Nick Lowe & Los Straitjackets (Sala La Paqui) Madrid 04/10/22
Qué curiosa sensación la de ser la primera persona del público en entrar a una sala de conciertos. Es verdad que hay gente en las barras y técnicos en los laterales, pero dar el primer paso como asistente hace que la imaginación viaje directamente a aquello que da sentido a estar en un concierto, a esa emoción que conecta con el deslumbramiento de estar a punto de ver a quienes admiras sobre un escenario…
Luego, llega la música previa, el local que se va llenando y la expectación que hace que mirar a los instrumentos bañados por la luz de los focos vaya cobrando un matiz en el que los minutos avanzan como un aviso de que puede venir algo especial. Y así fue.
Nada más salir Los Straitjackets ya se hicieron con quienes estábamos allí. El surf que marcan los enmascarados Eddy Angel, Greg Townson, Pete Curry y Chris Spague es absolutamente vivo, totalmente vibrante. Los Straitjackets son unos maestros en lo suyo, irreprochables.
Tras calentar el ambiente, que ya de por sí era muy festivo, la banda de Nashville dio paso al gran Nick Lowe, que surgió con una sonrisa tan cercana y elegante como el vestuario que llevaba. Una guitarra le esperaba y él supo, desde el inicio de “So It Goes”, plantear una cita en la que lo importante iba a ser la canción.
Pero es que el británico se sobra y se basta para, sin demasiados aspavientos, mostrar que lo suyo no es un chispazo que se disipa rápido. Por algo es un nombre decisivo a tener en cuenta en lo que ha sido la génesis y la evolución de géneros como el pub rock, el power-pop, el punk o la new wave. Aparte de sus discos, plenos de brillantes canciones, ha sido parte de Brinsley Schwarz y Rockpile y ha producido a gente como Elvis Costello, The Fabulous Thunderbirds, Dr. Feelgood o The Damned, entre otros, y es admirado por gente como Alex Turner de The Arctic Monkeys o Marlon Williams. Justamente por eso es que desde que cogió el micro, lo suyo tuvo el sabor de un momento especial.
Con maneras de un crooner no acartonado y con una postura con la guitarra que recordaba a míticas imágenes de maestros como Jody Reynolds o Buddy Holly, Lowe se mostró pletórico al iniciar un directo en el que “Raging Eyes” siguió encendiendo una mecha en la que Los Straitjackets dejaban mostrar sus sonrisas bajo sus máscaras de luchadores mexicanos mientras el impoluto cabello blanco de Nick Lowe relucía canción tras canción.
Todo seguía en un rumbo ascendente, no era para menos. “Shting Shtang” le daba toques fronterizos de tex-mex a un concierto que no dejaba de mostrar las joyas escritas por un Lowe que saltaba del pop al rock’n’roll y del rockabilly al surf, el country y los medios tiempos con una facilidad y un tino totalmente acertado. “Lay It On Me Baby” siguió poniendo en nuestros ojos y oídos la cantidad de matices que atesora un cancionero lleno de talento. “I Live On A Battlefield” dio otro giro más a la noche, elevándose más en lo que era una especie de homenaje a las grandes canciones. ¿Acaso no es ese el verdadero sentido del pop en su más amplio espectro?
“Tokyo Bay” servía de puente para que, al acabar, Lowe dejase espacio a Los Straitjackets para que arrasaran con “Kawanga”, “Aerostar” y una demencial “Driving Guitars” que sirvieron para volver a remarcar por qué son tan brillantes y por qué su música no es un ejercicio de nostalgia, sino más bien un movimiento de festejo. Hubo incluso momentos en los que pensé que, cuando Eddie Angel propinaba golpes y arrancaba sonidos a su guitarra, al verle, Thurston Moore de Sonic Youth aplaudiría con ganas.
Pero el cuarteto no se cortó un pelo en versionar el “Venus” de los daneses Shocking Blue y acabar su set con un “Itchie Chicken” delirante y lleno de alegorías. ¡Fantásticos!
La vuelta, nuevamente elegante, de Lowe al escenario supuso empezar con “Love Starvation” y continuar con el repaso de una trayectoria de orfebre que, entre algunos problemas de sonido causados por un amplificador y comentarios de fina ironía por parte de su autor, demostraba que aún quedaba lo mejor. “Half A Boy, Half A Man” y “Blue On Blue” sirvieron de puertas para que saliese un “Cruel To Be Kind” que sonó estupendo y que nos puso delante de una canción memorable, tanto como “(What’s So Funny ’Bout) Peace, Love And Understanding?”, que tan bien supo interpretar Elvis Costello, y con un rotundo cierre con “I Knew The Bride (When She Used To Rock’N’Roll”. Tal cual, Nick Lowe ganó con lo que mejor sabe hacer, ganó por completo.
“When I Write The Book”, de su etapa en Rockpile, cerró a modo de bis, una noche en la que las sonrisas saltaban en las caras de quienes allí estuvimos. Nick Lowe y Los Straitjackets nos habían dado un buen regalo y, desde luego, una soberbia señal de que las canciones son, sin duda alguna, de los mejores motivos para sentir lo que no es fácil describir. Que son cercanía, vuelo y pura emoción,