Danger Mouse and Sparklehorse – Dark Night of the Soul (Autoeditado)
El mercado discográfico, siempre tan dispuesto a darnos de qué hablar, acaba de generar un exquisito esperpento alrededor del último “lanzamiento” del polifacético y siempre chispeante Danger Mouse. Como veréis, se trata de una anécdota fabulosa para explicar a los amigotes de banda de garaje, aunque también es una estupenda historia para meter en cuña cada vez que nos veamos enredados en una de esas frecuentes discusiones sobre las maldades de la gran industria musical. Imprescindible, pues, para cualquier enteradillo que se precie.
La historia sería la siguiente: ya hace algunos años que Mark Linous, de Sparklehorse, y Danger Mouse (Brian Burton, en realidad) se conocieron, se gustaron, se intercambiaron los números de móvil y quedaron que a ver si un día de esos se tomaban tres cañas y se componían unos temillas. Bien, pues tres años más tarde dicha colaboración ha desembocado en un álbum con los siguientes colaboradores, tanto como vocalistas como en la composición: Julian Casablancas de The Strokes, Jason Lytle de Grandaddy, Gruff Rhys de Super Furry Animals, Wayne Coyne de The Flaming Lips, Scott Spillane de Neutral Milk Hotel, James Mercer de The Shins, Nina Persson de The Cardigans, Black Francis de los Pixies, Vic Chestnutt, Iggy Pop y hasta Suzanne Vega. ¡Que me hablen luego de supergrupos! Vamos, que no resucitaron a Lennon porque no se les ocurrió.
Para redondear el asunto decidieron dejar el acompañamiento gráfico en manos de algún otro colega; así, yo que sé, el primero que les pasó por la cabeza: David Lynch. Le pidieron pues a Lynch que les hiciera alguna cosilla – lo que fuera, como él lo viera. Lynch, para no quedarse corto, respondió con un libro de fotos de más de 100 páginas inspirado en la temática y en las oscuras letras que los diferentes colaboradores habían ido componiendo de manera totalmente independiente (de hecho, la idea del álbum surgió, se supone, cuando la pareja fundadora del proyecto se percató de que todas las letras compartían un cierto guión, un cierto hilo argumental. Se supone también que totalmente por casualidad).
No obstante, decir que este disco ha sido “publicado” es un término algo impreciso dada la complejidad del asunto. Y es que a consecuencia de no se sabe muy bien que follón con EMI, los que se han decidido comprar el álbum han recibido, para su notable sorpresa, la caja con el libro de Lynch y un CD virgen en el que puede leerse el siguiente mensaje: «For Legal Reasons, enclosed CD-R contains no music. Use it as you will.» Para los que no dominen la lengua de Shakespeare, quiere decir que Danger Mouse no se ha atrevido a publicar su música por miedo a ser demandado ipso-facto por EMI a raíz de una disputa previa sobre la que no hablaremos aquí. De hecho, no os recomendamos ni siquiera investigarlo demasiado: es extremadamente aburrida y, además, uno acaba viéndole a todo este asunto un tufillo a trola y a truco publicitario.
El caso es: ¿qué nos estamos perdiendo? Pues maldita sea, se trata de un gran disco. Trece temas de pop retro intenso, oscuro y a veces exquisito como chocolate, con un precioso toque de groove sesentero, de música de cámara para Mrs. Robinson, ese ambiente lounge que también recuperaron recientemente The Last Shadow Puppets; Dark Night of the Soul, no obstante, presenta un tono algo más psicodélico en sus arreglos.
Aunque instrumentalmente no sea la octava maravilla, y aunque ciertamente el tono general del disco pueda resultar un poco monótono en su aplomo retro, sí que da en el clavo coqueteando con acierto con una gama de estilos tan entrañables y efectivos como el surf, la psicodelia pop y el rock progresivo. Del mismo modo se puede decir que, como consecuencia de haber enviado música a un montón de gente para que compusieran por encima sin verse en grupo ni una sola vez, el tono general de las canciones queda un poco disperso y a veces uno tiene más la impresión de estar escuchando la banda sonora de alguna película de Michael Caine que un disco entero de un solo grupo, pero parece que esto ya debía ser o bien la intención del proyecto o bien algo inevitable en un proyecto tan farandulero y exótico como este.
Pero aún con esos pequeños detalles, que quede claro que Dark Night of the Soul le da setenta patadas a la mayoría de discos que hemos oído este año, y contiene incluso algún temazo instantáneo como “Little Girl”, el tema cantado por Julian Casablancas (sin megáfono), o la tremenda balada lo-fi que cierra y da nombre al disco, “Dark Night of the Soul”, con Vic Chestnutt largando lastimeros aullidos (algo así como escuchar a Tom Waits con helio). Si este disco puede arrojar alguna duda es únicamente que un disco que impacta tanto desde el principio suele disolverse con el tiempo, máxime cuando a pesar de contar con varios excelentes temas en pocas ocasiones dispensa momentos espectaculares o auténticos fuegos artificiales… pero entre tanto no cabe duda de que se trata de un disco para disfrutarlo sin parar.
Así que debo dar este consejo: investigad por la red y descargad, streamead, robad, matad, haced lo que haga falta para conseguir este disco porque desde luego que merece la pena. Podemos prometer que el disco es mucho más apetecible que la esperpéntica historieta que lo acompaña (maldita sea, y del libro de fotos no podemos ni hablar).