Pet Shop Boys, eternos archienemigos del señoro rockero
Recuerdo cuando en los noventa -aquella década que a muchos les parece cercana, pero que no, dista tres de ésta en que nos encontramos- la revista Rockdelux, adalid perpetuo de la modernidad rock y siempre haciendo equilibrios entre el rock a que hacía referencia su título, de por sí algo tan pretendidamente auténtico y lleno de clichés, con un ánimo provocador siempre atento a todo lo que se movía en las periferias, comenzó a decir que Pet Shop Boys molaban. El escándalo fue mayúsculo.
¿Pero qué nos estaban contando? ¿Que ese par de amanerados inglesitos de familia bien con sus ritmitos eurodisco y sus canciones que sonaban constantemente en los 40 principales nos tenían ahora que parecer la leche a nosotros, los rockeros? Evidentemente, no toda la afición era así, pero desde luego semejante afirmación levantó ampollas entre los señoros de pañuelo atado a la cabeza, chupa de cuero, tachuelas y pantalón a reventar. Incluso también en alguno que se las daba de moderno.
Esos tíos (¿¿tíos??) no tocaban guitarras.
Ahora parece tan absurdo como lejano, pero yo lo recuerdo como un auténtico “catacroc” en el sistema establecido. Un verdadero insulto a todos los cánones del rock. Un escupitajo al altar de Elvis, Led Zeppelin y los Stones. Y aquí debo entonar un sincero mea culpa, pues en parte también estaba poseído por esa sinrazón y señorismo ilustrado que me llevaba a negar toda implicación con algo tan pretendidamente mainstream, tan rematadamente blandengue. Simplemente, me pasaba lo mismo que a todos esos señoros: no me había parado a escuchar con la apertura de mente suficiente, lo que estos dos tenían que contar, que era mucho.
Por suerte, para mi y para muchos, no todos tenemos un yunque por cerebro.
En mi caso, fue Inés, la que hoy es mi mujer, la que me abrió la mente. Siempre le habían encantado Pet Shop Boys y cuando empezamos a estar juntos, allá por 1999, un año muy Prince, por cierto, ambos empezamos a disfrutar de lo que le gustaba al otro. A ella le gustaban -y todavia es así- mucho las ochentadas. Algo completamente indisociable con el dúo de Londres, que sólo en los ochenta había conseguido colocar 12 sencillos y 3 álbumes en la cima de las listas de medio mundo. Así que me puse a ello.
Y qué quieren que les diga. A mi siempre me ha gustado el POP. Así, con mayúsculas, no el pop de los Beatles, el pop de guitarras o como quieran llamarlo, que también, sino el pop entendido en su más amplia expresión, la que originó el término, la de música popular. Y amigos, pocas bandas en su historia han hecho tanto honor a su significado como la formada por Neil Tennant y Chris Lowe.
Sus canciones son tan inteligentes, llenas de matices y poliédricas que son capaces de llegar a tantos sitios como se propongan. A la cima de las listas, a una pista de baile o a la habitación de un sesudo aficionado a la música. Da igual, dan para eso y para más, porque el tándem que forman como compositores, ideólogos e intérpretes estos dos es uno de los más brillantes que han existido en la música pop desde que Elvis comenzó a mover sus caderas al son de una composición de Leiber y Stoller. Constituyen, me atrevo a decir, parte de la quintaesencia del invento. Y quien no quiera verlo, está más ciego que Zatoichi.
Tras casi cuarenta años de existencia ahora editan Hot Spot, su disco número 14 de estudio, que les muestra pletóricos haciendo, sin perder un ápice de personalidad, lo que mejor saben hacer: canciones que mezclan la melodía perfecta con la pócima infalible para no abandonar la pista de baile. Uno podría ponerse el disco entero y no parar de “mover el esqueleto”, esa expresión tan de la época que les vio nacer. Y es que ellos aquí se muestran tan vigentes y con tan pocas ganas de vivir del pasado como siempre. Nunca han caído en la nostalgia. Siempre ha habido un espectáculo nuevo que presentar, un paquete de canciones en las que creer. Porque, precisamente, y al contrario que muchos otros que se empeñan en seguir encima de un escenario haciendo el ridículo más absoluto, ellos aún son creíbles aún haciendo lo que hacen. Más aún, siguen siendo necesarios.
