Crónica: CanelaParty 2024
Asentado ya en la tercera edición en Torremolinos, el CanelaParty logró aunar de nuevo a una selección de artistas difíciles de ver por nuestra geografía en sabia combinación con bandas más habituales por estos lares. Fueron cuatro días de comunión perfecta entre público, bandas y organización creando una atmósfera que distingue a este evento como una celebración de la música en un clima de camaradería que rehúye de las aglomeraciones y el estrés.
Entrados en materia, el miércoles colgó el cartel de sold out en una jornada caracterizada por la presencia de familias completas disfrutando de las múltiples atracciones para los pequeños que también tienen espacio para su particular fiesta de disfraces. En lo musical, el selecto menú preparado para la ocasión no tardó en sacudir nuestras entrañas sobre las tablas de los recuperados escenarios Fistro y Jarl, a través del vigor punk de Amigas Íntimas, proyecto que nace de la fusión de miembros de Biznaga, Texxcoco y Tiburona, la revelación del post-punk valenciano La Culpa o la tremenda visceralidad de Monteperdido, uno de los nombres más destacados en todos los recuentos de los mejores discos de 2023 y que están de despedida.
El contraste a ese arranque atronador llegó de la mano de Adiós Amores, que con su destacado debut El Camino (Sonido Muchacho, 2023), desplegaron su deliciosa mezcla caracterizada por los sonidos vaporosos en algún lugar entre Mazzy Star y Beach House. La contundencia emo-rock de Deeper dejó a su paso un buen reguero de guitarras que tanto remitían a Fugazi con el contrapunto perfecto en la voz de Nic Gohl.
Los de Chicago alcanzaron cotas de intensidad importantes no en vano figuran entre el selecto elenco de bandas del mítico sello Sub Pop desatando la locura en números tan abrasantes como “Build A Bridge”. El ambiente ya estaba caldeado para recibir a Los Punsetes con su infalible colección de himnos punk-pop salpicados por letras irónicas que cabalgan a lomos de un muro de guitarras con la distorsión en primer plano. Pocos peros se pueden poner a un carrusel demoledor de dianas del calibre de “Tus Amigos”, “Una Persona Sospechosa”, “Mabuse”, “¡Viva” o la inicial “Tu Opinión De Mierda”. Los madrileños son una máquina perfectamente engrasada capaz de motivar pogos, empujones y gritos de rabia al tiempo que sueltan bilis en esas cápsulas rellenas de verdad incómoda que tan bien saben hacer, como demuestran “MADRID ME MATA” o “Tu Puto Grupo”. Clásicos a los que uno nunca se cansa de ver y que elevan el nivel de cualquier cartel. Repartieron hostias como panes con su manera única y personal de retratar la decadente realidad, agitar al personal y acabar dejando con ganas de más.
Todavía quedaba tiempo para el powerpop atemporal de The Tubs con sus juegos de voces y sus melodías trotonas que alcanzan su cima en la estupenda “Wretched Lie” en un show de poco más de media hora que se pasó en un suspiro, antes de que los valencianos La Plata reivindicaran su estatus dentro del pop de tintes oscuros e innegable aroma ochentero, merecedor de más atención por parte de público y crítica. No han pasado desapercibidos para Sonido Muchacho, incontestable protagonista de la noche por cantidad de bandas de su rico catálogo presentes. Sonaron expansivos y vibrantes en canciones tan redondas como “Enemigo”, “Aire Nuevo”, “Incendio” o “La Luz”.
El noise rock melódico de los madrileños Meeky dio la bienvenida a una jornada de jueves que se presentaba como una de las más importantes en esta edición del CanelaParty. Y desde luego que no defraudó. Las argentinas Fin Del Mundo, quienes ya habían girado por nuestra geografía este pasado invierno, presentaron las bondades de su notable Todo Va Hacia El Mar (Spinda Records, 2023) donde las guitarras escapistas y los pasajes instrumentales dibujan un horizonte donde predomina la placidez y la ensoñación. Pese a tocar aún de día, su deliciosa combinación entre pop y post-rock brilló sutil y distinguida hasta estallar en la definitiva “El Incendio”, uno de los grandes momentos de este año para quien escribe.
