40 años sin John Lennon: recordando Double Fantasy
La memoria juega muy malas pasadas. A veces creo recordar claramente haberme enterado del asesinato de John Lennon en el instituto, al día siguiente. En mi clase había varios compañeros muy metidos en el mundo de la música, y posiblemente fue uno de ellos el que llegó con la noticia. Otras veces recuerdo de manera muy difusa haber visto la noticia en la televisión, sin tener muy claro si fue esa la primera noticia que tuve del crimen. Tampoco estoy seguro de si ya había escuchado “Woman” antes del 8 de diciembre de 1980. Según todas las fuentes el sencillo fue publicado en enero de 1981, aunque el álbum ya estaba en el mercado y quizás alguna emisora lo pinchara con anterioridad. Sí que parece más probable que hubiese escuchado “(Just like) starting over”, ya que salió como sencillo en octubre de 1980. Lo que sí es seguro es que todas esas piezas en algún momento encajaron en mi cabeza y estallaron como una tonelada de pólvora cuyos efectos todavía no puedo decir que se hayan disipado.
Las dos canciones mencionadas, y en general todo el álbum Double Fantasy, eran un canto a una vida nueva, a la esperanza en el futuro, a la estabilidad familiar. Incluso para un chaval de 14 años resultaba evidente la tragedia: un señor de 40 años que, por fin, había encontrado la paz, había sido asesinado. Mientras, en la radio, se le escuchaba decir cosas como “Nuestra vida juntos es tan preciosa”, o “cuando te miro, cariño, siento como si nos estuviéramos enamorando otra vez”, o “por mucha que sea la distancia, no nos separará”. Canciones como “(just like) starting over” y “Woman”, que un día sonaban ñoñas, de repente al día siguiente se convertían en un pozo profundo en el que la ternura y la fatalidad se encontraban y caían lentamente hasta un fondo negro e innombrable. Ya era imposible escucharlas y contener las lágrimas no ya por el exBeatle, ni por uno de los mayores talentos pop del siglo XX, sino por el hombre que había dejado huérfano a un niño de 4 años y viuda a una mujer que, después de tanto tiempo y tantas dificultades, parecía por fin que era la mujer de su vida.
Las campanas que suenan al principio de “(Just like) starting over” parecen una invitación a entrar en su casa, una llamada a cenar; un guiño de familiaridad que se vuelve a repetir justo en el ecuador del disco, antes de “Beautiful boy (Darling boy)”, la canción dedicada a su hijo Sean que contiene la famosa frase “life is what happens to you while you’re busy making other plans”. Una frase, que por cierto no es original de Lennon, que a posteriori se revela como una terrible profecía. “Cleanup time” es otro canto a la vida, a la libertad, a la seguridad que da el hogar: todo está bien, todo en su sitio. Ese es el mensaje del disco. Todo está bien, lo pasado queda atrás, miremos solo hacia adelante. Aceptando el momento, también todo lo que ha ocurrido hasta llegar a este ahora de felicidad y amor. “Watching the wheels” es una canción de pop casi perfecto que bascula entre el ajuste de cuentas con el pasado y la mirada luminosa al presente, haciendo referencia a sus locuras anteriores pero también a esos cinco años de paréntesis artístico, entre 1975 y 1980, en los que John Lennon simplemente se sentaba a ver pasar la vida y crecer a su hijo.
Su hijo, Sean, y su mujer, Yoko Ono, son el centro de las canciones de John prácticamente en todo momento. “Dear Yoko”, igual que “Woman” y “(Just like) starting over” son canciones de amor a Yoko, directas, sin medias tintas ni artificios. Una declaración de amor incondicional a la que Yoko responde con “Every man has a woman who loves him”, “Yes, I’m your angel”, “Beautiful boys” y, finalmente, cerrando todas las heridas con “Hard times are over”. Incluso la rara “Kiss kiss kiss” encaja en un disco que, en contra de las opiniones vertidas en su momento, no parece hecho para conseguir un número 1, ni para competir con un McCartney que con su McCartney II y canciones como “Goodnight tonight” o “Coming up” volvía a estar en la cresta de la ola. No, más bien tiendo a aceptar la versión de Yoko Ono, según la cual John había vuelto a tocar la guitarra y, durante unas vacaciones en las Bermudas, le mostró un par de canciones. Ella afirma que le animó a grabarlas, a sacar un single o un EP, pero que cuando Lennon se puso manos a la obra las canciones brotaban de su cabeza como hacía tiempo que no lo hacían.
Me creo esa versión, la quiero creer, porque cuando escucho Double Fantasy por enésima vez sigo sin escuchar a un exBeatle ni a uno de los mayores talentos pop de este siglo; tampoco escucho un disco majestuoso hecho con todos los medios al alcance de un mito como John Lennon, ni me parece que las canciones de más éxito fueran hechas pensando en eso mismo, en que fueran un éxito. Cuando escucho Double Fantasy me siento como un intruso en casa ajena, leyendo los pensamientos de una pareja de enamorados que, con su pequeño hijo, rebosan felicidad y necesitan contárselo a alguien. Cualquier otra pareja lo comentaría con sus amigos, con sus familiares, pero Lennon y Yoko no eran una pareja cualquiera. Lo que hicieron fue compartir su felicidad con todo el mundo a través de lo que mejor sabían hacer, música. Ni siquiera me importa qué canción es de John Lennon y cuál es de Yoko Ono porque a mis oídos todas las canciones suenan con una única voz: la voz del amor.
Escucha Double Fantasy, de John Lennon y Yoko Ono, último álbum de la pareja publicado en vida de Lennon.