The Raveonettes + Celica XX – Sala Arena (Madrid)
Ver a Celica XX supone una gratificante muestra de que, afortunadamente, se está avanzando en cuanto al posicionamiento de los grupos nacionales frente al directo.
Afortunadamente, sí. Porque casos como este demuestran que hay bandas que, lejos de mantener una crispante actitud de estar sobre el escenario como si estuviesen pidiendo perdón, se suben a él para lanzar su sonido con potencia, haciendo sonar a los instrumentos y a los altavoces.
Afortunadamente, gracias a muchos grupos, se va rompiendo el torpe corsé de cierto amateurismo nacional mal entendido enfocando la música a un nivel de mejor exposición y expresión. Que para eso hay instrumentos y equipos de sonido, para hacerlos sonar.
Así, los madrileños mostraron con sobrada dignidad un repertorio de ambientes que, como túneles de sonido, sometían con facilidad y convencimiento en un concierto que sirvió de nexo adecuado para la posterior aparición de Sune Rose Wagner y Sharin Foo.
Mientras se preparaba el escenario, una estupenda selección de rock´n´roll y rockabilly preparada por la banda, ayudaba a esperar su llegada. Y con un fondo blanco salieron The Raveonettes.
A modo de trío, la banda de los daneses Foo y Wagner, empezó con un «Endless Sleeper» que avisaría de cómo avanzaría la noche: Guitarras, efectos, pedales, distorsiones, delays, ecos, programaciones, baterías cavernícolas, rock´n´roll, surf, voces, y más, es decir, una lluvia de ingredientes envolventes que serían del beneplácito del maestro Joe Meek. No en vano Sune Rose Wagner nos contaba en una reciente entrevista su admiración por él, sus melodías y sus misteriosas técnicas de grabación.
El concierto sacó a relieve varias de las canciones de su reciente álbum, Pe´ahí, repasando además algunos momentos de sus otros seis discos.
Una buena andanada de matices, de barullos, graves, quietudes, coros, luces y sombras, cayeron bajo la inquietante figura de Wagner y la imponente Foo que, con miradas de complicidad, iban dando los matices necesarios a unas canciones que, reconociendo su querencia por el pop de los cincuenta y los sesenta, también se sostienen en fraseos de surf, shoegaze, psicodelia, electrónica y hasta hip hop. Sí, porque entre efectos, melodías y bases de ritmo, se podían intuir tales maneras sin que sonaran en absoluto a un mero pegote.
De la euforia de «Dead Sound» a la intriga de «Aly, Walk With Me», de la aventura de «Attack Of The Ghost Riders», el tú a tú de «Recharge & Revolt» y la contemplación de «Gone Forever» y «Summers End», desde la fantasmagoría de «Apparitions» a los estallidos de «Kill!», todo el trayecto describió la ruta de inicio y camino que The Raveonettes llevan hasta la fecha con buenos resultados.
Un sendero de curvas, subidas y bajadas que resuelven en eléctrico, manejando recursos y disponiéndolos según su albedrío. Es cierto que hay una norma en su sonido pero eso, lejos de ser una limitación, se convierte más bien en un carril por el que se pueden observar las tonalidades de una música que, entre lo distante y lo carnal, refleja bastante bien lo que es ver bajo las luces y delante de los altavoces a Sharin Foo y Sune Rose Wagner en una grata sensación de disfrute y vuelo.