Soledad Vélez + Uke – 16 Toneladas (Valencia)
Había ganas de ver a Soledad Vélez en Valencia de nuevo, sobre todo tocando con banda. Además era viernes, así que la misma sala 16 Toneladas que el día anterior había recibido casi vacía a Ainara LeGardon, ayer estaba prácticamente llena para ver a la chilena-valenciana. Jugar en casa siempre es una ventaja, por supuesto.
Los teloneros de la noche eran el dúo Uke. La pareja formada por Roberto Martín y Laura Soriano nos avisan desde su Bandcamp: él toca la guitarra y canta con susurros, mientras ella toca el piano y canta al oído. Imposible describirlo mejor. Uke tocan y cantan a una velocidad que haría parecer a Nick Drake, en comparación, el sexto o séptimo Ramone. Laura no toca el piano: escoge una tecla, establece contacto visual, levanta un dedo…y lo deja caer. Suena una nota. Pasarán unos segundos, un par de acordes tocados por Roberto y algunas sílabas cantadas (porque ellos cantan así, escupiendo las sílabas de una en una, en fila india y sin perder la formación) antes de que vuelva a escoger otra tecla y repetir la operación. Y así. Hay momentos en que su minimalismo casi exaspera. De todos modos, una vez logras entrar en ese microuniverso donde el silencio es el dueño y la música parece estar de okupa, se puede apreciar cierta belleza. La belleza del ancho páramo, del desierto azotado por el viento…pero belleza al fin y al cabo.
Después de los momentos de introspección que nos brindaron Uke, llegó el turno para la electricidad y la fiesta. El concierto se planteaba, a mí al menos eso me pareció, como un calentamiento para la próxima gira nacional de Soledad Vélez, que empieza a finales de este mes. Empezó en todo lo alto con «On fire», que abre también su último álbum Run With Wolves, con introducción espacial y psicodélica por parte de la guitarra de Jesús de Santos y la batería de Luis Torregrosa. De ahí saltaron a su anterior LP, Wild Fishing, para recuperar una también potentísima «Hug me». Llegó entonces el turno de las presentaciones y los saludos. A partir de ahí, para mi gusto, quizás hubo demasiados parones entre canciones. Eso daba pie a que parte del público se desconectara del concierto y se conectara a sus móviles, mientras que otros charlaban tranquilamente o hacían bromas con Soledad y su banda. Sí, todo muy familiar y muy chulo, es una de las ventajas de tocar ante tu gente, pero en mi opinión se pierde demasiado la cohesión del concierto. De ahí mi impresión de que sirvió como calentamiento, como ensayo (o al menos concierto relajado) con público.
Sin embargo, incluso con los parones y con los típicos pesados que te empujan para ponerse en primera fila y poder estar cómodamente jugando con su móvil de espaldas al escenario, un concierto de Soledad Vélez siempre es una experiencia, como le gusta decir a ella, muy bestia. «I`ve been gone so long» sonó genial, pero el enlace que realizaron entre «Milky way» y «She is», de nuevo con esos efectos que Jesús gusta de sacar de su guitarra, fue espectacular. Luis Torregrosa es un monstruo de la batería, no sólo marcando el ritmo sino llenando los vacíos de canciones con texturas, elevándose por encima de la guitarra en ocasiones y haciendo que las canciones sonaran tribales, amenazantes, atávicas. «Black light in the forest» es una de las canciones más queridas tanto por Soledad como por su público, así que mereció presentación y tratamiento especial. De nuevo un enlace entre noise y psicodélico entre «Keep walking» y «Johnnie» nos llevó a los momentos cumbre de la noche. Fue cuando Soledad empezó a usar más sus teclados, cada vez con más protagonismo en su música y en sus actuaciones, por lo visto. Allí se suelta, experimenta, incluso baila, toca con una mano mientras con otra invoca a espíritus de músicos y chamanes. Deja caer la cabeza, se esconde tras su pelo. Grita. Su voz es mágica, y está en una forma perfecta. «Unhappy with crown» y sobre todo la reivindicativa «How to disappear» y la autoafirmativa «South mountain» resultaron tan grandes como en el álbum y además con la potencia añadida de una banda que, a esas alturas de la noche, ya sabe que está en el buen camino y que aquello funciona en Valencia pero funcionará igualmente donde quiera que lleven su espectáculo.
Para el bis nos reservaron una enorme y sorprendente «Spectrum», un tema que figuraba en uno de sus primeros EPs y que en directo lo desarrollan más allá de su escaso minutaje y funciona casi como un canto ancestral, y «Silver wolf», que tal como la tratan en directo dan ganas de ponerse a bailar y dejarse llevar por los sonidos, extrañamente oscuros y luminosos a la vez, que Soledad le extrae a su teclado.
Un gran concierto que ni siquiera los excesivos espacios entre algunas canciones pudo deslucir. Cuando se tiene la voz y el carisma de Soledad, una gran banda detrás y un repertorio de canciones como el suyo, es difícil que la gente no se vaya satisfecha.