Damien Jurado – Teatro Lara (Madrid)
Es un hecho: la parroquia gafapasta ya es devota de Damien Jurado. Quién lo diría hace seis o siete años.
Al llegar al coqueto Teatro Lara, mucha cara guapa acicalada, de esa que se hace notar cantando por lo bajini mientras el artista se descarna, surround implacable de nuevo cuño. Son aquellos que van a los eventos a que les vean y no ellos a ver a alguien. Sí, son los mismos que un Jurado absorto despide desde las tablas y agradece su asistencia al desfilar fuera antes de que acabe la velada. Así de duro y vergonzoso: media platea, cual lemmings con fular, levantándose en medio de un concierto íntimo antes de que finalice, “No sea que perdamos el metro, o sea”. Total, ya pueden escribir que estuvieron allí en todas las redes sociales del absurdo mundo.
Una vez posicionado el contexto, toca hablar del, lástima, irregular concierto de un hasta ahora infalible bastión en vivo. Juzguen ustedes mismos con anteriores crónicas publicadas en esta misma casa por servidor previamente.
Ya lo comentaba en su reseña: Saint Bartlett (10) anda lejos, por mucho que los advenedizos quieran, de los infranqueables logros pretéritos del de Seattle; y eso, con un cancionero centrado especialmente en su último largo y en menor medida en su anterior entrega, Caught in the trees (08) –puntualmente enorme, pero plagado de altibajos-, lastró la noche para aquellos que nos lamemos las heridas con sus letanías desde antaño.
Abrió la velada un agradecido y comunicativo Dani, 25% de la banda Le Traste como él mismo se autodefinió. Un pequeño entremés acústico en sintonía con la naturaleza de las circunstancias.
Posteriormente, el imponente cantautor norteamericano llegó guarnecido por una guitarra y su voz doliente como único equipaje al ocupar su silla. Un comienzo algo frío y alejado de clásicos se rompió con la impronta dramática de “Sheets”, primer tema que arrancó aplausos a su inicio.
El formato desnudo y el provisionamiento de dos micrófonos, uno con efectos de eco muy acordes a la producción de Saint Bartlett, no funcionó del todo bien con temas como “Go first”, muy deslucida y aséptica, o “Cloudy shoes”, algo rala sin arreglos. Por el contrario, otros como “Arkansas”, “Denton, Tx” o “Beacon Hill” emocionaron bajo el axioma de “menos es más”.
Como aspectos álgidos, nombrar el buen talante que mostró Jurado durante todo el tiempo –espantada incluida- y la emotiva introducción acerca de su hijo al presentar el único tema con el que su vástago lloraba, “I am still here”.
Tras un catárquico final previo al bis, con el trovador puesto en pie exclamando estrofas mátricas –cercanas a los aullidos del desaparecido Charlie Rivel-, volvió con un “Johnny go riding” que valió más que todo el show anterior, con una interpretación intensa que disfrutamos sólo aquellos que la merecimos. Y cogimos el metro, oigan.