Vinyl y el despertar musical de los 70
Cuando la avalancha de jóvenes de garganta y pantalones rasgados engulló el coche de Richie Finestra, saltando y aplastando el techo entre gritos de exaltada adolescencia, el productor discográfico apenas había reparado en el club de la acera de enfrente. Aquel a donde se dirigía la marabunta juvenil con carmín en los labios y purpurina en los ojos, siguiendo el cebo de las luces fluorescentes y el eco de guitarras desgarradas. La fascinación por una nueva forma de expresión hecha carne, por un nuevo sonido en ebullición: el punk. Así arranca el piloto de Vinyl, la serie de HBO producida por Martin Scorsese y Mick Jagger. Vinyl dibuja la escena musical de la Nueva York de los 70 a través de los ojos del personaje interpretado por Bobby Cannavale. Es en este primer episodio donde navegamos por el lanzamiento del punk de la mano de The Nasty Bits, una banda emergente que aún necesita pulir su recién estrenado sonido basado en The Stooges. Más tarde, la actuación de unos desbocados New York Dolls en el Mercer Arts Center ante la fascinada mirada de Finestra culmina la escena que abría el episodio. Es el despertar de una cultura en ciernes y de un sonido que ya empezaba a agrietar los cimientos de la ciudad. Vinyl ahondará en los grandes géneros que nacieron en esta época y lugar mientras Finestra trata de salvar de la quiebra a su American Century Records en este nuevo clima musical. Un clima musical que haría historia.
La prosperidad musical de la ciudad de Nueva York en los años 70 contrasta con su situación social, caótica y peligrosa, con altas tasas de criminalidad y hundimiento económico. Sin embargo, esta ciudad en agitación constante, con el idealismo de los 60 casi enterrado, constituyó el caldo de cultivo perfecto para tres grandes géneros musicales que encontraron en la Gran Manzana la rabia suficiente para emerger. En diferentes zonas pero en una misma ciudad, el punk, el disco y el hip hop se fueron fraguando con un elemento común: la frescura y la novedad. El mismo lugar que vio nacer a The New York Dolls, The Velvet Underground, Patti Smith o Television, dio también cobijo a nuevos clubs llenos de música disco y que serían el gran espejo del movimiento del gay power. Mientras tanto, incapaces de acudir a estas selectas y exquisitas salas como Studio 54, en el Bronx comenzaba a surgir una nueva forma de expresión, una música que se podía disfrutar cuando fuera y donde fuera: el hip hop. En la década de los 70, Nueva York fue un universo paralelo que definiría la cultura que estaba por llegar en los años siguientes.
Los celebrados The Velvet Underground, tomados como referencia de la escena musical de Nueva York, se separarían en 1973, pero ya habían dejado tras de sí una estela que iban a seguir estos nuevos grupos. En su día, Brian Eno comentó que “casi nadie” había comprado el primer disco de The Velvet Underground, “pero todo el que lo hizo formó un grupo musical”. Apadrinados por Andy Warhol, consiguieron abrirse un hueco y tocar por diferentes rincones de Estados Unidos dentro del show Exploding Plastic Inevitable. Todavía con Lou Reed como vocalista, ya en los 70 la banda frecuentaba el Max’s Kansas City, uno de los clubs que sería testigo del estallido punk y donde se grabaría el Live at Max’s Kansas City en 1972.
Sin embargo, es posible que sean The New York Dolls los que casi podrían firmar el que fuera el inicio del nuevo movimiento musical que vio nacer Nueva York. Su sonido, que más tarde se calificaría como punk o glam rock, fue una clara respuesta al movimiento Flower Power que se había adueñado de la costa oeste de Estados Unidos. Una nueva música que acogió la revolución social que estaba teniendo su epicentro en Nueva York. El rock and roll con brillantes botas de plataformas que encandiló a músicos contemporáneos como Television y que dirigió su camino de una forma u otra. “Mi primera impresión fue que eran los Rolling Stones con ropa de stripper”, llegó a afirmar David Bowie unos años atrás. La serie de Jagger y Scorsese refleja en el primer episodio esta estética rabiosa y brillante que ya se abría paso a principios de los 70.
Tanto a los Ramones como a Patti Smith, futuros estandartes del punk, les cautivó aquel sonido que inundaba el Max’s Kansas City cuando The New York Dolls pisaban el escenario. También Television nacieron espoleados por el grupo del casi travestido David Johansen, quienes en 1974 se reunirían en el famoso CBGB para tocar todos los viernes y sábados. Ambos, el Max’s Kansas City y el CBGB, fueron los dos puntos de encuentro claves de la escena punk neoyorkina, donde no era raro encontrar a grupos como Talking Heads o Blondie entre el público o en el escenario.
