Andrés Calamaro – Razzmatazz (Warner)
Tras su publicación en plataformas en junio del año pasado, por fin está disponible en CD y doble vinilo la edición física de Razzmatazz, álbum en directo que Andrés Calamaro registró en la mítica sala barcelonesa en el ya lejano mes de septiembre de 2010. Sin apenas promoción y como si de un bootleg se tratara, el concierto se encuadra en la gira de presentación de On the rock (2010), discreto álbum del mismo año para cuya traslación a las tablas contó con una banda de lujo con muchas horas de vuelo a sus espaldas. Junto al vocalista ahí estaban algunos de sus más fieles escuderos como Candy Caramelo (bajo), Tito Dávila (teclado) o «El Niño» Bruno (batería) acompañados de Julián Kanevsky (guitarra), Diego García (guitarra) y Geny Avello (guitarra), una formación de carácter eminentemente eléctrico que en esa época defendía con uñas, dientes y algún que otro solo de más su idea de lo que el rock argentino y el rock en castellano en general debería ser.
Escuchando el disco en el reproductor doméstico la sensación que se queda, sin llegar a gatillazo, sí que resulta un tanto agridulce dado el tratamiento de engorde que recibe el repertorio, algo que ya le ha sucedido a Calamaro en otras referencias en directo (pienso en Hijos del Pueblo junto a Bunbury o Jamón del Medio). Más es más, parece decirnos, pero no todo en la vida es rock and roll de trazo grueso y se echa de menos algo más de intimidad y matices y un poco menos testosterona en temas como “Ansia en Plaza Francia” o “Carnaval de Brasil”, donde el argentino no puede esconder el histrionismo que casi siempre le acompaña.
Cualquier que haya seguido su trayectoria sabrá que Andrés siempre ha sido muy del gusto de las versiones ajenas en directo así como de las jams instrumentales, trucos de viejo rockero que, si bien en el fragor de un show en vivo pueden funcionar, casi nunca lo hacen cuando se está escuchando la grabación en casa. Ese fragor plagado de clichés lastra en parte un repertorio repleto de joyas de todas sus épocas (rescata “Por mirarte”, “Mil horas” o “La mirada del adiós”) que en otro formato más íntimo es seguro que ganarían en pegada emocional, como hemos comprobado en giras anteriores y posteriores.
Pero precisamente ahí radica el principal interés de Razzmatazz para el fan: captura una instantánea, un momento concreto y bastante aleatorio de la carrera de un artista en perpetuo movimiento. No es su mejor momento artístico ni interpretativo, pero es el Calamaro de 2010 en estado puro, sin conservantes ni colorantes. Ahora que sus mejores días compositivos parecen haber quedado atrás y el personaje está devorando al artista, es muy pertinente echar la vista atrás y conmemorar una obra musical que supera con creces los continuos exabruptos de un artista que siempre ha ido a la contra y que se permite prescindir de “Flaca”, “Te quiero igual» o “Sin documentos” en pos de la verdad que defiende.