Beach House – Depression Cherry (Bella Union)
No es que esta sea la música más optimista del mundo, pero de depresión nada. Para los que empiecen a huir ante la posibilidad de que el título esconda otra colección de temas-ideales-para-una-tarde-lluviosa hemos de decir que tal vez sirvieran para eso, pero no en el sentido más literal ni literario. Desde un punto de vista alternativo, la nueva entrega del dúo Legrand–Scully podría pasar por un ejemplo más de dream pop sin mayor interés que el de dejarse mecer por la cuna de teclados y el tono general de música ambiental intensa y seductora. Es eso, sí, pero también otras cosas que solo se descubren tras una escucha pausada, para la cual es dudoso que cualquier oído esté dispuesto. Por eso lo de Beach House sigue resultando tan especial.
Este es un álbum relativamente breve -apenas nueve temas- que anuncia que tras la pausa de tres años no están dispuestos a dejar una brillante carrera en un injusto stand by. Se proponen atraer de nuevo a su cohorte de seguidores habituales, los que alucinan con apenas un susurro de su adorada Victoria y un acorde sutil del compañero Alex, y continúan encallados en esos puertos navegables llenos de sintetizadores, samples y atmósfera onírica en todo su esplendor. «Levitation» es el paradigma de su sonido, un tema que podría estar en cualquiera de sus anteriores discos, aunque en «Sparks» intentan escabullirse por las corrientes subterráneas del shoegaze con idéntico tino, lo que sería perfecto si no lo hubieran hecho ya muchas veces antes. Pero por si se pudiera inferir de estas líneas que el interés en la banda ha menguado, soltaremos un par de elogios: las percusiones que incorporan a «10:37» le sientan realmente bien al tema, y si hubiera que elegir el hit de este «Depression cherry», sin duda todas las papeletas las tendría «Wildflower», uno de los momentos más brillantes (y accesibles) de toda su trayectoria. Por estos momentos sabes que son buenos aunque a veces nos hagan creer lo contrario.
Un disco de estas características sin su tramo lisérgico no sería lo mismo. Aquí lo atraviesan en «PPP» durante más de seis intensivos minutos, bordándolo, por cierto, y dando la sensación de que lo que saben hacer lo hacen francamente bien. En la línea intimista destaca «Beyond love», y habría que añadir otra y llamarla angelical para meter ahí los coros de «Days of candy», con esos acordes tan suavizantes y las ganas que te entran de adoptar la postura fetal durante un buen rato. Así de acogedora resulta la cosa. Otra bien diferente es «Bluebird», donde no son Portishead pero aspirarían a una de sus franquicias. Y para que no se nos olvide otro de esos momentos especiales con que saben obsequiarnos, el groove tropical que alcanzan en «Space song» es como poco destacable, y no nos equivocamos en el adjetivo que sigue al anglicismo.
El quinto álbum de los de Baltimore rezuma nostalgia por sus mejores tiempos, que son los primeros, e intenta ir a la esencia sin perder la presencia. No por mucho optimizar recursos el producto resulta más atractivo, sobre todo cuando se pretende prescindir en exceso de la melodía e insistir en aquel viejo truco, no siempre bien entendido, del menos es más. Como dijimos al principio, esta no es una música deprimente ni de lejos, solo que igual ya no la necesitamos tanto como antes.