The Rolling Stones – Estadio Santiago Bernabéu (Madrid)
Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro… y ver a The Rolling Stones al menos una vez en la vida. Esas manidas obligaciones que debe cumplir todo ser humano que se precie, deberían convertirse en estas cuatro, al menos para las tres generaciones que ayer nos dimos cita en el Estadio Santiago Bernabéu. Uno lleva unos 25 años yendo a conciertos y ha tenido el gusto de disfrutar de mitos como Bowie, Reed, Dylan, Cohen o Ramones, pero dentro de esas llamadas «espinas clavadas» que todos sufrimos, se encontraba como para muchos, la de la longeva formación británica a la que llevábamos tiempo pensando que nunca llegaríamos a ver. Una vez más, nos equivocamos.
The Rolling Stones volvieron a demostrar que son eternos, no solo por una discografía que ya tiene el lugar en la historia que merece, sino por el derroche de energía que siguen demostrando, el torrente de emociones que provocan y lo más importante, el entusiasmo que continúan demostrando encima de un escenario, algo digno de admiración.
Muchos criticarán el carácter mercantilista de esta reducida gira (¿algún ingenuo sigue pensando que hacen esto por dinero cuando desde hace décadas tienen el suficiente para vivir diez vidas a todo trapo?), o ver que sus shows han pasado de 35 a 20 canciones, da igual señores, lo que ayer vivimos fue una mágica noche de rock and roll y celebración multitudinaria que quedará grabada en el recuerdo tanto de los no iniciados, como de los viejos del lugar que ya hubieran podido disfrutar de alguno de sus conciertos desde su primera visita a nuestro país allá por 1976.
Abarcar 50 años en apenas dos horas es complicado, pero con un repertorio del que podría salir una centena de temas infalibles, la cosa parece más sencilla. Por ello empezar con «Jumpin Jack Flash», «You Got Me Rocking» y «It’s Only Rock`n`Roll (But I Like It)» es toda una declaración de intenciones. Esto es una gira para celebrar una carrera, sí, pero además nos deparó más de alguna sorpresa: desde la posibilidad de que los fans eligieran uno de los temas de la noche (aquí fue la versión de Dylan de «Like A Rolling Stone»), a la subida al escenario de Mick Taylor, guitarrista de la banda que reemplazó al malogrado Brian Jones y les acompañó apenas un lustro a principios de los 70; sin olvidar la interpretación de «Angie», (que no la esperábamos) o la aparición del coro de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, haciendo la apertura de la gran «You Can`t Always Get What You Want».
Nadie quedó insatisfecho porque había para todos: ahí estaba la innegable pegada de las inmortales «Honky Tonk Women», «Miss You» o «Brown Sugar», la sublime «Midnight Rambler» tocada a seis manos entre el antes mencionado Taylor y sus dos compañeros a las seis cuerdas, Richards y Wood. También ardimos virtualmente con las llamas que asolaron las pantallas en «Sympathy for the Devil» con el ritmo marcado por el siempre elegante Charlie Watts, brújula de The Rolling Stones o vibramos en otro de los momentos de la noche con la soberbia interpretación de «Gimme Shelter», con el torrente de voz de una Lisa Fischer descomunal.
Keith Richards también tuvo su momento de lucimiento con «You Got the Silver» y «Can`t Be Seen», pero tampoco queremos obviar el subidón de la siempre efectiva «Start Me Up», que sonó en el último tramo de la noche, las líneas de bajo de «Out of Control» (una de sus mejores piezas de la década de los 90), ni su decente último sencillo, «Doom and Gloom». La guinda la puso, como no podía ser de otra forma, «(I Can`t Get No) Satisfaction», ya en éxtasis colectivo.
Aunque la lógica del paso del tiempo nos indica que pronto deberán parar, viendo lo visto, no nos extrañaría que la fiesta continuara otros 50 años. Es lo que te concede tener simpatía por el diablo.