Conciertos

Dominique A + Benjamin Schoos – Sala Arena (Madrid)

El disco publicado por Dominique A, Vers les luers (12) posee una virtud maravillosa: Es capaz de aunar subterráneamente la sencillez de trabajos como La fossette (92) con los arreglos abigarrados de empresas como Tout sera comme avant (04). Y no sólo no salir mal parado, sino superar con creces ambos ejemplos. Por eso, había muchas ganas de ver cómo defendería en vivo su cancionero.
Antes habría que, digámoslo finamente, entender la actuación de Benjamin Schoos. Reconozcamos que hay que tener coraje para bajar dos veces del escenario y cantar a personas del público a la cara cuando a todo el mundo le trae al pairo tu propuesta y la sala está aún casi vacía, y esto desde luego le honra.
Pero la verdad que el belga poco más allá de una pulcra elegancia que reventaba en explosiones histriónicas de crooner post-moderno, no ofreció canciones con empaque. Una especie de Robert Palmer mezclado con algún guiño a lo Benjamin Biolay cuyo veredicto es claro: no me creo que lo observo y lo que escucho.
La cosa cambió radicalmente con la llegada de Dominique A a las tablas y su fenomenal banda de acompañamiento. Un formato rock, donde el peso de dos guitarras, los efectos sonoros, un teclado certero y una base rítmica solvente fueron las armas que convirtieron su actuación en la más gloriosa de cuantas le he disfrutado.
Puede que los arreglos exquisitos de «Rendez-nous la lumière» o las campanas y cuerdas  de «Immortels» no consiguieran ser suplidas en su grandiosidad por el rocoso despliegue del francés, pero por el contrario supieron paliar los vientos de «Contre un arbre» o dotar de un agradecido tratamiento recio a «Le sens».
Las hechuras del show convencieron, capitaneadas por un Dominique A -de nuevo- pletórico a la voz y con una energía cautivadora y contagiosa ofrecida a un público entregado y agradecido desde el primer minuto. La contundencia formidable no trajo consigo una pérdida de detalles, todo lo contrario, como demostró «Le bruit blanc de l´été» o el ruidismo ajustado fielmente al espíritu de «Le courage des oiseaux».
La tensión lograda con «Pour la peau», el sonido afilado de «Close west», el clímax final de «L´horizon» y, sobre todo, la pulcra emoción pura que destiló «Le convoi», son instante que maravillaron mi alma con excitación primeriza, algo milagroso y que tanto anhelo siempre conseguir.
Y si ya el bueno de Ané tiene el detalle de rescatar joyas cantadas en su pasado junto a François Breut capaces de desintegrar corazones con su mera mención como «Le twenty two bar» y, especialmente, la indescriptible belleza de «Les haunts quartiers de peine», uno agradecerá haber estado allí lo que le resta de vida.
Inimaginablemente excelso, de veras.
 

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