The Coup – Club Helldorado (Vitoria-Gasteiz)
Sabemos que la energía ni se crea ni destruye solo se transforma y la actuación del sexteto californiano en el Helldorado gasteiztarra fue buena prueba de ello. Desde el primer acorde emanó desde el escenario un torbellino energético que tuvo inmediata respuesta del público ansioso y preparado para pasar una gran noche.
Dejando a un lado los arreglos más sofisticados de sus discos, The Coup, se convierte en escena en una máquina inmisericorde de punk funk ante la cual es imposible permanecer quieto. Sección rítmica rocosa y elástica a la vez, contagiosos movimientos escénicos, dos voces complementarias y dos estilos: el depredador de Silk-E y el del maestro de ceremonias Boots Riley que en «The Guillotine» «The Magic Clap» o «Stranger Arithmetic» ponían a botar a la sala como pocas veces se ha visto, mientras las referencias «esto suena a» Clash, Sly & The Family Stone, Prince, J.Brown o G.Scott Heron, recorrían la sala entre intercambios de sonrisas e incitaciones al baile a los más remolones.
Boost Riley nos invitaba, con ayuda de una traductora en primera fila, a hacer la revolución a través de la diversión, del disfrute de los placeres de la vida,
de nuestros instintos primarios, ¿es el baile uno de ellos?, pero lejos de estilos panfletarios ni de buenrrolismo insustancial. De hecho las entrevistas previas a su actuación prácticamente se centraban en su perfil de activista anticapitalista, con titulares tipo «Obama es otro pelele del capitalismo», más que en su faceta musical.
Pero la presentación de su último álbum Sorry To Brother You (Anti-2012) continuaba a través de irresistibles invitaciones al baile colectivo «Your Parents´Cocaine», «Land of 7 Billion Dances» ó «WAVIP» o tiempos más sosegados, «My Murder My Love», con una puesta en escena como sólo los músicos afroamericanos saben hacer, vestimentas imposibles, acrobacias gimnásticas (la primera vez que veo a un músico dar una vuelta lateral sin dejar tocar el bajo) y una forma de sentir la música única, contagiosa pero intransferible.
Y reconozcámoslo, en el escenario teníamos auténticas «panteras» y nosotros, pobres espectadores de pálida tez, nos esforzábamos por llegar a ser «tigretones», para terminar exhaustos y doloridos en los días siguientes, pero con ganas de repetir este arrollador concierto
La revolución no sé si será televisada, pero con esta utópica propuesta de The Coup al menos será bailada y disfrutada durante 90 minutos.