos. Profesionalmente el éxito le acompaña, pero Clapton no es feliz. Patty Boyd, la mujer que inspiró “Something”, casada conGeorge Harrison, es el inalcanzable objeto de su deseo y su obsesión. ¿Qué haríamos nosotros en un caso así? Los más apocados, sufrir en silencio. Los más lanzados seguramente intentarían el salto mortal. Algunos se emborracharían o se drogarían. Clapton pasó por todo ello, pero también hizo honor a su condición divina llevando a cabo un plan fuera del alcance de la mayoría de los mortales: convertir sus sentimientos en una canción que perdurara para siempre.
Huyendo de la fama, y tal vez también de sí mismo, Clapton se juntó con un desconocido grupo de soul blanco prácticamente desmembrado, Delaney, Bonnie & Friends, un conjunto que sufrió tortuosas transformaciones hasta convertirse en la banda de acompañamiento de (precisamente) George Harrison en algunas sesiones de All things must pass, colaborando también con un Joe Cocker en la cima de su carrera y cambiando finalmente su nombre por el de Derek and The Dominoes.
Cuentan que Derek era, simplemente, una mala transcripción fonética de “Eric”, y que The Dominoes se llamaron así como homenaje a Fats Domino.
Clapton se encontraba bastante unido, principalmente, al teclista Bobby Whitlock. Llegaron a vivir juntos durante una temporada, empezaron tocando como entretenimiento y al poco tiempo se encontraban escribiendo y grabando algunas canciones nuevas, varias de las cuales acabarían en este álbum. Al poco tiempo se unió a la banda una figura mítica: era nada más y nada menos que DuaneAllman, de quien Clapton se había quedado prendado viéndole tocar la guitarra en un concierto con los Allman Brothers. En realidad Allman no llegó a formar parte de la banda oficialmente, aunque su guitarra se oye en algunas canciones del disco, y existe una reedición del mismo con un segundo CD incluyendo las jam sessions que grabaron juntos.
Al final Clapton, con la ayuda de sus compañeros, acabó escupiendo sus sentimientos en forma de uno de los discos más tremendos de la historia del rock. Un tratado sobre los sentimientos humanos, sobre la vida, la pasión, el deseo y la melancolía.
Layla and other assorted love songs
El disco se abre de una manera un tanto engañosa, puesto que “I looked away” se asemeja a un medio tiempo distendido y amable. Sin embargo, las letras no mienten…
Ella cogió mi mano
Y trató de hacer entender que siempre estaría allí
Pero volví la mirada, y ella se marchó de mi lado
Hoy estoy tan solo…
Y si es un pecado amar a la mujer de otro hombre, cariño
Creo que seguiré pecando hasta el fin de mis días.
“Bell bottom blues” sigue la temática principal del disco: el desamor. En esta canción la música está más en consonancia con los sentimientos que la canción expresa. Se trata de un desgarrador blues, la súplica de alguien que se arrastra ante la mujer amada pidiendo un día más…
Do you want to see me crawl across the floor to you?
Do you want to hear me beg you to take me back?
I´d gladly do it because
I don´t want to fade away
Give me one more day, please
“Keep on growing” intenta levantar algo la moral, empezando con cierta alegría (“I was laughing, playing in the streets…”). Los sentimientos parecen aquí menos amargos, incluso se percibe un hálito de esperanza (“Keep on growing, our love is gonna keep on growing…”).
Pero la alegría no dura mucho: a continuación nos encontramos con una versión estremecedora de “Nobody knows you when you´re down and out”, la canción por excelencia de los derrotados. Difícil de expresar con palabras, mejor echarle un vistazo a la letra.
Once I lived the life of a millionaire,
Spent all my money, I just did not care.
Took all my friends out for a good time,
Bought bootleg whiskey, champagne and wine.
Then I began to fall so low,
Lost all my good friends, I did not have nowhere to go.
I get my hands on a dollar again,
I´m gonna hang on to it till that eagle grins.
´Cause no, no, nobody knows you
When you´re down and out.
In your pocket, not one penny,
And as for friends, you don´t have any.
Las siguientes canciones siguen por esa senda abierta al amor no correspondido, al desánimo, casi a la desesperación. “I am yours” le promete amor eterno a la persona amada, incluso a sabiendas de que los sentimientos no son recíprocos (“I am yours, however distant you may be”), y como sigue sin funcionar, lo vuelve a intentar con chulería (“Anyday”, la versión de Hendrix “Little wing”), con cierta esperanza a veces (“Tell the truth”), y casi sin ella en otras (“Key to the highway”, “Why does love got to be so sad”, o el viejo blues “Have you ever loved a woman”). Con “It´s too late” nuestro protagonista parece tirar la toalla.
Layla, la canción
Pero queda todavía una última carta, la carta que Clapton se guardaba en la manga por si fallaba todo lo demás. Fruto de la inspiración, o de la desesperación, qué más da. Las naves quemadas. Todo eso, y mucho más, es “Layla”. La desolación hecha música, la magia del talento puesto al servicio de los más profundos sentimientos. Despeja tu mente y olvida que has escuchado “Layla” centenares de veces en las radiofórmulas: estamos ante una de las canciones más emotivas, brillantes, catárticas, desesperadas, traumáticas, vertiginosas y alucinantes que jamás se han creado. El riff inicial es genial, y no deja de serlo porque lo hayamos interiorizado hasta el punto de conocerlo de memoria. Ese riff de guitarra, junto a la voz ya quebrada y desquiciada de Clapton, transmite la sensación de que ya no queda nada por lo que luchar y sólo resta entregar el último aliento. Morir peleando con el nombre de la persona amada en los labios.
Que su nombre sea el último que pronunciemos en esta vida, mientras nos quede un soplo de voz.
A Clapton no le gustaba que tal catarata de sentimientos acabara de una forma tan brusca, así que le dio mil vueltas a la canción antes de encontrar la versión definitiva. Como muchas veces, la solución vino de la mano de la casualidad: Clapton entró en el estudio una tarde y escuchó a Jim Gordon tocando al piano una canción compuesta por él mismo. A Eric le gustó, pero no tenía mucho que ver con lo que era “Layla” hasta entonces. De todos modos decidieron probar a incluir, como coda final de la canción, uno de los movimientos compuestos por Gordon. La guitarra acústica de Clapton y la slide guitar de Duane Allman acompañaron al piano durante unos minutos que, aunque a ellos les debió parecer un pastiche sin sentido, han acabado convirtiéndose en míticos. Unos minutos que no se incluyeron en la versión del single, pero que ningún DJ con un mínimo de gusto y sensibilidad musical se debería atrever a cortar.
El resto de la historia, amigos, es de sobras conocida. Eric consiguió a la mujer amada, y a pesar de ello mantuvo la amistad conGeorge Harrison.
Hoy George ya no está, y ya hace bastantes años que Eric Clapton y Patty se divorciaron, dando por finalizada su especial historia de amor. Eric, además, ha tenido una carrera un tanto errática, sobre todo en los 80 y los 90, dejando olvidada su furia primigenia de dios del blues y abrazando el pop azucarado y las baladas sensibleras.
Sin embargo, a nosotros siempre nos quedará, como símbolo de aquellos meses de sentimientos desatados a flor de piel, la imperecedera “Layla”.