Un Neil Tennant que ejercía de periodista musical en la -entonces famosa- revista Smash Hits y un Chris Lowe estudiante de arquitectura y amante de la música de baile, se conocieron exactamente el 19 de agosto de 1981 en una tienda de electrónica en el barrio londinense de Chelsea, cuando el primero intentaba comprar un sintetizador. Ambos congeniaron inmediatamente, pese a la aparente disparidad de focos musicales que les atraían (Tennant siempre ha sido más clásico) y comenzaron a alternar y hablar de la posibilidad de hacer algo juntos.
Ensayos y puesta en común de ideas dieron como fruto una serie de maquetas, que a la postre, gracias a un viaje a New York de Tennant, caerían en manos de uno de los productores de moda, Bobby ‘O’ Orlando, el cual se ofrece para producirles un disco. Si bien iban a llamarse en un principio West End, en honor a esa céntrica, elegante y prohibitiva zona de Londres, acabaron llamándose Pet Shop Boys, en honor a unos amigos que trabajaban en una tienda de animales y riéndose, además, del hecho de que pareciera el nombre de una banda de raperos.
El padrinazgo de Bobby ‘O’ allana el camino para que una discográfica tan importante como Epic Records se interese por ellos y edite lo que será la primera versión en single de “West end girls”. Paradójica y contrariamente a las expectativas creadas, con el disco no pasa absolutamente nada, excepto una discreta repercusión de culto a nivel de clubes, lo cual hace que la compañía los ponga de patitas en la calle.
Los chicos, no obstante, no desfallecen y pulen su sonido, hasta el punto de que en marzo de 1985 fichan por EMI/Parlophone, no sin negociar con Bobby ‘O’ una renuncia a sus derechos en pro de futuras regalías sobre ventas de sus discos. La apuesta es fuerte esta vez, Neil llega incluso a abandonar su seguro trabajo en Smash Hits y en julio de ese año ve la luz la primera versión de “Opportunities (let’s make lots of money)”, que sólo alcanza un discreto puesto 116 en las listas inglesas. Sin embargo, en agosto regraban “West end girls” con el productor Stephen Hague, como resultado, el disco, editado a finales de octubre, es número uno en UK, USA y medio mundo. La historia de su idilio con los charts da comienzo.
Llega el momento del Lp, que produce de nuevo Hague. Please aterriza en 1986 y, dejando al margen que llega con facilidad al top 10 a ambos lados del atlántico, hay que decir que un disco que contenga, sólo en su cara A, una sucesión de canciones tal como “Two divided by zero”, “West end girls” (single del año en los Brit Awards de 1987 y más tarde canción de la década en los Ivor Novello Awards), “Opportunities”, “Love comes quickly” y “Suburbia”, su segundo gran bombazo), es digno de ser citado entre lo más granado de su contexto musical, unos años ochenta que alcanzaban su ecuador y sobre los que ellos iban a reinar, a partir de entonces, indiscutiblemente.
