The Mountain Goats – Tallahassee (4AD)
John Darnielle, el 90% de Mountain Goats, es un tipo curioso. Como Robert Pollard o, en versión local, Calamaro, posee una extraordinaria creatividad que le permite tener escritas unas cuatrocientas canciones, la mayoría de ellas canalizadas en forma de cintas con tiradas limitadísimas. Aún así, tiene más de una docena de trabajos publicados, alcanzando el culmen de este desparrame compositivo en el año 2.002, en el que publicó ¡cinco! discos. Por otro lado, estos trabajos apenas han sobrepasado circuitos muy pequeños en los Estados Unidos, país en el que se ha labrado un cierto prestigio, sobre todo por la excelente calidad de sus letras.
Tallahassee, aparte de ser la capital de Florida y la tercera referencia geográfica en los títulos de los álbumes de Darnielle tras Sweden (00) y Ghana (02), es el debut del norteamericano en 4AD, tras una errática trayectoria en pequeños sellos estadounidenses. En este debut, la producción ha corrido por cuenta de Tony Doogan, productor e ingeniero de sonido que trabaja, entre otros, con Belle And Sebastian, Mogwai, Hefner o The Delgados, y es esta producción lo que ha otorgado a Tallahasse buena parte de las (muchas) virtudes del disco.
Una pareja se traslada a una casa en Tallahassee. A partir de ahí, la ciudad, la casa y la pareja comienzan un proceso de (auto)destrucción paralelo y relacionado. Si hacemos caso al texto promocional, este es el argumento del disco, que debe ser contemplado de manera lineal, como una novela con 14 capítulos. A la manera de Bob Dylan, fundiendo y confundiendo folk, rock y songwriting, Mountain Goats -en este caso, Darnielle y Peter Hughes– van desgranando todas las miserias, todas las penas y alguna que otra alegría en el complejo e infinito mundo de la relación de pareja. Alcohol, frustración, pesimismo, fugas y reencuentros campan a sus anchas por estas deliciosas piezas que apenas superan los dos minutos. “Our love is like the border between Greece and Albania”, canta en “International Small Arms Traffic Blues” con una voz entre irónica, cansada y clarividente, como quien recita un verso mil veces cantado y nunca escuchado. Con apenas una guitarra acústica y el apoyo de esa voz, el disco va marcando las pautas de una historia que se sabe superior: se sitúa físicamente en la primera y magnífica canción, “Tallahassee”. Sigue con ese esquema en “First Few Desperate Hours”, cayendo hacia un tono más sombrío y menos esperanzado. La historia transcurre como un via crucis en el que las canciones marcan las estaciones. No es hasta “The House That Dripped Blood” cuando una armónica completa el desnudo paisaje instrumental escrito hasta entonces. El disco va ganando tensión (la que genera la caída libre de la pareja que retrata), y en “Idylls Of The King” termina la primera parte de esta apasionante novela.
La segunda parte es la que comienza con “No children”, en la que un piano que se va a hacer cada vez más presente da la tímida réplica a la guitarra, omnipresente. Así, tras la excelente “See America Right” llega un homenaje a Carver, en “Peacocks” y la mencionada “International Small…”. Y las cosas, que han ido como en una olla a presión, estallan en “Have To Explode”, amarga canción de explícito título que precede a los mejores cortes del disco: “Old College Try” y, sobre todo, la soberbia “Oceanographer’s Choice”, un pedazo de tema que, curiosamente, es el más complejo en la orquestación, hasta entonces austera en extremo. La historia termina (¿termina?) con “Alpha Rats Nest”, pieza nerviosa y líricamente ambigua en la que se pone el punto y aparte a este complejo y desolador retrato.
Tallahasse es un disco que gana a cada escucha, que exige complicidad y que juega con la desnudez rítmica y musical y la exuberancia de unas letras magníficas. Una obra en la que a la esperanza le cuesta encontrar su lugar entre tantas ruinas. Un trabajo atípico, personal y que, sin la entrega (y paciencia) necesarias puede resultar ligeramente cansino. Pero del que, si se aceptan las reglas del juego, se puede disfrutar. Una visión extremadamente lúcida y lamentablemente poco frecuente de las relaciones humanas.