Crónica del BIME Live 2017
Barakaldo y Bilbao han sido durante estos días las capitales del sector musical de nuestro país gracias al BIME, feria industrial y festival organizados desde 2013 por Last Tour International y la Diputación de Bizkaia. Ambos eventos se han celebrado en BEC!, un espacio que ha servido, tanto para acoger las conferencias y encuentros, como para albergar todo un festival cuyos grandes triunfadores han sido Ride, Einstürzende Neubauten, Orbital, Prodigy y Franz Ferninand.
El festival se extendió durante miércoles y jueves a diversos espacios de Bilbao, donde se han podido escuchar a The Limiñanas, Pablo Und Destruktion o la nueva promesa de la prolija escena pamplonesa, Melenas.
A pesar de que ha perdido cierta intimidad desde que se permite que haya público de pie, el espacio del teatro (Antzerkia) sigue siendo especial, y así lo ha demostrado acogiendo la mejor actuación del festival, Einstürzende Neubauten. Exquirla o Delorean con su disco dedicado a Mikel Laboa, también supieron aprovechar las virtudes de un escenario con más carácter de sala que de festival. Gaua, es espacio dedicado a la electrónica más hedonista del BIME, ha funcionado tan bien como su veraniego hermano Basoa del BBK Live. Last Tour International está apostando por la electrónica como complemento al indie, y está acertando a la hora de crear espacios como Gaua o Basoa, bien programados y cuidadosamente montados y sonorizados.
El viernes llegamos a Barakaldo para ver a Royal Blood en un BEC! más vacío de lo habitual (alrededor de 8.000 personas). Los británicos, que en el pasado BBK Live deslumbraron gracias a su intensidad, está vez se quedaron a medias. Y no porque no derrocharán toda la electricidad del mundo, sino porque estuvieron bastante gélidos, quizás cansados de una gira interminable. Comenzaron desgranando su segundo disco, que tiene la misma fuerza que el primero, pero bastante menos efectividad, así que hasta que sonaron los pesos pesados de su debut “Figure It Out”, “Ten Tonne Skeleton” y “Out of the Black”, el público no entró en ebullición. Una lástima, porque fueron las tres últimas canciones.
Bill Callahan en el Teatro lo tuvo todo a su favor para triunfar, con el público más silencioso de todo el fin de semana. Imponía verle tan serio con su acústica, y acompañado por un solo músico y una eléctrica. Preciosista y extremadamente lo-fi para un festival, destacaron las versiones que hizo de Smog, en especial “I’m New Here”.
Ride es una de la mejores noticias de la actualidad musical (y eso que este es su segundo regreso, esperamos que definitivo). Lo son porque su nuevo disco Weather Diaries (2017) no desmerece sus mejores tiempos, y porque sus directos mantienen un magnífico nivel. Veteranía y cierta actitud, que enmascara el inevitable profesionalismo y te traslada a lo mejor de los noventa. Quizás algo más flojos que en el último FIB, los de Oxford, estuvieron como mínimo, técnicamente perfectos. Sigo pensando que escuchar en directo “Lannoy Point”, “Seagull” o “Drive Blind”, es uno de los mejores planes que te pueden proponer en 2017.
Es una pena que Einstürzende Neubauten no se prodiguen demasiado por nuestro país porque un concierto suyo es una auténtica experiencia. Más allá de la calidad de su discografía, de los instrumentos que ellos mismos construyen, o de una puesta en escena tan minimal como sofisticada, los alemanes destacan sobre todo por poseer la capacidad de trascender.
Sobre un fondo rigurosamente blanco y en un escenario lleno de instrumentos propios de una herrería, la imagen de a Blixa Bargeld descalzo y vestido con un traje negro de brillantina, combinada con la de Alexander Hacke, también descalzo, y pinta de bajista de Motörhead, te transporta a una película de David Lynch grabada en un alto horno de la margen izquierda del Nervión. Pura decadencia a ritmo de kraut rock, Blixa y los suyos predominaron Alles Wieder Offen (2007) y Silence is Sexy (2000), en un setlist tan variado como poderoso. El público, rendido a la experiencia, salió mayoritariamente impresionado de una actuación diga de recordar.