Ghostwoman tuvieron que lidiar con la responsabilidad de sustituir a uno de los grandes nombres programados, Bar Italia, baja de última hora, y lo cierto es que el dúo formado por Evan Uschenko y Ille van Dessel sonaron enormes, con unas guitarras armadas de efectos hipnóticos dando forma a una suerte de garaje-rock efectivo y efectista que lo mismo remite a Black Rebel Motorcycle Club que a Jon Spencer Blues Explosion y que convirtieron en Escenario Jarl en una caldera. El suyo fue un concierto de encanto embriagador que hizo sudar de lo lindo a los asistentes, rendidos ante su seductora miscelánea de krautrock, blues y psicodelia.
Los cordobeses Viva Belgrado han experimentado una auténtica reinvención con el unánimemente aclamado Cancionero De Los Cielos (Fueled By Salmorejo, 2024), que ha recibido merecidos parabienes originando una especie de hype a su alrededor. Su incendiario directo, con unas atmósferas tan deudoras de At The Drive-In o Sunny Day Real Estate, corroboró el buen momento de una banda llamada a grandes logros y capaz de dar con la tecla en lustros ejercicios entre el emo-rock y el hardcore, como “Un Tragaluz” o “Vernissage”. Intensidad y actitud al servicio de unas canciones que dejaron poso e hicieron retumbar los cimientos del recinto.
La propuesta de Israel Fernández, Lela Soto y Frente Abierto demostró la versatilidad que siempre caracteriza al cartel del CanelaParty, en un pase que sirvió de estreno a dicha reunión de artistas, con la impronta de maestros del género flamenco como Enrique Morente o Camarón. Lo suyo fue para disfrutar abstrayéndose del bullicio, dejándose embelesar por la fuerza vocal de los protagonistas y la riqueza instrumental de una banda que funcionó como inmejorable complemento para contribuir a recrear un tablao con el que engrandecer la leyenda de un festival en continua expansión y que solo se puede explicar desde la apertura de miras y la búsqueda de talento en sus diferentes expresiones artísticas.
Fue el momento entonces para encadenar dos de los sets más esperados del presente line-up: Curtis Harding y Big Thief. El primero, uno de los grandes espadas actuales del mítico sello Anti Records, deslumbró recreando con carisma y absoluto magnetismo el sonido Motown y el soul de grandes espadas como Marvin Gaye, Curtis Mayfield o The Temptations, exprimiendo un cancionero repleto de ganchos sacudidos por líneas de hammond directas a la yugular o bajos sobrados en ambrosía funk.
Un lujo de banda la suya con la entregarse al irresistible groove de disfrutar de clásicos atemporales como “Need Your Love” o “I Won’t Let You Down”. Sonaron impolutos y regalaron una tremenda versión del “With A Little Help With My Friends”. Los segundos habían generado una enorme expectación por la calidad de su producción discográfica (como banda y en solitario en los casos de Adrianne Lenker y Buck Meek), y por lo difícil que es poder disfrutarlos en vivo. La cantidad de público reunida presagiaba que algo grande iba a suceder. Y así fue. Todo estuvo en su sitio, en las proporciones adecuadas, para acabar redondeando una hora de etérea belleza hecha música, en un concierto histórico a marcar con letras mayúsculas en la ya mágica leyenda del CanelaParty.
