Besmaya (La Riviera) Madrid 28/11/24
Llenar una de las salas más icónicas de Madrid como La Riviera era uno de sus grandes sueños. Un anhelo que en el momento en el que empezaron a tocar juntos la guitarra, en el colegio, mientras el resto de sus compañeros jugaba al fútbol, ni siquiera emergía de sus subconscientes. Lo cierto es que ese momento, con el que ya sí fantaseaban cuando pasaron de ser tocayos a llamar Besmaya a su unión (que evolucionó de simplemente amistosa a musical), llegó incluso antes de lo que ellos mismos podrían prever, muy rápido, como un Fórmula 1 en la recta de Montmeló.
Pero ahí estaban los Javis, Ojanguren y Echévarri, sobre las tablas de la sala madrileña, acompañados por los miembros de su banda ataviados con el mono rojo automovilístico que les ha acompañado durante toda la Gira Vibra Mahou, arrancando un concierto que se vivió precisamente como conducir uno de esos monoplazas: con un ritmo frenético, inédito entre las bandas que componen esa nueva microescena de pop generacional que se ha creado en torno a artistas como Íñigo Quintero, Hey Kid o Inazio, y que levantó sobremanera a un público acostumbrado a melodías más relajadas, que no dudó incluso en atreverse a formar algún que otro tímido pogo.
No por ser un hito esperado y trabajado, las cotas de nerviosismo iban a ser menores. Plantarse ante más de 2.200 personas coreando melodías y letras compuestas en la habitación de uno sin saber a dónde iban a llegar no debe ser algo sencillo de gestionar. Pero la actitud de Ojan y Echévarri fue descarada y desprovista de complejos. Y, ojo, es lógico notar ciertos síntomas de inquietud cuando en un año consigues saltar de la Copérnico a La Riviera. Sin embargo, el público actuó como una verdadera cuerda auxiliar que les ayudó a cruzar un mar (que esta vez no les esperaba, les unía más) de manera metafórica y literal, como hicieron al interpretar «El Golpe» en el centro de la pista redonda de la sala de Madrid Río, en uno de los únicos temas pesimistas de este dúo jovial y lleno de vitalidad.
«El Golpe» fue una de las secciones de la primera parte del show, en el que interpretaron del tirón su álbum debut, Nuevos lemas, un disco autorreferencial, de pop «distendido», que también está hecho para escuchar de pe a pa por la manera en la que se enlaza cada uno de los temas. Lo de tocar un disco por orden lo hemos visto este año con Los Planetas, homenajeando su Super 8, o con Triángulo de Amor Bizarro, haciendo lo propio con sus 20 años de carrera musical. Por eso, verlo en una banda emergente es todo un atrevimiento y una osadía, que les salió de la mejor manera, lo que demuestra el mérito de Besmaya de haber creado una colección de canciones adictivas y muy frescas que sus fans han convertido en himnos.
La segunda parte del concierto sirvió para recordar los «viejos» temas que proporcionaron la gasolina necesaria al bólido que hoy es Besmaya. Fue el culmen a un concierto que ha servido de autohomenaje a su corta carrera (apenas cuatro años) y a las personas que han hecho posible que estuvieran viviendo ese instante: Previamente, el padre de Ojanguren les acompañó al piano en ‘El Cable’. Después, su amigo y productor del disco, Paco Salazar, tocó la guitarra en ‘Frágiles’. Y también ubo tiempo para invitar a artistas amigos: estrenaron la nueva colaboración con Íñigo Quintero, ‘El Tiempo Que Paso Contigo’ y presentaron en Madrid su anterior lanzamiento, ‘lo que haga falta’, con Hey Kid e Inazio.
Con confeti y euforia, Besmaya cerró su noche más especial con un baño de masas en «Honey» y con «Matar la pena», el gran himno de una gran banda que canta al amor y al desamor, a la amistad y a los sueños que un día se cumplen casi sin darse cuenta.
Foto Besmaya: Vibra Mahou