Medina Sonora (Alcázar De Los Reyes Cristianos, Córdoba) 2 y 3/10/21
Una de las cosas buenas que tiene esto del patrocinio de las marcas cerveceras es que proporcionan a la música en directo el fuel suficiente, y de paso se retroalimentan con toneladas de publicidad, para que el ya evidente proceso de recuperación se haga definitivo de una vez por todas. En un ejemplo claro de interés real y organización medida en un marco imposible de igualar, el ciclo del que hablamos tiene toda la pinta de convertirse en inamovible en el calendario de conciertos de la capital del califato. Tres jornadas, de las que reseñamos las dos últimas, en las que inundarse de sensaciones ya casi olvidadas.
SÁBADO 2 DE OCTUBRE
Había curiosidad por saber lo que podría hacer con esta nueva vuelta de tuerca a las canciones una banda que vivió sus días de gloria (dicho así, en pasado, porque aquellos tiempos que están a punto de volver aún les seguirán pareciendo tan lejanos incluso a ellos mismos) paseando su pop colorido por festivales y eventos multitudinarios en los que exhibían un poderío sonoro con poca competencia en contextos similares. Porque el ciclo Medina Sonora, patrocinado una vez más por Momentos Alhambra, regresaba a Córdoba con un escenario circular alrededor justo en el centro de los jardines del Alcázar para poner a los artistas elegidos en el brete de rehacer un repertorio escueto en clave más básica y dotarlo de aires distintos a los habituales. Lori Meyers decidieron juntarse al completo y cocinar a fuego lento, con percusiones, teclados y guitarras acústicas a pleno rendimiento. Y fue muy agradable redescubrir himnos como “Mi realidad”, “Brilla el sol” o “Luces de neón” vestidos de seda pero igualmente efectivos. No cabe la menor duda de que el nivel instrumental del grupo es altísimo, y aunque sus últimas grabaciones distan bastante de la intensidad de las primeras, aún siguen sabiendo cómo grabar letras y melodías en el fondo del cerebro. Así, “Emborracharme”, “Zona de confort”, “Presente”, “Impronta” y “Saudade” no sonaron como esperábamos que sonasen sin dejar de ser ellas mismas; y “Hacerte volar”, “Rumba en atmósfera cero” y “Alta fidelidad” recibieron el tratamiento adecuado para volver a seducir cuando tantas escuchas repetidas en directo amenazaban con arrebatarles alma. Una presentación magnífica, con un Noni erigido en líder absoluto, cediendo el protagonismo a Alejandro en la voz de “Océanos”, y un concierto pequeño, bonito y entrañable.
A María de Juan puede que le falte ambición para llegar al lugar que por actitud y canciones merece. Paisana de adopción del grupo al que precedió, la chica porta un look atractivo y demuestra que el escenario a veces se le queda pequeño, tal es la fuerza de su directo. Y eso que no son las guitarras ni los decibelios precisamente lo más habitual en su música, pero tampoco le hace ninguna falta. Con sus teclados y programaciones como base, los temas de su interesantísimo álbum 24/7 tienen títulos que sitúan al tiempo y su implacable huella en las emociones como leit motiv de sus historias: “Relojes”, “Cuando llegue ahí”, “Cantándole a la luna” son grandes demostraciones de identidad, y el hit que podría ser “No quiero ver la luz” no pierde ni un ápice de fuerza. Repasó con rapidez pero con músculo otras piezas no menos valiosas como “Monterrey”, “Sé volver”, “Azul”, “Gina y Norman”, y abordó una más osada “Cucurrucucú paloma” con cuyo estilo anda mucho más identificada de lo que parece. Ojalá este sea solo un pequeño capítulo, y muy jugoso, de una serie líder de audiencia en la que ella está sobradamente capacitada para ser protagonista.
En la jornada vespertina, que no fue sino la continuación de la matinal, vino Anni B Sweet a desmentir cierta sospecha acerca de la dudosa traslación al formato mínimo de varias de las canciones de su disco más psicodélico, pese a la manía de adjuntar dicha etiqueta últimamente con demasiada alegía. El interesante Universo Por Estrenar contiene esplendorosas virguerías de estudio como “Juramento”, “Astros”, “Un astronauta”, “Hormigas”, “Sola con la luna”, “Buen viaje” o “¿Qué hago aquí?”, ahora adaptadas a otro tipo de directo en el que sigue destacando Julia Martín-Maestro a la batería, la base del poderío instrumental de Rufus T. Firefly, la banda que habitualmente apoya a la malagueña en vivo. Es notable el esfuerzo, y también el resultado, por encajar los ambientes atmosféricos del disco en un paquete sonoro más apto para las distancias cortas que a esas horas de la tarde aún no lo eran tanto. Por eso se hicieron más breves con la versión, tal vez demasiado suave, del “No puedo vivir sin ti” de Coque Malla y alguna que otra vuelta de tuerca a los temas menos difundidos de su última producción, personalizado en la interesantísima “La mente hambrienta”. El calor tardío de octubre hacía que las sillas dispuestas en círculo con tan sanas intenciones fueran desperdigándose en dudosas formas geométricas que dibujaban un ambiente de sana y ¿nueva? normalidad mientras se esperaba el colofón a la jornada más completa del ciclo.
