Barry Adamson – Cut To Black (Barry Adamson Incorporated)
“Lady, you shot me”, eso le dijo Sam Cooke a la recepcionista del motel La Hacienda de Los Ángeles cuando esta le disparó, causando la muerte de uno de los principales adalides de la lucha por los derechos civiles del pueblo afroamericano en los Estados Unidos, así como, por supuesto, padre del soul (pueden visionar el muy recomendable documental Las Dos Muertes De Sam Cooke, en Netflix para enterarse mejor del suceso y de otras cosas). Aquellas fueron sus famosas últimas palabras.
Así lo retrata, como si de un pequeño documental se tratara, Barry Adamson en el pepinazo northern soul que abre este su último disco, Cut To Black, que precisamente coincide con la publicación en España de Por Encima De La Ciudad, Por Debajo De Las Estrellas (Liburak), libro de memorias traducido por Ibon Errazkin en el que este músico, productor y compositor de Manchester relata tanto su infancia en el difícil barrio de Moss Side (al que dedicó su primer disco en solitario), como su colaboración con combos tan legendarios como Magazine, Buzzcocks o los Bad Seeds de Nick Cave, así como las bandas sonoras que compuso para David Lynch. Un tipo con una vida bastante interesante, vamos.
Y este disco que nos ocupa, al parecer, es una compañía perfecta para la lectura de este libro (que aún no hemos podido perpetrar), puesto que sus canciones guardan relación con varios de sus pasajes. No obstante, fuera de su lado autobiográfico, esta colección funciona como perfecto retorno de un artista que siempre ha desplegado un talento, digamos, noir, para la canción, a través de discos que muchas veces han pasado desapercibidos para el gran público, pero que son altamente reivindicables, como es el caso de Soul Murder (1992), As Above, So Below (1998) o Stranger On The Sofa (2006), por no hablar de sus contribuciones a las bandas sonoras de películas como Lost Highway (1997), de Lynch.
No es excepción a esta lista de aciertos su último artefacto sonoro, que además llega con una separación de ocho años con respecto a su anterior álbum de estudio. Cut To Black, además, le muestra mucho más centrado en la música negra que escuchaba de chaval en su casa de Manchester. No es extraño, por tanto, encontrar de entrada un pildorazo soul tan definitivo como “The last words of Sam Cooke” que podría haberse bailado perfectamente en el Twisted Wheel de su ciudad natal, una de las catedrales de esa religión que es el northern soul.
Como siempre, un comienzo tan rotundo como este es un gran motivo para seguir atento a la escucha de un álbum que vuelve a traer a nuestros oídos a un compositor que conoce su oficio a la perfección y suministra aquí motivos de sobra para tenerle un profundo respeto. El jump blues de “Demon lover” es otro pletórico candidato a single. Ahora sí que nos tiene en el bolsillo y por eso, quizás, Barry vuelve a sus derroteros más noir, los que enlazan más con su estilo habitual, con la titular “Cut to black” o la también bluesera “Please don’t call on me”, donde su voz áspera y profunda brilla con especial intensidad.
Pero predomina lo accesible aquí, algo que certifican temas de nuevo bailables como “Manhattan satin” o ese pequeño robo a Bob Dylan que es “One last midnight” y que, pese a la fechoría, funciona como uno de los mejores arietes del disco. Un disco que reserva lo más intenso para el final: la monumental -y de nuevo bailable- “Was it a dream” combina los dos ambientes, el accesible y el oscuro, para dar entrada a la final y extensa “Waiting for the end of time”, que con su sabor a score y sus texturas especialmente sugerentes completa el círculo y pone la guinda a una colección que es, sencillamente, lo que cabía esperar de un artista que hace de la palabra “maldito” un punto fuerte y al que debería reivindicarse como lo que es, un magnífico ejemplo de la inteligencia en el pop inglés desde el punk hasta nuestros días.