Abandoned Pools – Humanistic (WEA)
Personalmente, siempre fui de la opinión de que los trabajos de Eels no debían ser sometidos a revisiones exhaustivas, a rascar en la superficie, por si acaso nos llevábamos la decepción de ver que no había nada debajo (riesgo que únicamente no se corría en el interesantísimo Daisies Of The Galaxy (2000)). La megalomanía de E y escuchas sucesivas hacían prever que Eels no eran para tanto.
Por esos motivos, no las tenía todas conmigo al decidir comprar el Humanistic de Abandoned Pools, proyecto paralelo o único (el tiempo lo dirá) del ex Eels, Tommy Walter. No obstante, los primeros compases de la colosal “The Remedy”, single del disco y una canción superlativa, ya nos advierten de que estamos ante algo de mucha más enjundia y sorprendentemente prometedor. Disco hecho en plan Juan Palomo, en el que Tommy hace de todo –y lo hace bien-, con solventes y esporádicos apoyos instrumentales, Humanistic se revela como una colección de canciones sumamente coherente, en el que la electricidad, la melancolía y el (falso) optimismo componen piezas tan hermosas (“Sunny Day”) como rabiosas (“Mercy kiss”). En este paseo por los estados de ánimo más primarios, Walter parece demostrar que ha hecho bien la digestión del empacho de anguilas, y que a veces no hay nada mejor que dar un paso atrás para avanzar dos hacia delante.
Humanistic contiene canciones salidas del estómago: “B.L.V.D.”, “Seed” o la desesperada y magnífica “Monster”; de la cabeza, como la calculada “Blood” o la luminosa y silvestre “Suburban Muse”; o del corazón: “Ruin your life”, “Never”…, creando un conjunto equilibrado, pero sin perder la densidad y calado necesario que distingue a un disco bueno de un disco excelente.
El apoyo que prestan los coros a lo Juliana Hatfield de Angie Hart –un modesto descubrimiento- son el contrapunto a la rabia y oscuridad de los pasajes eléctricos de los momentos más nebulosos del disco, alcanzando su máximo exponente en “Start over”, una canción prodigiosa que parece resumir todo lo que uno va a encontrarse en este trabajo, en el que la estrella es la ya mencionada “The Remedy”, tema perfectamente construido sobre las bases del pop más adulto y adornado con estribillo que parece mirar de reojo a Ian Broudie (Lightning Seeds).
En cualquier caso, da la sensación, tras escuchar varias veces el disco, de que hay varias canciones dentro de cada canción, de que el disco se difumina en varias direcciones y de que es cuestión del oyente cuál escoger, a sabiendas de que la que escoja va a ser la dirección correcta. Así lo certifica la genial “Fluorescein”, canción que cierra y, en cierto modo, resume este soberbio trabajo, un auténtico descubrimiento. E debe estar muriéndose de la envidia.