The Magnetic Fields: 69 Love Songs (Paral·lel 62) Barcelona
Stephin Merritt es autor de una de las discografías más enormes que ha dado el pop en los últimos treinta años. Él en su momento se creyó un pequeño Cole Porter que creaba tonadas de electropop en su habitación mientras el grunge atronaba en las radios universitarias, y de ahí salieron discos mayúsculos de The Magnetic Fields como Holiday (1994), Get Lost (1995), y sobre todo esa maravillosa obra en forma de triple álbum titulado 69 Love Songs que en estos días 25 años desde su nacimiento.
Una obra fundamental en la que, de forma homérica, le cantaba al amor desde sus diferentes vertientes: del amor romántico al fugaz; del amor incrédulo al amor soñado en la barra de un bar, del amor de películas al amor beodo, y así hasta el infinito y mucho más. Stephin en 1999 redimensionó el pop moderno dándole una pátina de trascendencia hasta ahora no superada por el autor. Además, en esta obra hay alguna de las letras más memorables que ha dado la música la Historia de la música POP (con mayúsculas, claro que sí), también los ripios más tontos, y los experimentos más epatantes. 69 Love Songs es un mundo en sí mismo y, por tanto, una obra que, ya en 1999 (año curiosamente que da título a otra obra maestra de Prince) necesitaba ser paladeada con calma, dejándose uno llevar por esas imbricadas melodías que, mucho me temo, en la actualidad serían presa de una escucha más apresurada. Las formas de escucha han cambiado en veinticinco años, pero el bardo de neoyorquino es muy quijotesco, y por eso en otro momento único de lucidez mesiánica oteó horizontes de grandeza, y se sacó de la manga otra obra faraónica como 50 Song Memoir (2017) aunque esta vez su visión en cinemascope lo pilló con la guardia baja.
The Magnetic Fields regresaban a Barcelona a celebrar la efeméride en dos pases que supieron a gloria. De la banda original faltaban John Woo, el fallecido LD Beghtol, la gran Claudia Gonson, Daniel Handler y Dudley Klute, pero lo supieron suplir a las mil maravillas una pletórica Shirley Simms a las voces y el ukelele, Sam Devol elegante al chelo, un eufórico Anthony Kaczynski a las voces y guitarra acústica, y finalmente Chris Ewen a los teclados. Huelga decir que el maestro de ceremonias fue un Stephin Merritt que se mostró como siempre entre distante y apocado, pero siempre esbozando medias sonrisas mientras se tocaba la gorra, o se contoneaba con su vaso de ¿vino? ¿té de frutos del bosque? ¿bebida energética?
El repaso del disco se repartió entre las dos noches: 35 canciones el primer día y 34 al día siguiente. Nuestro crooner de garganta profunda lucía el primer día una camiseta de The Residents, y aparecieron al escenario para arrancar desde el principio sin alterar la secuenciación del disco con “Absolutely Cuckoo”, para después ir desgranando esas píldoras de amor que siguen emocionando e insuflando vida aunque el paso del tiempo ha hecho que pierda algo de magia alguna de ellas. “Don’t Believe In The Sun” es para entonar mientras se reprime el llanto ante versos como “They say there’s a sun in the sky / But me, I can’t imagine why / There might have been one / Before you were gone / But now all I see is the night”, y luego enlazar con la maravillosa “All My Little Words” que el respetable coreó con fuerza.
Stephin avisó que en este disco tenían cabida muchos animales, y empezaron los acordes de la animada “A Chicken With Its Head Cut Off”; Shirley se haría cargo de entonar con su voz que abriga como el abrazo más inesperado “Reno Dakota; “I Don’t Want To Get Over You” tiene esas estrofas típicas de Merritt con referencias literarias y descarnado romanticismo cheesy; “Come Back To San Francisco” sigue desprendiendo ese encanto naïf y tan Velvet Underground; ese pequeño musical de juguete que es “The Luckiest Guy On The Lower East Side” cantada por Kaczynski sonó fetén para seguir con el acento tecnopop a lo Beach Boys de mesa camilla en “Let’s Pretend We’re Bunny Rabbits” (sí, más animalitos). De la banda sonora de un medievo a escala reducida en“The Cactus Where Your Heart Should Be” pasamos a la hermosa “I Think A New Heart”. Todo maravilloso, y el ojo de la camiseta de Merritt nos observaba cómo le escuchábamos en silencio. “The Book Of Love” es de esas canciones que jamás conseguiremos desentrañar todos sus significados; “Fido, Your Leash Is Too Long” es como una bebida espiritosa patrocinada por Devo, y “How Fucking Romantic?” la llevó a su terreno Simms entre chasquidos de dedos y risas. En “The One You Really Love” la voz de Merritt se parecía a la de un Johnny Cash de reseca, “Punk Love” hubo distorsión a destajo, y “Parades Go By” sonó para clausurar la primera parte del set.
Tras veinte minutos regresaron. Merritt se subió al taburete en donde manejaba sus cachivaches. Simms interpretó otra de animales, “Boa Contrictor”, aunque lo mejor de este tramo final fueron las lecturas de “My Sentimental Melody” (“Love can kill people, can’t it?”), la dislocada atonalidad de “Love Is Like Jazz”, y “My Only Friend” era una dedicatoria a Billie Holiday.
Para el jueves el bueno de Stephin Merritt lucía una camiseta de los Kraftwerk y siempre con un rictus serio. Había muchos temas para rememorar aún y que son que son ya como una segunda piel. “Bitter Tears” es rock fibroso que no te cansas de escuchar; “Love In The Shadows” mantiene intacta esa atmosfera fantasmática; y no podían faltar las canciones en donde el maridaje alcohol-amor recrean paisajes de romanticismo visceral: “Love Is Like A Bottle Of Gin” y “Yeah! Oh, Yeah!”.
Podríamos seguir contando lo que pudimos vivir esas dos noches, pero creo que es mejor volver a un disco que es un arrebato de amor, una despiada a la par que tierna cartografía del ser humano cuando éste cree en amores simulados o verdaderos. Un cancionero que son epifanías y sueños truncados que brillan al albur de los neones y que, en ocasiones, nos hacen recordar el frio aliento de la miseria humana.
Recuerdo un poema del gallego Lois Pereiro titulado Podrían escogerlo como epitafio que dice así: Escupidme encima cuando paséis / por delante del lugar donde yo repose / enviándome un húmedo mensaje / de vida y de furia necesaria.
Gracias, Stephin, por hacernos creer que existe un atisbo de belleza en este mundo de mierda.
Fotos The Magnetic Fields: 69 Love Songs: Blanca Orcasitas