The Strange Boys – Sala El Sol (Madrid)
Dicen de los Strange Boys que son un grupo de garage con un cantante con la voz afectada por el espíritu de Bob Dylan. Y la verdad es que ni lo uno, ni lo otro. Estos alegres jovenzuelos no hacen más que sincerarse ante sus raíces, ubicadas en Austin (Texas), elaborando después de tres cautivadores álbumes un mosaico sonoro donde el country sobresale entre una amalgama de sonidos tradicionales.
Al poco de salir de entre bambalinas, ya demuestran su buen hacer y carácter en el escenario, desprendiendo un sonido crudo acrecentado con esa chispa salvaje que denomina a los grupos garageros. La voz de su líder Ryan Sambol gana puntos curiosamente si se compara con la de estudio. Parece menos forzada y poco rebuscada, valiéndose de su rotundo acento tejano para elevar la categoría del directo. Pronto sacan a pasear su country asilvestrado en “Woe Is You And Me”, esencia rock and roll en dos minutos donde el aullido de sus guitarras otorga al público lo que ha venido a buscar.
El problema es que los sureños ya no son el grupo de sonido desinhibido y fiestero de su primer trabajo, el desenfadado And Girls Club (2009). Su maduración express en Be Brave al año siguiente, concretó lo que ahora se aprecia encima del escenario, un grupo apasionado por la música popular de su país, sea soul, folk destartalado o ligeros toques funk o pop a base de teclados (“Me and You”).
De esta manera el concierto fue un tira y afloja entre sus amados temas donde imperan las harmónicas y las texturas agrestes (“Walking Two by Two”), en contrapartida a su rock desbocado influenciado por los 60´ ingleses (“A Walk on The Bleach”, “Be Brave”). Ambos estilos válidos, ambos estilos queridos por el respetable, pero mientras los primeros coparon la mayor parte del repertorio, era con los segundos cuando el público realmente vibraba.
Concierto de más a menos debido a una parte final del concierto algo tediosa a base de desarrollos con poco rumbo y sin saber muy bien que temas seguir tocando. Tampoco ayudó ni el día (lunes) ni la hora (comenzó poco antes de las 23.00) haciendo que más de uno abandonara la sala antes de tiempo. Mal sabor de boca si atendemos a su capacidad para dar una vuelta más de tuerca a sus notables temas.