Big Thief + Lutalo (Sala Moon) València 27/04/23
Todos los componentes de la banda están dispuestos en primer plano, logran así proyectarse hacia el público como si fueran uno. Hay sinergia, hay comunión, pero claro, Adrianne resplandece. Es absolutamente magnética. Sabe tomar las riendas en los momentos eléctricos, como en “Not”, tercera canción en sonar, que gracias a ella y a sus compañeros claramente proyecta al personal a una estratosfera de la cual será difícil bajarse. A ratos parecen unos nuevos Crazy Horse. Otras, la Patti Smith Band más excitante. O el Bonni Prince Billy más pletórico. Y siempre, ellos mismos. Tienen algo tántrico, hipnótico. Que obliga a fijar los ojos en el escenario y silencia hasta a un público tan poco habituado a ello como el valenciano.
¿The coolest band on planet earth? No lo duden, Big Thief tiene muchos de los números para esa rifa. Quizá por eso mi llegada presurosa y al límite -como siempre sucede en una ciudad donde los conciertos se programan en horario inglés pero la vida continúa tan española como siempre- se topó de bruces con una sala Moon ya totalmente abarrotada, tanto, que me costó encajonarme entre varios armarios roperos de tipos que dificultaban ampliamente mi campo visual.
Pese a ello llegué justo a tiempo para ver cómo Lutalo Jones, primo de Adrianne Lenker y autor de un interesante EP (Once Now, Then Again, 2022), se esforzaba estérilmente en defender sus intimistas canciones de manera acústico-eléctrica ante los habituales saludos, conversaciones intrascendentes o viajes a la barra a por esa nueva sangre de unicornio llamada cerveza, del respetable. Una pena, porque es un buen compositor e intérprete, por lo que pude apreciar. Lo bueno es que, al menos a mí, me entraron ganas de escucharle con mayor tranquilidad. Justo lo que estoy haciendo ahora.
Pero a lo que vamos: cómo no, la salida de la banda del momento provocó la mayor de las ovaciones y, oh milagro, el silencio del público valenciano. De alguna manera, la presencia escénica de Adrianne y sus compañeros se apodera de todo. Supieron empezar desde bien arriba con un “Real love” in crescendo, con el que esta banda tan enamorada de lo suyo comenzó a propinar a su audiencia los primeros arrebatos eléctricos. Guitarrazos tensos, a ratos contenidos, pero saturados de electricidad y de corazón, que recuerdan mucho a los del viejo Neil con sus locos caballos.
Tal comparativa, créanme, no es baladí. Realmente esta banda es lo que es porque no son ningún hype. Uno se los cree, punto. Han ido creciendo a través de una discografía sin fisuras que el año pasado culminaron con el excelente doble elepé Dragon New Warm Mountain I Believe In You, que les ha situado en la cima de esa modernidad folkie tan del gusto de ese público de mediana edad que mayoritariamente poblaba esta discoteca hecha sala de conciertos. Tal vez por eso la tormenta que desataba “Masterpiece” liberó tantos vítores. La gente ya estaba en el bolsillo de Lenker y compañía antes de que tocaran un sólo acorde, pero ahí lograron una comunión definitiva que ya no descendería ni un peldaño.
Siguieron “Not”, mencionada al principio, “Dragon new warm…”, la todavía inédita “Vampire empire”, o la enorme “Contact”. La furia que se desata en el escenario y que muchas veces comanda la inmensamente talentosa Adrianne Lenker contrasta mucho con el candor que muestra cuando habla -poquísimo- entre canción y canción. Uno se pregunta si eso es así de forma natural o hay algo guionizado, pero da resultado, en todo caso. La banda, siempre a caballo entre la lírica y el estallido febril, logra texturas en el escenario que son algo más. Hacen lo que debe hacer un buen músico: superar con creces las grabaciones de sus canciones. Así sucede sin duda con la muy celebrada “Stimulation swarm”. Sus acordes circulares nos envuelven, nos cobijan. Nos entusiasman.
“Born for loving you”, otra inédita, es sin duda lo más cercano al pop (pop-country, eso sí) que jamás estará esta banda. Es una canción redondísima. Casi suena a concesión, igual que la siguiente y muy coreable (también) “Sound infinity”, que precede al momento más baladistico, sí es que puede calificarse así, que aporta “Mary”, que inicia la recta final que trazarán la también intimista “Dried roses” y “Certainty”.
Salida obligada del escenario y obligado, asimismo, retorno al mismo para tocar la que faltaba: “Change” se ha convertido en una especie de himno que les define. Es la que todo el mundo conoce al dedillo. La que sale siempre en Spotify. La que todas y todos cantamos a coro emborrachados no de sangre de unicornio, perdón, cerveza, sino de esa comunión que a través de la escasa, pero suficiente, hora y media que esta banda de Brooklyn ha estado en el escenario, ha generado. Nos hemos subido a su alfombra mágica y todos nos hemos sentido más modernos, más listos, más mejores. ¿The coolest band on planet earth? Pues oiga, parece ser que sí.
Fotos: Susana Godoy