El sonido inmejorable, con la base rítmica (doble batería incluida) ensamblada en perfecta armonía con las guitarras dibujando líneas frágiles y volátiles, la voz tan reconocible a la par que desarmante en el alcance de su eco de una Adrianne Lenker más cómoda cuanto más lejos de los focos, derrochando timidez y honestidad, y unas canciones al alcance de muy pocos, dieron forma a un recital en el que pop, folk y rock se fueron alternando para llevarnos al éxtasis y volver a recordarnos que las grandes bandas no necesitan de grandes parafernalias cuando lo que manda es el talento. Repasaron su brillante discografía con espacio para cimas como “Shark Smile”, “Simulation Swarm”, “Masterpiece” o “Not”, salpicadas de un aire solemne que no necesita de épica ni disfraz y capaz, primero, de provocar el silencio entre el público, y después, de arrancar su aplauso unánime. Por algo son el grupo del momento. Las caras de felicidad eran denominador común mientras la gente se movía hacía el Escenario Jarl, donde unos Standstill en plena forma, aterrizaron dispuestos a reencontrarse con un público que los llevaba esperando ocho años.
Lo suyo fue un auténtico baño de masas, más que merecido tras dar forma a un repertorio sin un segundo de respiro, que vino a recordar, por si hacía falta, la importancia de un legado que sin duda, todavía resuena vigente y reivindicable. Si algo bueno ha traído este largo hiato que se han tomado, ha sido el aumento exponencial de las ganas de abrazar con más fuerza si cabe la épica pertinente de las inagotables “La Risa Funesta”, “¿Por Qué Me Llamas A Estas Horas”, “1,2,3 Sol” o “Adelante Bonaparte”. La recta final de la noche guardaba aún espacio para la atronadora psicodelia de los franceses Slift, algo así como Daft Punk pasados por la batidora del rock industrial, y la energía pop cargada de ironía y retranca de los valencianos Margarita Quebrada, quienes salieron victoriosos de la ardua tarea de cerrar una noche para el recuerdo con sus himnos sobrados en nervio y pegada pop.
Como si de una montaña rusa de endiablado recorrido se tratase, el viernes nos brindó una pequeña tregua tras la aplastante intensidad de la jornada anterior. La banda local Orina, inmersa en un importante proceso de cambio en su sonido, abrió fuego con su destartalado aire punk y sus aceleradas visiones de una realidad que prefieren afrontar distorsionada.
Divertidos y necesarios en una escena local falta de agitadores. La onda expansiva fue alargada por unos Finale, enésima banda valenciana del cartel, que arrancaron pogos y desfase con su punk sin concesiones a lo convencional. Los vascos Lisabö nunca se han casado con nadie. Siempre han ido a la suya, brindando torrenciales descargas de rock de distinto pelaje y siendo una rara avis en una escena que se les queda demasiado corta. Rechazaron el mítico lanzamiento de confeti durante un set en el que desplegaron una bandera palestina de fondo y propusieron un viaje afortunadamente nada amable por su pedregoso repertorio, no apto para todos los públicos. Nada que ver con unos Militarie Gun capaces de alternar adrenalina punk con torpes alegatos reivindicativos para olvidar.
Cloud Nothings llegaban con vitola de favoritos de la noche para muchos de los allí asistentes entre los que me incluyo, y lo cierto es que solo lograron mostrarse cómodos en momentos puntuales. No faltaron sus mejores canciones (“Final Summer”, “Stay Useless” o la gran “Wasted Days”) defendidas con corrección y puntuales destellos de clase, pero aunque sabemos que la voz de Dylan Baldi nunca ha sido uno de sus fuertes, esa noche sonó especialmente fuera de tono. En este caso, mejor en disco. Me costó entender en su momento el revuelo causado por el último trabajo de Wednesday, Rat Saw Good (Dead Oceans, 2023). Donde muchos veían genialidad, yo apenas percibía un correcto y algo desangelado ejercicio de estilo. Pero su directo hizo que me sumara a su causa, cambiando mi percepción y siendo capaz de conectar con el alma de unas composiciones de mayor alcance del inicialmente perceptible. Sobre todo gracias al carisma de su líder y cantante Karly Hartzman, que no necesita de una gran voz para cautivarte. El suyo fue un concierto de pop-rock sin trampa ni cartón, directo a las entrañas, de los que no esperas nada y acaban dándote mucho. Unos losers con los que es fácil sentirse identificado en esos diarios existenciales que tan bien abordan en “Quarry”, “Chosen To Deserve” o “Hot Rotten Grass Smell”. Sin duda, una grata sorpresa.