Para cerrar el primer día del BIME, Metronomy, Orbital y Kiasmos ofrecieron tres formas de entender la electrónica: Divertidos y poperos los primeros, apabullantes en ritmo y visuales los segundos, y minimalistas los islandeses, que sirvieron de perfecto cierre del viernes.
El SÁBADO el BIME congregó al doble de gente que el viernes, pero el salto exponencial en cuanto a espectadores no se notó hasta Franz Ferdinand.
Primero Las Bistecs, ofrecieron su ya consolidada ración de humor y bakalao, ante un público compuesto por fans o sorprendidos. A mí, como fan del electroclash, me parecen maravillosamente divertidas.
Del hedonismo techno cárnico de Carla y Alba, nos fuimos directos al experimento de Delorean interpretando la discografía de Mikel Laboa. La obra del cantautor vasco tiene un poder lírico enorme, y tal presencia simbólica en Euskadi, que la mera idea de abordarla desde un punto de vista electrónico es digno de elogio. Quizás para rebajar tanta potencia icónica, Delorean se presentan en un escenario de una asepsia casi hospitalaria. La música huye de cualquier veleidad bailable y tiende al trip hop más sobrio, sobre el que se eleva la voz parabólica de Mikel Laboa. El resultado es atractivo, pero entendido como homenaje o ejercicio estético, más propio de un museo como música de fondo, que de un disco que te apetezca ponerte en casa. Y es una pena porque otras mezclas como la de flamenco y rock, que a continuación defendió Exquirla (Toundra y El Niño de Elche), funcionan en un plano mucho más accesible.
Antes, Idles habían hecho honor al título de su único disco, Brutalism (2017). Concierto urgente y tenso, Joe Talbot consiguió hacer lo que el día anterior Royal Blood solo intentaron.
BNQT es un súper grupo formado alrededor de los Midlake de Eric Pullido, junto a Fran Healy de Travis, Alex Kapranos de Franz Ferdinand, Ben Bridwell de Band Of Horses y Jason Lytle de Grandaddy. Mezcla de indie clásico y AOR, el sonido del grupo parece diseñado para antiguos fans de Radiohead de cuarenta años cansados este año de oír solo los discos de The National y The War on Drugs. Técnicamente impecables, son tan amenos como faltos de sustancia, salvo en chispazos como “Volume 1” o versiones de sus grupos de origen, Why Does It Always Rain On Me? (Travis) y de The Beatles, “Revolution”.
Franz Ferdinand, sin salirse demasiado de lo que llevan haciendo desde hace 15 años, triunfaron sin paliativos. Veo con cierta frecuencia a Maxïmo Park, Kasabian, The Vaccines y otros grupos posteriores que, en teoría, vinieron a sustituir a los escoceses en el trono del post punk bailable británico. Creo que ninguno de ellos les ha superado. Ni por su puesto pensando los mejores tiempos de Franz Ferdinand, pero tampoco ahora, cuando Alex Kapranos y los suyos viven un poco de las rentas sin terminar de redondear del todo sus nuevos discos. En cualquier caso, los de Glasgow mantienen una pegada demoledora.
En directo no se andan con bromas y van utilizando sus hits sin esconderlos, pero tampoco desperdiciarlos. “Do you want to” suena al principio, pero “Take me out” al final, y “This Fire” en el bis. Así, se mantiene la tensión y no se pierde cierta sensación de crescendo. También hubo hueco para la nueva vertiente más electrónica del grupo, “Lazy Boy” o “Always Ascending”, que de momento, sigue en un segundo plano. El público, encantado desde la primera canción, les despidió como los grandes triunfadores del festival.
Para terminar el BIME, vimos a The Prodigy desatar el infierno por enésima vez. Cargados de hits, sonaron como una apisonadora, tan faltos de matices como gimnásticamente apabullantes.
Esta claro que el crítico fue a ver lo que le gusta…. no incluir en la crónica prácticamente nada de Meute que estuvieron tremendos, Kiasmos que fue espectacular y que decir de Vitalic… en fin es para hacérselo mirar..
El viernes no había ni el tato en el recinto y el sábado aunque más tampoco mucho..