Recordamos a Steve Strange: Uno de nuestros redactores rememora la impresión que le produjo el debut de Visage en 1980
No recuerdo exactamente la fecha. Tal vez la primavera de 1981. Pueblo pequeño, pandilla, chicos y chicas… Ellas, flipando conPecos, Miguel Bosé, Iván, Pedro Marín… Las más viajadas, con Leif Garrett… Pegatinas en sus carpetas escolares de aquella revista… ¿Superpop? No me acuerdo.
Ellos, la gran mayoría, ajenos a cualquier movimiento musical. Nosotros, un minúsculo reducto, estrenábamos aquellos días el tocadiscos de nuestro colega más afortunado, puesto que el resto andábamos con radiocassette mono, alguno ya con estéreo.
En aquellas tardes-noches en la habitación de nuestro amigo, admirando y envidiando en secreto su, para nosotros, espléndido equipo musical, desfilaron ante nuestros ojos y oídos los grupos que más nos entusiasmaban en aquellos años: Supertramp, ELO,Bee Gees… Si alguna vez (poquitas fueron) la reunión se celebraba en mi casa, yo cambiaba un pelín de tercio y ponía alguna cinta de Police o The Jam. O una de esas cintas grabadas en la radio en las que convivían el “My Sharona” de The Knack con el “When you’re in love with a beautiful woman” de Dr.Hook o con el “Ramalama Ding Dong” de Rocky Sharpe. Se nos podrá acusar de un montón de cosas, pero no de cerrarnos a ningún tipo de música. Bueno, a alguna sí: no nos gustaban los cantantes “superfans”. Y la música española, repletita de ese tipo de artistas, no nos empezó a atraer hasta unos meses después, coincidiendo con la llegada a nuestro pueblo de la llamada “movida”. Hasta entonces, Radio Futura, Alaska o Mecano eran solamente unos singles de éxito (“Enamorado de la moda juvenil”, “Horror en el hipermercado”, “Hoy no me puedo levantar”) que más o menos sonaban en la radio junto al “No dudaría” de Antonio Flores o el “Caperucita Feroz” de la Orquesta Mondragón. No era, de momento, nuestro rollo. Supongo que mis colegas y yo, con nuestros LPs de Supertramp, ELO, Bee Gees, Police, etc. y nuestras cintas grabadas en la radio con canciones de Pretenders, Romantics, Roxy Music, Queen, Dire Straits, etc. eramos los “indies” de entonces, jeje. Ya sé, ya sé, ya había gente escuchando a Elvis Costello y a Television…pero no en mi pueblo, os lo aseguro. Vivíamos a 40 kms. de la tienda de discos más cercana, sólo podíamos escuchar Radio Popular (¡»Cada canción un recuerdo«!) y, y no siempre, «Los 40 principales«, y nuestro suministro de cintas era un mercadillo en un pueblo a 2 kms. al que sólo iban los privilegiados que tenían moto o un padre con tiempo libre.
Pues en esas estábamos cuando, un día, un amiguete de los que no solían formar parte de la cuadrilla de melómanos se presentó con una cinta que había comprado en el mercadillo de los viernes, lugar de tantos y tantos descubrimientos musicales en aquellos años, algo que puede sonar pueril hoy en día. Bueno, a lo que iba. La cinta en cuestión era de un grupo totalmente desconocido y además sonaba totalmente distinto a los grupos que escuchábamos los demás. Mis coleguillas y yo nos debatíamos entre la curiosidad por saber de qué iba aquello y la típica sorna/reticencia respecto a los “no iniciados” que llegan con algo que han descubierto antes que tú. La cinta en cuestión era Visage (1980), del grupo VISAGE.
Aunque mi memoria empieza a jugarme malas pasadas, yo apostaría a que fue el primer disco de “tecno” que entró en nuestras vidas. Luego llegarían Glamour con “Imágenes”, Classix Nouveaux, Ultravox, OMD, por supuesto Depeche Mode, etc., pero creo recordar que todos ellos aparecieron, en espectacular comitiva, siguiendo al líder del verano. Así pues, aquellas primeras audiciones medio furtivas (¡niñoooooo baja el volumen!) fueron nuestra iniciación al tecnopop.