A finales de año editan Disco, un lp de remixes de sus temas y en junio del siguiente, 1987, llega “It’s a sin”, un nuevo número 1, no exento de polémica, además, por las nada amables referencias hacia la educación católica. Tras ello llega también su ansiado dueto -ya intentado en la grabación de Please- con Dusty Springfield, la cantante femenina favorita de Neil, titulada “What have I done to deserve this”, a la cual sucede “Rent”, single que acompaña la edición de Actually, segundo lp del grupo y otro bombazo de similares características a su debut, que incluye además otro números uno además de “It’s a sin”, la igualmente fantástica “Heart”
Tras diversos premios, actuaciones esporádicas y su primer hit en manos de otros (“I’m not scared”, de Eightwonder) llegan las primeras noticias de nueva música con “Domino dancing”, single de aires latinos grabado en Miami con el que nuevamente tocan el cielo y muy poco después llega Introspective (1988), disco de portada significativamente diferente a las dos anteriores, predominantemente blancas, con una composición de franjas de diversos colores diseñada por Mark Farrow, que se ha convertido en la más icónica del dúo. El disco, además, es el más complejo hasta la fecha, por contener, como su nombre indica, su colección de canciones más personal y de producción más ambiciosa. El famoso Trevor Horn es encargado de asumir esa tarea, ante un concepto que invierte el proceso regular de los singles. Son sólo 6 canciones que apuestan, digamos, por su versión remix de larga duración (como las que aparecían entonces en Maxi-single), dejando para el lanzamiento del single su recorte para ser radiadas.
El resultado, es su mayor éxito de ventas. 4’5 millones de unidades, teniendo en cuenta que el disco no juega en el campo de la amabilidad precisamente. Sus canciones son complejas y profusamente orquestadas, como la maravillosa “Left to my own devices”, una de sus grandes obras maestras, que llegó como single a la cima de las listas y que junto a temas como “It’s allright”, “I want a dog” o “Always on my mind” (la versión de Elvis que hicieron para un especial de Granada TV y permanece como una de las mejores jamás hechas del cancionero del rey) configuran una obra de madurez que fácilmente puede considerarse como uno de los discos referenciales de la década de los ochenta del siglo pasado. Llevaban tres discazos en tres años.
En 1989 no sacaron disco, pero tampoco pararon: además de ser el año que les vio hacer su primer tour de conciertos, fue un año de colaboraciones. Suministraron a su idolatrada Dusty dos nuevos hits, “Nothing has been proved” e “In private” (pertenecientes ambas a un posterior lp llamado Reputation, con más composiciones de Pet Shop Boys) y co-produjeron y compusieron, prácticamente, todo el álbum Results para otra diva, Lizza Minnelli. Al margen de esto, Tennant se embarcó en la primera versión de la super banda Electronic junto a Bernard Sumner y Johnyy Marr, componiendo con ellos la grandiosa “Getting away with it”.
No obstante, lo mejor estaba aún por venir, puesto que 1990 vería aparecer el que para muchos es su obra maestra. Behaviour volvía a mostrarles sobre inmaculado fondo blanco en la portada, pero siguiendo la estela iniciada en Introspective, las canciones que contenía eran quizá aún más sobrias e intimistas. El single “Being boring”, probablemente la mejor canción jamás compuesta por Tennant-Lowe, con colaboración a la guitarra del ex-Smiths Johnny Marr incluida, se veía acompañado por una colección maestra de creaciones, a cada cual mejor, que produjeron junto al famoso Harold Faltermeyer en Munich y que, sin embargo, significó un pequeño resbalón en su carrera en términos comerciales, que no artísticos, puesto que no es que sea su disco más vendido precisamente. No obstante, el single “So hard” sí que logró encandilar a un público que lo aupó al número 4 de las listas.
Ya en 1991, llega el single de doble cara A con la famosa versión del “Where the streets have no name” de U2 aderezada con “Can’t take my eyes off you” de Frankie Valli y acompañada de la fantástica e irónica “How can you expect to be taken seriously?”, edición que precedió al lanzamiento del consabido Greatest Hits (Discography) y una gira, esta vez sí, mundial, que les llevaría hasta Estados Unidos con un espectáculo musical (entendido desde el concepto de music-hall) denominado Performance y con gran éxito.