Y lo puso una chilena ya casi española de adopción, a tenor del ruido que hacen sus miles de fans a este lado del mundo. Disponiendo un trío en el que las otras dos partes femeninas hacen su trabajo de coristas, teclistas y animadoras con el mismo empeño que ella, Javiera Mena lucía chaqueta morada, sin traje que la complementase, y mandó a paseo el improbable estilismo en pos de una dosis escueta e intensa de electropop de ascendencia latina pero con el europeísmo impreso en su ejecución. Hasta la esperada versión al más puro estilo eighties de “Mujer contra mujer” hasta el otro extremo con “Yo no te pido la luna”, dio todo lo que tenía que dar para cantar “Dentro de ti” sin intimidad innecesaria alguna, regalar “La joya” a un público que ya empezaba a calentarse curiosamente cuando el “Sol de invierno” menguaba en el cielo al mismo tiempo que crecía en el corazón pop de los presentes. Lo suyo es música de “Otra era” en la que se podía bailar sin miedo, y aunque ahora es difícil que nos detengan por intentarlo, hubo quien aún se cortaba cuando la menuda mujer y sus escuderas proclamaban que el sambenito de “Diva” no es sino un reflejo de la realidad y que esa “Luz de piedra de luna” ya venía de casa llena de resplandor. No le fue nada difícil hacerse con el escenario, la gente y casi el recinto entero, independientemente de que a algunos nos siga pareciendo un mero entretenimiento para pasar un sábado por la tarde recordando que la música nació, creció y morirá con una condición básica: ser el placebo que ponga nuestras emociones por encima de nuestro pensamiento
DOMINGO 3 DE OCTUBRE
Cielo amenazante, suave viento anunciando lo inevitable, mangas largas y paraguas aquí y acullá. Aun así, la organización decidió seguir el guión previsto y otorgarle al jerezano Bronquio, de nombre de pila Santiago Gonzalo, el honor de ejercer de telonero del gran nombre de esta edición del ciclo. El curioso trasvase del ahora dj y productor de la escena hardcore -que lo llevó a engrosar las filas de bandas del perfil de Gipsy Aliens– a la primera línea de la cultura de club, en la que ya es nombre destacado, obedece solo a la curiosidad y necesidades expresivas de alguien que ante todo se califica como músico.
No, no es electrónica propiamente dicha lo que cultiva con sus bases y programaciones, sino una anarquía bien organizada de influencias reggae, dub, trip-hop y música industrial. Escorado ligeramente a los sonidos urbanos, tomar los mandos del sonido de nuevas bandas como Vera Fauna o producir a una leyenda como Kiko Veneno le ha otorgado carta blanca para que sus sesiones sean altamente productivas en cuanto a hallazgos sonoros. Aquí, en versión comprimida, solo tuvo tiempo para saludar al principio y al final y verle las orejas al lobo en cuanto las primeras gotas parecían advertir de que la fiesta apenas empezada media hora antes podría terminar de forma inesperada y repentina. No lo hizo, aunque un poco sí.
Fuel Fandango no tienen competencia. La bestia escénica que es Nita puede comerse hasta a un tsunami si se le pone por delante, y eso es decir mucho de una mujer cuyo talento vocal y artístico triplica su escuálida presencia. Las flores diseminadas por el escenario, el poderío visual de la puesta en escena y un Ale Acosta perfectamente trajeado para la ocasión frustrada fueron de nuevo el marco para que “Por la vereda” iniciase precisamente eso, un camino más corto de lo esperado en el que apenas hubo tiempo para el “Huracán de flores” con las bases más subidas de lo habitual y esa “New life” en la que el fraseo flamenco del estribillo transforma todo el fondo sintético y las guitarras, en esta ocasión reducidas a un único rasgueo, pasen a un segundo plano. Justo donde debería haber estado la cruel climatología, en un domingo que podríamos calificar perfectamente como de resurrección. De sentimientos encontrados y de reencuentros anhelados. Un fin de semana (una pena no poder haber estado en la jornada del viernes, donde nos consta que La Mala Rodríguez y Queralt Lahoz inauguraron esta fiesta de la música en un entorno maravilloso) que fue el inicio de unos días nuevos, de brazos en alto y voces al aire. De respiraciones entrecortadas por el repicar de un estribillo en la garganta y una sensación de renacer entre los dientes. Porque Medina Sonora volverá el próximo año, y esta vez sí lo podemos decir sin miedo. Y volveremos todos a ser lo que nunca dejamos de ser. Ya ni la lluvia podrá pararnos.
Fotos: Raisa McCartney