1985: The Jesus & Mary Chain – Psychocandy (Blanco y Negro – Wea)
Los discos que cambiaron nuestra vida
Raúl ya tenía edad para conducir. Yo 17 y dinero en el bolsillo. ¿Cogemos el coche de tu madre y vamos a Discoplay? De una tacada: Closer, Darklands, Victorialand, Hats, Swordfishtrombones y …Psychocandy. Ya en casa, la aguja perfectamente calibrada para escuchar a Mahler baja sobre “The Living End” y…¡cuando mi padre se entere de que me he cargado su tocadiscos me mata! Claro, yo venía de los lamentos de Morrissey, de guitarras prístinas y no sabía de capas de ruido gruesas como hormigón. A la segunda escucha se me quitó el susto. A la tercera puse un póster del grupo en mi habitación.
Psychocandy fue mi revolución de octubre, mi Never Mind the Bollocks. Tripas y corazón. Es, ya sabes, el cruce ideal entre la fiereza de The Stooges y la armonía de The Beach Boys, llevado a cabo con una maestría al alcance de… ¿nadie? Es, ya sabes, un excelente compendio de canciones vivas, intensas, vibrantes. Canciones que, interpretadas sobre un escenario de manera impasible, ganaban en intensidad por puro contraste. Así, la respuesta violenta de los asistentes a sus breves conciertos confirmaba que la gama de grises del álbum suponía un enérgico puñetazo en la mesa en una época teñida de colores vivos.
“Queríamos hacer discos que sonaran diferente” comentaba William Reid. Lo consiguieron. Él y su hermano Jim habían creado una maraña sonora deudora de The Velvet Underground y la trenzaron con el talento melódico de Phil Spector. Además, la sección rítmica del cuarteto sonaba oscura, tenebrosa, quizá gracias a su austeridad: Douglas Hart sólo tocaba dos cuerdas de su bajo, Bobby Gillespie, inspirado por Moe Tucker, golpeaba de pié y con desgana caja y bombo.
Ese modo de hacer, de sonar, esa estética supusieron punto y aparte y un nuevo referente a mucho de lo que vino después. Porque después vino el noise-pop y My Bloody Valentine y el mirarse los zapatos y … Después.