Escasamente preparados para tanta modernidad, esa primera canción casi instrumental llamada “Visage” no nos terminó de convencer. Mucha electrónica. Para mí, seguidor de la ELO, no representaba una novedad la utilización de aparatejos electrónicos y efectos de sonido, pero sí que lo era la ausencia de voz y melodías vocales de forma que el peso de la canción descansara, precisamente, en esos efectos sintéticos. ¿Qué decir? ¿Iban a desaparecer las guitarras y las voces? ¿Qué iba a ser de mis adoradosBee Gees, mis amados Supertramp, y mis recientemente descubiertos The Jam? ¿Iba a ser así la música del futuro, todo electrónica, sin instrumentos musicales?
Para mi descanso, la siguiente canción – “Blocks on blocks” – era más “cantada”. Tampoco es que fuera nada del otro mundo, incluso hoy no me atrae demasiado, pero al menos nos devolvía a un terreno conocido. De todas formas, la ausencia de guitarras nos seguía acongojando.
“The dancer” la recuerdo como algo totalmente innovador en aquel momento, con un piano que luchaba por hacerse notar entre tanto ruido, una batería que parecían varias baterías al unísono, una trompetilla que no sabíamos si nos producía más risa que otra cosa… En fin, hablo de memoria, pero recuerdo un atropello tal de sentimientos encontrados que a los 14 años era demasiado para mí.
Años más tarde leí en algún sitio que “Tar” era una canción anti-tabaco, pero aquél día creo que produjo el efecto contrario: casi preferíamos salir a fumar (en la habitación nos hubieran descubierto enseguida, je) que seguir escuchando aquello.
Las aspiraciones de nuestro amigo a ser aceptado en el grupo de musicólogos de pacotilla estaban ya a punto de desvanecerse cuando, de repente, nos quedamos todos boquiabiertos escuchando la siguiente canción… Ese inicio… esos efectos electrónicos…y de repente aquello que parecía una guitarra pero no lo era, y eso que parecía una batería pero no lo era… Sí, era lo mismo que en las canciones anteriores pero sonaba diferente, como preparándonos para algo… Y, fundamentalmente, aquella voz… hablando ¡en francés! ¡Y qué voz! ¿Qué decía? ¿”De venir a Paris”? Y el estribillo… ¡Por fin un estribillo, o algo que se le parecía! “Aaaaaaaaahhhh ahhhhhhhhhh we fade to grey! “ Sin duda, nuestra particular canción del verano.
Ahí empezamos a animarnos. Pero sólo era el principio. El trío de canciones que seguían a continuaciones se fueron directamente a nuestro top-5 particular de las fiestas veraniegas. “Malpaso man”, con ese inicio casi hard-rock, esa forma de cantar como hablando (ojo, no existía el rap todavía, al menos para nosotros), el coro de “Malpaaaaso maaaan… ¡woh! “ se nos quedó grabado en la cabecita. Aquello sí era nuevo, rompedor, revolucionario, nos parecía a nosotros…
El inicio de “Mind of a toy” nos dejó atónitos. Aquello parecía amenazador y excitante. ¿Relojes haciendo tic tac? ¿Campanas? ¿Graznidos de pájaros? ¿Cómo el inicio de una película de miedo de las que ponían a veces en Cine Club por las noches, y que miraba a escondidas desde la puerta entreabierta de mi habitación? Además era otra canción con estructura “habitual”, pero diferente. Difícil recordar de forma exacta, después de tantos años y tantos discos escuchados, lo que sentíamos en ese preciso momento. Pero nos empezaba a gustar.
No sé si será que ya nos habíamos animado o qué, pero la siguiente canción, a pesar de ser instrumental, nos hacía saltar encima de la cama de nuestro anfitrión, que nos miraba entre sorprendido, contrariado y entusiasmado. “Moon over Moscow”, con su frenético y repetitivo ritmo, ese coro de gente haciendo “ummmmmmmmm” y “ohhhhhhhhhhhh” nos sonaba a futuro de verdad. Ya casi no nos preocupaba que nuestros amados Bee Gees o Supertramp se quedaran descolgados de ese movimiento musical tan nuevo y moderno. Sabíamos ya que no tendríamos problemas en encontrar relevo. Y que íbamos a bailar, por fin, con algo que nos gustaba.
A “Visa-age” y a “The Steps” creo que ya no les hicimos mucho caso. Estábamos más preocupados ya, a esas alturas, de encontrar como fuera una cinta virgen para intentar hacernos una copia de ese “Visage” que nos había transportado, en escasamente media hora, a la modernidad.