Fryars – God Melodies (Fiction / Music As Usual)
Tras ‘Dark Young Hearts’ (FrYarcorp, 09) y ‘Power’ (Fiction, 14), uno de los ganchos del tercer álbum de Benjamin Garrett –aka Fryars– recaía en la colaboración continuada en todo el disco de Sean O’Hagan, líder de los siempre impecables The High Llamas. Un trabajo registrado en el estudio casero que Garrett tiene en Londres, y que cuenta así mismo con aportaciones de su mujer, la también artista Rae Morris. Atractivos todos ellos evidentes, sobre todo porque la presencia de O’Hagan asegura un correcto trato de la melodía, efecto que efectivamente resulta palpable en el presente lanzamiento.
Sin embargo, el lastre de ‘God Melodies’ (Fiction, 21) radica en las propias composiciones, con mayoría de inofensivas y sin gancho a pesar de su pretendido aspecto luminoso y colorido. Una apariencia algo artificiosa, con influencias clásicas de Paul McCartney y The Beach Boys en un disco que adolece de falta de credibilidad. Fryars trabaja un terreno cercano al de nombres contemporáneos como los de Badly Drawn Boy, William Doyle o el Sufjan Stevens menos nostálgico, pero carece de la chispa latente en esos artistas. Como elemento común, el británico se decanta por una leve capa de electrónica y un sinfín de arreglos, en plena exuberancia y apurando la frontera con el mainstream.
Las mejores piezas de la referencia se localizan en su primera mitad, en donde aparecen disfrutables como la inicial “God Melodies” que da título al lanzamiento, “49”, “Pair Of Dancers” –quizás la mejor del lote–, o la bonita “Lionel”. Junto a ellas y aportando a una secuencia de inocuos resultados aparecen temas menores que llegan a hacer bola, caso de “Moscow” (remitiendo a los Coldplay más empalagosos), “Feeling Lonely Is A Shadowy Glow”, o las horrorosas “Orange Juice” y “Your Parade”, apropiadas ambas para cualquier boyband. Una tendencia que, en plena deriva, finaliza con la voz pitufada de “Quail’s Egg No.1 In C Sharp Major” y su autotune sin medida.
El disco cumple con las premisas del tradicional álbum de pop soleado: líneas de sonido pulcras, adornos y vibraciones positivas. Pero carece de cualquier atractivo adicional que lo destaque (aunque sea mínimamente) de entre ese tropel de discos de idéntico estilo. Queda la sensación, de hecho, de que el autor ha puesto grandes esperanzas en ‘God Melodies’ (Fiction, 21), en lo que finalmente acaba en elepé anecdótico con exceso de azúcar y, por momentos, incluso pretencioso. Uno de esos títulos que, casi con toda seguridad, muy pocos recordarán dentro de un par de meses.