Tras un merecido barbecho en 1992, en el 93 llega su disco más vendido: Very. Pese a lo que ocurrió con casi todos los grandes hacedores de éxitos de los ochenta, la llegada de la nueva década con su grunge, su cultura de club y su cambio de miras no afectó a Pet Shop Boys en absoluto. El disco no sólo redondeaba su ya característico sonido dejando cabida para ciertas influencias sixties, sino que además sirvió para que reinventaran totalmente su imagen, apareciendo con vestimentas y sombreros coloridos, lejos de su habitual sobriedad y sobre todo, incluía una batería de canciones que era como un vendaval: “Can you forgive her”, “I wouldn’t normally do this kind of thing”, “Liberation” o su versión del “Go west”, de Village People, un himno gay que les confirmó definitivamente como iconos del movimiento LGBT, de hecho éste es considerado su disco de “coming-out”, aunque Tennant, en determinadas ocasiones haya dicho cosas como “no soy una estrella del pop gay, sólo un artista que resulta ser gay”.
Tras alcanzar la cima absoluta con su disco más vendido, un pico tanto comercial como artístico, no es de extrañar que dejen pasar tres años entre éste y su siguiente paso discográfico. Entre medias, diversas recopilaciones (como Alternative, colección de caras B) y colaboraciones, como su remezcla del tema Hallo Spaceboy, para Bowie, o su contribución con un tema al disco Wildest Dreams, de Tina Turner. No obstante, a finales del año 1996 llega Bilingual, precedido del single “Se a vida e”, de clara influencia brasileña. Lo que quería ser su disco “latino”, se queda a medio camino, pero una vez más logran reventar los charts con cinco singles en el top 20 de ventas y un número 4 en UK, pese a que en su fórmula empiezan a observarse ciertos signos de agotamiento.
Nightlife se hace esperar otros tres años y tras la incitación a la fiesta del anterior, es como si llegara la resaca, con canciones de cierto corte melancólico como “I don’t know what you want but I can’t give it anymore” o “You only tell me you love me when you’re drunk”, de orientación melancólica, aunque otras como “New York City boy” se encargan de que el baile no pare. Es, en general, un retorno a la forma y el público se lo agradece comprando un millón y pico de copias.
Tras el estreno de su primer musical, Closer To Heaven, en 2001, el siguiente año llega Release, precedido de polémica por ser filtrado en internet con carácter previo a su edición oficial, lo que provocó descargas ilegales masivas, que perjudicaron seriamente el lanzamiento. La fantástica “Home and dry”, sin duda una de sus mejores canciones, precedió la edición con un vídeo bastante minimalista, dirigido por el fotógrafo Wolfgang Tillmans que se llevó el premio al mejor vídeo de la cadena MTV. La no menos maravillosa “I get along”, otra joya a añadir a su nutrida colección, con cierta polémica también pues especulaba ciertas cosas en relación al primer ministro Tony Blair, fue la encargada de defender el disco, que sin embargo adoleció de pobres ventas, quizá por el abandono que supuso del hedonismo bailable en pro de ritmos más pausados.
Tras una oportuna y exhaustiva recopilación de hits (Pop-Art) y su experimento de poner música a la película Acorazado Potemkin, de Sergei Einsenstein, llega en 2006 Fundamental, un disco marcado por la vuelta de Trevor Horn a los mandos y por una tendencia marcadamente política, alejada de su hedonismo habitual. Singles como la pegadiza “I’m with stupid” no ayudan, sin embargo a mejorar las ventas de su predecesor. Su primer disco en directo, Concrete, da testimonio un año después de la gira que acompañó al disco.
2009 resulta ser uno de los años más importantes del dúo, que recibe en febrero el premio Outstanding Achievement en los Brit Awards, con una espectacular actuación junto a Brandon Flowers (Killers) y Lady Gaga incluida, lo cual es seguido por la edición de su disco Yes, producido por el equipo Xenomania, que incluso colabora en la composición de tres temas, uno de los cuales, “Love etc”, supone su primer hit claro en varios años y el disco, en el que además colabora Johnny Marr de nuevo como guitarrista, supone un pico artístico que les proporciona nuevos bríos. Su llama está lejos de apagarse.
Tras un nuevo disco en directo, varias recopilaciones de éxitos y la música de un ballet, llega en 2012 Elysium, décimo primer disco de estudio de la banda, producido por el famosísimo Andrew Dawson. Inspirado trabajo que sorprendentemente se ve sucedido tan sólo un año después por Electric, que al igual que el anterior editan en su propia discográfica x2 y que supone su mayor éxito de ventas en años.