Tras ellos, el post-punk de Protomartyr cumplió al ritmo de dardos envenenados como “Processed By The Boys” o “The Devil In His Youth” con su cantante Joe Casey desplegando su potente voz y las guitarras transitando punzantes e hirientes por la senda de Joy Division.
Los canadienses Metz volvían tras su tremendo pase de hace dos años y haciéndose merecedores de una residencia en el recinto malagueño con su punk-rock no tan alejado de la épica de estadio. Poco importa cuando poseen en su rifle muescas del calibre de “Wet Blanket”. El rock nada complaciente de Model/Actriz cautivó con aciertos como “Crossing Guard”, dotados de una extraña belleza gélida e industrial. Otro nombre esperado era el de Gilla Band (antes conocidos como Girl Band) con su post-punk afilado y retador, y que fueron una apisonadora desde el inmejorable inicio con “Fucking Butter”. El colofón a una jornada que acabó dando más de lo esperado, lo pusieron los catalanes Dame Área y su mezcla de sonidos, entre el tribalismo y los sonidos sintéticos.
La mítica fiesta de disfraces del sábado venía acompañada de un excelente cartel para una jornada de cierre que esta vez no sufrió ninguna inclemencia meteorológica. Yawners están viviendo un momento de crecimiento a nivel compositivo y en cuanto a repercusión mediática. Sus canciones van ganando en cuerpo y su interpretación en vivo convence, con un cambio al español que suena natural en su discurso. Un gran sí merecen las certeras “Paranormal”, “La Escalera” o “Something About You”.
Los catalanes Prison Affair hicieron gala de su sentido del humor y lograron divertir al ya numeroso público con su punk desprejuiciado y saltarín antes de que los americanos Snooper acabaran por caldear el ambiente con su punk-rock sobrado en pegada. Cala Vento salieron ataviados con monos de pilotos de Ferrari y en el circuito del Escenario Jarl todo era felicidad: disfraces volando, pogos, bailes, saltos, energía desatada. Los catalanes saben cómo facturar pildorazos de pop-rock de estribillo inmediato e impacto imperecedero. Cuando la bandera blanca y negra dio el visto bueno, desataron la locura con “Gente Como Tú” y ya no pararon en 50 minutos de éxtasis colectivo. “Isla Desierta”, “Un Buen Año”, “Equilibrio”, “No Hay Manera” o el hit “Teletecho” sonaron redondas e incontestables en una auténtica celebración de la esencia del festival: disfraces, confeti, amigos y música.
Que el post-punk es uno de los estilos favoritos de los organizadores, es de sobra conocido. Una de las múltiples apuestas dentro de esas coordenadas fue la de los canadienses Home Front, banda casi recién llegada con mucho camino por recorrer y que dejó algunos detalles para seguirles la pista. The Lemon Twigs recorrieron recientemente parte de nuestra geografía en una gira triunfal siendo probablemente, la banda de sonido más tradicional de todo el cartel. Su pop vintage y soleado tan deudor de The Byrds, The Beatles, Beach Boys o Simon & Garfunkel, es una apuesta ganadora cuando además cuenta con una ejecución tan impoluta y precisa. Los hermanos D’Addario y sus secuaces, llegaron en olor de multitudes como auténticos favoritos de la multitud, y lo cierto es que quién no querría quedarse a vivir en esas odas a la perfección melódica que son “In My Head”, “Foolin’ Around” o “The One”.
