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Whispering Sons + Second Still (Wurlitzer Ballroom) Madrid 13/05/18

Después de los conciertos de Human Tetris y Rosenmüller, también propiciados por Indypendientes, llegaba el domingo otra tanda de conciertos muy esperados. Por una parte: los belgas Whispering Sons y por otra, los angelinos Second Still, sumándose a última hora el dúo mexicano Pain Rills.

Lo primero que chocaba es que las dos bandas principales llevaran sus propios técnicos de sonido, algo no muy habitual en los grupos musicales independientes (en la acepción real de la palabra) de gira, ya que siempre hay que recortar gastos. Claro que, cuando uno escucha en directo las propuestas de ambos combos, se entiende todo.

Abrían la noche los mexicanos Pain Rills, no sin algún contratiempo, al no tener mucho tiempo para probar sonido, además de quedarse el guitarrista sin pedal modulador de su instrumento, al quemarse este. Aun así, Pain Rills pusieron de su parte para que todo saliera más o menos bien. Aunque su propuesta de “Dark Cabaret”, como ellos mismos se autodefinen, no está exenta de: oscuridad e influencias electrónicas, es inevitable vislumbrar ciertos toques de pop luminoso, al menos en la forma de cantar de la líder de la formación, Alex Raven. Un concierto breve, pero suficiente para ver lo que hacen. Es muy probable que los tengamos por aquí pronto de nuevo, por lo que comentaron; esperaremos para verlos con más calma.

Se subía al escenario el trío de Los Ángeles, Second Still, recientemente fichados por el renombrado sello discográfico Manic Depression Records, palabras mayores. Está claro que es inevitable acordarse de Siouxsie & The Banshees al escuchar gran parte de su cancionero, pero es injusto no ver en ellos su propia personalidad, imprimida en gran parte por la presencia de la vocalista Suki, que, parapetada tras dos teclados, realizaba bailes elegantes sin menoscabar ni un ápice su voz.

Ritmos programados, lanzados por el asistente de sonido, desde la cabina de ídem, dieron paso a un concierto vitaminado y perfecto. Líneas de bajo muy en la onda cold wave, por parte de Alex Hughes, el creador en las sombras del proyecto, y guitarra atmosférica y a ratos killer, por parte de Ryan Walker. Canciones como: “Opening” o “In Order”, hicieron que una sala Wurlitzer, casi repleta, cayera rendida al trío californiano. Para terminar, su indiscutible hit; “Try not To Hide”, con una Suki ya entregada al paroxismo. Tan solventes en directo como en sus grabaciones.

Llegaba la hora para los indiscutibles cabezas del cartel, los belgas Whispering Sons que sin llegar a tener ninguna grabación de larga duración editada, han logrado acaparar la suficiente atención como para hacerse giras por toda Europa. Solo en el pasado 2017 dieron más de cuarenta conciertos por diferentes países del continente. En directo el peso de la banda cae en la impresionante presencia escénica de Fenne Kuppes, la imponente cantante que logra acaparar toda la atención durante el set. Sin desmerecer al resto de la formación, por supuesto; base rítmica (con batería electrónica para la ocasión) efectiva e hipnótica, guitarra atmosférica y amenazante, a partes iguales, y electro paisajes dibujados con un Moog, completan el compendio de sonidos post punk.

Temas como “Alone” o “White Noise” con los que abrieron, fueron toda una declaración de intenciones para presentar lo que se venía encima: sonido perfecto, ejecuciones concisas y canciones que son auténticos hits inmediatos, algo no muy común en géneros musicales como el post punk o la dark wave.

Con “Got a Light”, o “Hollow” demostraron que se puede tener versatilidad, tanto vocal como instrumental, y seguir siendo fieles a su planteamiento musical, y con “Wall” se reafirmaron en su condición de hacedores de temas inapelables.

Volvieron a salir, en un bis para nada planeado, casi obligados por un público que no salía de su asombro por lo que había visto. Me pongan una ración de Whispering Sons todas las semanas, por favor.

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