Patti Smith, poetisa, dramaturga, escritora, también frecuentaba el CBGB con su inseparable Lenny Kaye. Trabajó además con John Cale de The Velvet Underground, y se maravilló de la guitarra de Tom Verlaine, con quien luego colaboró en Horses. Éste, su álbum debut, se publicó el 13 de diciembre de 1975 y, junto con el debut de los Ramones, que se publicaría poco después, es considerado uno de los primeros discos de punk de la historia. “Escucharlo fue como la primera vez que vas al mar y te tumba una ola”, describió Michael Stipe, de R.E.M. Fue la primera declaración de intenciones de Patti Smith.
Entre todo este brebaje punk y glam rock, unos desconocidos Blondie capitaneados por Debbie Harry se paseaban por los clubs más de moda. No tardaron en ser considerados “demasiado pop” para el mundo nuevo que estaba despertando en esta escena punk. Sin embargo, acabaron vendiendo más copias de álbumes que sus coetáneos del CBGB, como Parallel Lines, que guardaba el hit disco “Heart of glass”. Blondie se caracterizó por una apertura de puertas a otros géneros que iban más allá de la new wave, como el mencionado disco, el cual estaba a su vez abriéndose camino en la escena neoyorquina.
De la misma manera que el punk, la recién llegada escena disco también tenía sus puntos de encuentro, los mismos que serían la representación máxima de este movimiento. Studio 54 o The Gallery veían formarse a sus puertas enormes marabuntas de jóvenes con plataformas y ganas de bailar al ritmo de Chic o Bee Gees. “Tú entras. Tú no. Tú entras si te quitas la camiseta y te apartas de tu novia”, era el proceso de selección para poder entrar a Studio 54 las noches en las que la cola daba la vuelta al edificio. Woody Allen o Frank Sinatra apostados en la puerta y sin poder entrar, Bianca Jagger haciendo una entrada triunfal subida a un caballo blanco el día de su cumpleaños o Stallone bebiéndose la última copa que sirvió el local antes de su cierre en 1980 son algunas de las anécdotas y leyendas que circulan sobre el mítico club de Manhattan.
Según Nicky Siano, fundador de la discoteca The Gallery, en el SoHo, ser un buen DJ en aquel momento “no se basaba en poner discos, sino en crear una atmósfera”. En estos clubes se fundían diferentes estilos musicales y se prolongaban los temas más exitosos utilizando dos platos con una misma canción. Era una época nueva, una exaltación del mundo de la noche que ya no diferenciaba la vida nocturna heterosexual y la homosexual, impensable hasta entonces.
Vinyl, que de la mano de la discográfica de Finestra aún saborea los regustos a géneros anteriores como el blues, pasa en este primer episodio rozando mínimamente el hip hop cuando el coche del productor se acerca por el Bronx. Para entonces, en este distrito ya comenzaban a surgir unas fiestas propias con un sonido propio, las llamadas block parties. Este sonido nació principalmente de la mano de DJs como Kool Herc, Africa Bambaata o Grandmaster Flash.
El género del hip hop se desarrolló lentamente y en diferentes lugares de forma simultánea. La música en la calle a un volumen ensordecedor era el motor que poseía este nuevo estilo para su difusión. El arranque final tuvo lugar gracias al gran apagón de 1977, que dejó a la ciudad de Nueva York a oscuras durante 24 horas. Aunque no ocurrió lo mismo en otras partes de la ciudad, el apagón en el Bronx fue casi como la llegada de la Navidad en pleno julio. Con el saqueo masivo a las tiendas de aparatos electrónicos, las ansiadas mesas de DJ y equipos de sonido tomaron las calles y el sonido del hip hop comenzó a expandirse de manera masiva, llegando fuera de los límites del Bronx. Varios grupos se percataron del potencial de este nuevo sonido, como los ya nombrados Blondie, quienes años más tarde publicarían “Rapture”, con influencias extraídas del hip hop.
Todo un conglomerado de culturas, una mezcolanza de estilos que, de una forma u otra, eclosionaron en un mismo punto geográfico. Nueva York fue la cuna de varios de los géneros musicales más importantes de la historia, y el hervidero de un acervo de grupos y artistas que marcarían un antes y un después en la música. “Quiero lo que es nuevo”, gritaba Richie Finestra en su discográfica, en una declaración de intenciones de encontrar un sonido nuevo y excitante, aquello que revolucionaría el panorama musical imperante. Y, exactamente eso, es lo que Nueva York estaría a punto de ofrecerle.
El primer disco de Ramones no se llama «Punk» sino «Ramones».