Electric supone el inicio de una trilogía de discos más centrados en la música de baile y producidos por Stuart Price, el siguiente de los cuales se llama Super (2016), otro acierto comercial y artístico que les llevará de gira, con el consiguiente doble en directo -Inner Sanctum- para celebrarlo.
A principios de 2020 ve la luz Hot Spot, decimocuarto disco de Pet Shop Boys, que cierra la mencionada trilogía y es recibido de manera entusiasta tanto por crítica como por público, que lo aúpa al número 3 de las listas oficiales inglesas y al uno de las independientes. Y no es para menos, se trata seguramente de una de sus mejores colecciones de canciones, llena de singles infalibles y también de alguno de sus momentos delicados más sobresalientes, como la preciosa “Burning the heather”, candidata a engrosar su ya dilatada paleta de obras maestras en forma de canción. No en vano se trata de uno de los tándems compositivos más infalibles, inteligentes y relevantes de la generación pop que va de los años ochenta del siglo pasado a la actualidad.
Antes de menospreciar a Pet Shop Boys por motivo de su presencia constante en el mainstream y las listas de éxitos, uno debería pararse a observar su radiante capacidad para construir un cancionero absolutamente perfecto, con unas letras incisivas e importantes, como pocas han habido en la historia del pop. Además, han cuidado de una forma exquisita su aparato visual, siendo punteros tanto en el ámbito gráfico, como en vídeo, como en diseño de espectáculos en directo, los cuales son toda una experiencia si uno tiene la suerte de asistir. No me parecen en absoluto una banda para tomársela a la ligera, son uno de los grandes tesoros del pop. Así deberíamos considerarlos y espero, con todo este soberano rollo que he soltado, haber conseguido picar la curiosidad de algún señoro ataviado con pañuelo en la cabeza, chupa de cuero y pantalón a reventar, tanto como para que corra a Spotify a ponerse bien alto “Left to my own devices”. Aunque jamás lo reconocerá en público, alucinará, como todo el mundo. Son así de grandes.
Gran y necesario artículo para reivindicar a este dúo tan infravalorado. Felicito a Juanjo Frontera. Pet Shop Boys los mejores con su pop sintético e inteligente.
Buen repaso!
Excelente vuelo sobre un nombre tan imprescindible como Pet Shop Boys.
Hay un pequeño error pero se perdona. El guitarrista en Being Boring es J. J. Belle, no Marr. Repito, como antes decía, buen repaso y felicitaciones.
K recuerdos yo 18 años y hoy me encantan siempre
Buen articulo.
Cabe mencionar que las bases rítmicas, acordes y composición de «so hard» «let’s to my own devices» Y «can’t you forgive her» son puro rock&roll, aunque la producción sea 100% pop.
Poseen entre sí duscografia numerosas obras maestras.
¡Qué maravilla de artículo!
He revivido mis últimos 35 años en unos minutos (fui un precoz fan de PSB con 7-8 añitos, mientras mis amigos escuchaban Parchís o Teresa Rabal; y con 9 años, me compré mi primer vinilo, Introspective. A muerte con ellos forever) y estoy completamente de acuerdo con ese sentimiento de continua reivindicación que hemos tenido que hacer siempre entre nuestras amistades rockeras… He aprendido a amar mucha más música y estilos con el paso de los años, pero pienso igualmente que el altar que merece este dúo está más que justificado. Ya quisieran carreras discográficas así de impolutas, personales y elegantes algunos de los mainstream de hoy…
Mi único pero al redactor (supongo que por despiste) es que en el último párrafo haya metido un incorrecto «haN habido»… De todos modos, se lo perdono por el exquisito y merecido repaso a la historia de estos inmensos MÚSICOS.
Gracias.
Hola son los mejores los sigo desde 1984 y no me canso de escucharlos soy FAN TOTAL y que sigan muchos años más gracias PET SHOP BOYS desde GRAN CANARIA.