Crónica del Ebrovisión 2016
Visto desde lejos y atendiendo únicamente a parte de su cartel (Izal, Quique González, Fuel Fandango), el Ebrovisión puede parecer otro de esos festivales clónicos especializados en programar una y otra vez a los grupos más exitosos y pueriles del indie español. Sin embargo, el evento mirandés, aunque comparta algunos nombres, no tiene que ver con ninguno de esos festivales. Se trata de vender entradas, pero no única y exclusivamente. A diferencia de la mayoría, el cartel del Ebrovisión compensa las inevitables concesiones insustanciales con clásicos del indie internacional (Tahiti 80, Chk Chk Chk), y suficiente riesgo nacional (Las Ruinas, Juventud Juché, Perlita, como para que el balance merezca la pena.
Además, repleto de actividades paralelas (comida popular, conciertos vespertinos gratuitos), y atento siempre a todos los detalles (sonido, escenarios, transportes, precios, camping), el Ebrovisión es garantía de máxima diversión y comodidad.
Con estos alicientes, el sábado nos atrevimos hasta a ver a Izal sin sonrojarnos demasiado; sobre todo porque fue el colofón de una inolvidable y ardiente jornada que comenzó con Juventud Juché y Novedades Carminha a la hora del vermú, continuó con una comida amenizada por Blutaski y Brummel, y llenó de música la tarde con Franco, L Kan e Hidrogenesse.
Por ello, no es de extrañar que la décimosexta edición del Ebrovisión se haya cerrado con un nuevo éxito rotundo, rematado con un contundente sold out, como el Primavera Sound o el FIB el día de Muse.
Viernes
No soy capaz de escuchar un disco entero de Fuel Fandango en casa. Sin embargo en directo, la energía con el que despliegan su flamenquito vitaminado de electrónica desprende cierto magnetismo. Trasladados mentalmente desde Miranda a un chiringuito de cualquier playa de Tarifa, solo hacía falta dejarse llevar por el desparpajo de Nita para descubrir qué fue lo que le faltó a Mojo Project para triunfar.
Cantautor de larga trayectoria y habitual en multinacionales, hace unos años la suerte de Quique González empeoró en cuanto a resultados, así que el madrileño no tuvo más remedio que buscar el exilio en el indie (Last Tour Records), donde sobrevive gracias al prestigio que se le supone a todo sonido clásico. Rock canónico tan sentido como lento para un festival, sobre todo después de Fuel Fandango y antes de Belako.
Si nos leen habitualmente les sonará el concepto de coincidir con un grupo en su mejor momento, opuesto radicalmente al de ver a la enésima leyenda volver con un disco intrascendente o, directamente, tan solo por dinero. Por ejemplo, tres grupos nacionales que brillan ahora mismo en estado de gracia son Joe Crepúsculo, Triángulo de Amor Bizarro y Belako. Los bizkaínos llevan todo el verano paseando por media España el notable Hamen (Mushroom Pillow, 2016). En directo lo presentan creando una tormenta de oscuridad y energía, a base de mezclar noise, punk y electrónica. Cada concierto es mejor que el anterior y su recorrido parece no tener límite.
Los mejores tiempos de Chk Chk Chk se diluyeron conforme lo hacía la moda del punk funk bailable, y se apagaba la estrella de DFA Records. Aun así, los californianos afincados en Nueva York siguen siendo garantía de actitud y desparrame escénico suficientes para revolucionar cualquier festival. Sobre todo, si desde el primer minuto mimetizan el concierto con una clase de crossfit al ritmo de As If (Warp, 2015), con dos monitores de lujo, Nic Offer y Shannon Funchess. Sin duda, el directo más sudoroso del festival.
Tras el torbellino de Chk Chk Chk, los guipuzcoanos Grises, tropicalistas y ochenteros, trataron de mantener el mismo ritmo y la tensión bailable a un Ebrovisión que se fue apagando lentamente.
Sábado
Como ya hemos apuntado en la introducción, el sábado el Ebrovisión ocupó medio Miranda desde la mañana a la noche, con actividades y conciertos gratuitos en la Fábrica de Tornillos (Juventud Juché y Novedades Carminha) y el Casco Antiguo (Franco, L Kan e Hidrogenesse).
En cuanto a los conciertos principales del Multifuncional de Bayas, comenzamos la jornada con La Maravillosa Orquesta del Alcohol, una populosa banda burgalesa a medio camino entre The Pogues y Mumford & Sons. Folk de digestión sencilla y alegría contagiosa, se me atragantan cuando pienso en Celtas Cortos, y ya no puedo dejar de ver a Jesús Cifuentes, renacido y con pelo, sobre el escenario. Como aquellos vallisoletanos, puede presumir de un público fiel que convierte sus conciertos en una fiesta.
A finales de los 90 Francia dió un pequeño puñetazo en la mesa del pop electrónico mundial con Air, Phoenix y Tahiti 80. Estos últimos publicaron en 1999 Puzzle, un pulcro tratado de elegancia que, después de quince años, se ha reeditado y está siendo oportunamente paseado por media Europa y Japón.
En directo, Tahiti 80 no pasan de ser un grupo tan agradable como sus canciones, que seguro que están funcionando mejor en sala que festivales. No obstante, la luz que desprenden temas como “Heartbeat” o “Revolution 80”, compensa cualquier tibieza escénica.
Si Tahiti 80 son unos sosos llenos de buenos argumentos musicales, Izal son prácticamente lo contrario, tan calientes en directo como vacuos. Baladas empalagosas, crescendos que no van a ninguna parte, letras pensadas para emocionar a menores de quince, y en general, un absurdo tono épico que llega a irritar. A pesar de todo, reventaron el Ebrovisión respaldados por un ejército de fans que coreó sin descanso todas sus canciones.
Cerrar el Ebrovisión con WAS se está convirtiendo en tradición legendaria al nivel tomar la última del FIB donde los cars. Jugando en casa y con un magnífico nuevo disco bajo el brazo (Gau Ama, Mushroom Pillow 2016), los Happy Mondays de Getxo fueron el mejor colofón posible para un festival que año tras año se supera.
Más fotos:
Grande, Iñaki. Y gigante, Ebrovisión.