No faltaron las fieles versiones del “Transparent Day” de The West Coast Pop Art Experimental Band, del “I Don’t Wanna Cry” de The Keys o de la inmensa “You’re So Good To Me” de Beach Boys. No descubren nada nuevo, pero lo que hacen, lo hacen tan bien, que es imposible ponerles un pero. Mac McCaughan, mítico líder de Superchunk, parece haber descubierto el elixir de la juventud y con él, la inagotable inspiración para seguir dando forma a sus pequeñas grandes canciones de powerpop hipervitaminado que resulta tan familiar como atemporal y que funcionan como mordiscos en nuestra línea de flotación con los que mantenernos constantemente alerta. Si algo no te remueven descargas como “Crossed Wires”, “Everybody Dies” o “What A Time To Be Alive” es que algo no anda bien en tus receptores emocionales. Por mí, que vuelvan todos los años.
Tras la mala suerte del año pasado en forma de vientos torrenciales que impidieron tocar a Triángulo De Amor Bizarro entre otras bandas, las ganas de verlos fueron aumentando conforme se acercaba la revancha de aquello. Y los gallegos aceptaron la afrenta como mejor saben hacer: desatando toda la rabia y la furia contenida en sus atronadoras melodías, siempre dispuestas a hacer daño. Reducidos a trío tras la marcha de su teclista Zippo, su incendiario sonido no se resiente sobre las tablas, revelándose como una respuesta visceral ante todo aquello que está mal. El hecho de que apenas se prodiguen por tierras malagueñas, convirtió en casi necesario el ritual de exorcización que proponen las flameantes “Robo Tu Tiempo”, “El Himno De La Bala” o “Ruptuta” en contraste con su vertiente más pop y que fue la más protagonista en esta ocasión (“El Fantasma De La Transición”, “Barca Quemada”, “Vigilante Del Espejo”, “La Espectadora”, “De La Monarquía A La Criptocracia” o el demoledor single “Estrella Solitaria”, en el que abrazan la gramática de New Order). No dieron tregua y demostraron una vez más por qué son una de las mejores bandas de panorama patrio.
Crack Cloud fueron otros de los perjudicados por la mencionada desgracia de la noche del sábado de la pasada edición, y se desquitaron con un show que fue una auténtica fiesta en su desquiciada fusión de estilos donde (casi) todo tiene cabida. El combo de Philadelphia Sheer Mag han editado este año un notable trabajo, Playing Favorites (Third Man Records, 2024). Su líder, Christina Halladay, destila carisma a raudales y posee un timbre vocal privilegiado capaz de dotar a canciones ya de por sí valiosas como la titular “Playing Favorites” o “Eat It And Beat It” de una piel aún más contundente en sus versiones en directo. Al grito de “Let’s fucking do it!” lo suyo fue un recital de rock para entonar puño en alto o para contonearse pletórico y desinhibido. La banda sonó compacta y aguerrida y su concierto fue la constatación de que no son un mero producto de estudio.
A continuación, el Escenario Fistro se convirtió en una coctelera de ritmos funky, soul y disco de la mano de los exultantes Ibibio Sound Machine, que pusieron a bailar a todos los asistentes con elegancia y estilo rescatando las escasas fuerzas que aún quedaban por quemar al son de “Electricity”, “Fire” o “Them Say”. El último ejercicio de hardcore lo pusieron los americanos Show Me The Body, sobrios y efectivos, antes de que los madrileños VVV [Tripin’ You] pusieran el cierre definitivo con su electrónica cargada de tintes synthwave. Fue el perfecto colofón para otra triunfal edición de un festival que es una marca de calidad en sí mismo. El ambiente que se genera en él sólo puede ser explicado por quien lo experimenta.
Y esto no se para, como demuestra la lista de nombres anunciada durante la última noche para el próximo año CanelaParty 2025: Joyce Manor, The Get Up Kids, Les Savy Fav, Depresión Sonora, Mourn, Tropical Fuck Storm, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Bum Motion Club, Grande Amore y Maple. Manera inmejorable de evitar la morriña post-festival y activar (una vez más) nuestras ganas para el verano que viene.
Fotos CanelaParty: Susana Godoy