The Jeevas – Apolo (Barcelona)
Volver a tener a Crispian Mills a la cabeza de una nueva formación, The Jeevas, es un auténtico placer. El que fuera alma y líder de Kula Shaker, banda que sedujo a público y crítica a finales de los 90 con el misticismo de su música, pasó por Barcelona para regalarnos una noche de rock, de guitarreo y fuerza junto a Dan McKinna, bajista, y Andy Nixon, batería, que militaron anteriormente en Straw, “un grupo de rock demasiado extraño e inteligente para ser entendidos”, según sus propias palabras.
Su sonido bebe directamente de los 70. “Creo que hay mucha más psicodelia en The Jeevas de la que había en Kula Shaker”, afirmaba Mills en el hall del hotel, poco antes de su actuación en la sala Apolo. “En nuestro disco hay mucha música americana, somos conscientes de ello y es más, es un sonido que nos encanta”, sigue comentando. Y aunque tienen un sonido más que definido, “cuando empezamos a tocar juntos, no sabíamos lo que queríamos hacer. Trabajamos de forma intuitiva, y, de hecho, el sonido no ha cambiado mucho de lo que empezamos haciendo” apunta McKinna.
En el escenario los tres se lo pasan en grande, se nota una gran complicidad y compenetración, que saben cómo hacer llegar al público, logran hacer transmitir con sus canciones una vitalidad innegable . Mills es un nervio que sabe dotar a su música de una personalidad propia y enriquece a golpe de guitarra cada una de sus melodías. Temas como “Virginia”, “Once upon in America” o “Teenage Breakdown” son un ejemplo de su energía y sobre todo, el optimismo y las ganas de divertirse que desprenden. “El hecho de grabar por nuestra cuenta, sin la presión de una discográfica detrás nos ha hecho estar mucho más cómodos, y hemos podido trabajar a nuestro aire, y yo creo que eso se nota tanto en el disco como en el directo”, sentencia McKinna.
Mills no reniega de su pasado. No puede hacerlo. “Soy yo; es mi música, evidentemente que el espíritu de Kula Shaker está presente. Sigo teniendo la cabeza en las nuves, pero con los pies en el suelo». Pero sin duda hay una evolución en cuanto al sonido y al punto de vista. “Es bueno mutar, evolucionar. Si tu música no cambia, es que tú como persona tampoco lo haces. Creo que en Kula Shaker habían grandes ideas, pero ahora tengo una mayor experiencia, y esto, junto con la imaginación, es lo que hace evolucionar mi trabajo”. Y si quedaba alguna duda, no hay más que acudir a uno de sus directos. Hasta tres temas de su antigua banda forman parte del repertorio. “303” fue la primera sorpresa, mucho más roquera que en el K, y con guitarras mucho más americanas. Primer atisbo de locura en las primeras filas, que se repitió en dos ocasiones más, como despedida antes del bis con “Hush”, que permitió a Mills recrearse como el gran guitarrista que es, y “Hey Dude” para cerrar la noche.
¿Grupo promesa? ¿Más de lo mismo? Lo cierto es que no está nada claro. “No sabemos donde vamos a ir a partir de aquí. Grabamos el disco en cinco semanas; en cambio, ya estamos empezando a pensar en el segundo disco, yo creo que será mucho mejor que 1,2,3,4”, afirma Mills. Lo único de lo que se puede estar seguro es del impresionante directo que tienen. Para empezar, lograron convocar a un par de centenares de personas en una noche con una gran oferta en la ciudad condal (Paul McCartney entro otros), que estuvieron entregadísimas durante toda la actuación (incluso desde las primeras filas se le rendía pleitesía a Mills, cual caballero de las canciones de Kula Shaker). Y eso, tal y como están las cosas, no es poca cosa.