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The Cure – The Cure (I Am Recordings/Universal)

Nada más y nada menos que veinticinco años hace desde que The Cure debutaran con Three Imaginary Boys (79). Tres décadas con altibajos, con los 80 como época dorada y unos 90 desapercibidos a no ser por el fantástico Wish (92) . En 2000 la banda regresó a sus raíces para entregarnos el oscuro Bloodflowers que según su líder completaba una trilogía junto a los imprescindibles Pornography (82) y Disintegration (89), obviando por misteriosas razones el Seventeen Seconds (80). Un disco notable, con momentos de peso, aunque lejos de aquellas entregas.

Han pasado cuatro años desde entonces y tras unos gloriosos directos, rumores de disolución, un grandes éxitos, un fantástico recopilatorio de caras B y un nuevo contrato discográfico, regresan de la mano de Ross Robinson (Blink 182, Spilknot) -quien parece haberle devuelto la ilusión a Robert Smith-, para entregarnos el homónimo The Cure, sin duda un disco muy por encima de las expectativas que nos devuelve a una banda que suena revitalizada.

Un trabajo que por lo ecléctico podría emparentarse a Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (87) o Wish (92) y en el que se recogen gran parte de las facetas que la banda ha ido construyendo a lo largo de su dilatada trayectoria. Ya lo dijo el propio Smith, “si no te gusta el disco no te gustamos nosotros”. Y nosotros pensamos que sí, aunque en parte. En el disco cabe de todo, desde el crescendo agónico del tema que lo abre (“Lost”) a la bella oscuridad que muestran en “Going Nowhere”, una delicada pieza de muchos quilates. Los The Cure más siniestros asoman en “Labyrinth”, muy en la línea de aquella “Burn” que entregaron para la banda sonora de The Crow (95). Engancha aunque deja cierto dejà vù el pop cristalino de “Taking Off” (donde resuenan “Just Like Heaven”, “Mint Car” o “A Pink Dream”) o la densidad de “Anniversary” -híbrido electrónico entre Joy Division y momentos pasados como “Lament”-. Del resto podemos destacar la energía melódica de “Before Three”, la rabia de “Us Or Them”con un Smith desatado o los diez intensos minutos de “The Promise”.

En el otro lado de la balanza se quedan las algo previsibles “The End Of The World”, uno de los singles más ramplones de los últimos tiempos, y “Alt.End”, que a pesar de hacerle un guiño a la guitarra de “In Your House” queda demasiado hueca y falta de fuerza, por no hablar de “Never”, un despropósito propio de los peores Smashing Pumpkins que queda diluía junto a sus compañeras en un álbum más digno de lo que pensábamos. Un trabajo en el que se muestran fieles a sí mismos, disfrutando y haciéndonos disfrutar al resto. Algo que ya quisieran muchos de sus contemporáneos.

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